¿A dónde van a parar los decomisos de la droga? ¿No sería mejor legalizarla?

Ha llegado el momento de reflexionar y de revelar los obstáculos que nos ha impuesto en América Latina y el mundo, este nuevo ejército de narcotraficantes desconocido hasta hace pocos años en el planeta.

Por Carolina Rossetti

El asesinato, este 24 de diciembre, de Natalia Castillo, joven asesora de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en Colombia, nos pone ante la necesidad de abordar dos temas tabú impuestos tanto por las policías como por los narcotraficantes a nivel planetario. Nadie duda que la droga y sus consecuencias deban ser abordadas de manera bilateral y multilateral, comprometiendo a las distintas regiones y continentes a dar respuestas a las preguntas que planteo en estas líneas.

De estas dos preguntas, la primera ¿Adónde van las drogas decomisadas por las policías?,   aún no ha tenido una respuesta creíble. Y la segunda, ¿por qué no enfrentamos el tema, legalizando de una vez por todas la droga?, tampoco tiene respuesta. Ambas me han perseguido durante toda mi vida como periodista. Tantas veces las hice a alguna autoridad que me tocaba entrevistar. Tantas otras las comenté en los programas que conducía en  Radio Tierra y en Radio Universidad de Chile. Tantas veces conversé o pedí la opinión de otras personas. Y tantas veces y nunca tuve respuestas claras, asertivas y, por qué no decirlo, valientes. Siempre eran temas tabú y las pocas palabras que se referían al tema se escabullían en intrincados argumentos, que no planteaban ninguna solución. Entonces, como muchas personas, en Chile y en el mundo, me convertí en observadora de la tragedia que nos hacen vivir a diario los narcos.

El narcotráfico y el crimen organizado han aumentado en todos los países de América Latina, central y del norte, siendo los Estados Unidos el mayor consumidor de drogas, seguido por Canadá. En Chile, las víctimas de las distintas formas de delincuencia que crea la oferta y la demanda de drogas se da principalmente en los barrios más vulnerables, lo que no quiere decir que en los sectores más pudientes no exista el consumo.

Este aumento del narcotráfico ha ido creciendo simultáneamente al horroroso hacinamiento en las cárceles, del cual no se libran las mujeres más marginales, encarceladas a veces con sus hijos más pequeños porque no tenían otra manera de darle de comer a su familia que no fuese traficando.

Por eso,  los últimos acontecimientos políticos  nos llevan a tener esperanza en la medida que abordemos estas preguntas, primero con nuestros vecinos, luego a nivel de América Latina y regional.  ¿Y por qué partir por América Latina? Pues bien, porque es la región donde más se produce, encabezando la lista de los países latinoamericanos, Colombia, donde justamente son asesinadas las personas que luchan en contra de este mal.

Chile deberá invitar a sus vecinos a iniciar un trabajo  en común, transparente y eficaz.

Porque ya no se trata sólo  de aumentar las dotaciones de carabineros, ni de policías especializadas en el tema (el 0S7) ni tampoco recurrir a los militares como sucede hoy en la llamada macrozona sur del país. Ha llegado el momento de reflexionar y de revelar los obstáculos que nos ha impuesto en América Latina y el mundo, este nuevo ejército de narcotraficantes desconocido hasta hace pocos años en el planeta.

El programa del presidente electo Gabriel Boric, en materia de política exterior, propone recuperar su vocación multilateral, fortalecer nuestras redes bilaterales, multilaterales y globales, como la única forma de enfrentar unidos los distintos tipos de incertidumbre internacional que afectan al desarrollo de nuestra región.  Sabemos que lo que ayer eran incertidumbres ya no lo son. Hoy son certidumbres la pandemia del Covid 19 y sus mutaciones permanentes y  silenciosas pero no por eso, menos letales;  el cambio climático y la crisis hídrica que van destruyendo nuestro planeta y su ecosistema;  pero también la pobreza y el hambre en la región y fundamentalmente en el continente africano, que no sólo están en el origen de las inmigraciones legales e ilegales, sino  que vienen también  a cuestionar una economía neoliberal que aumenta las desigualdades en cualquier parte del mundo.

Por eso, ha llegado el momento de reflexionar juntos en América Latina para encontrar un camino común cuya única ideología sea derrotar a ese nuevo ejército instalado entre la sombra y la luz, el de los narcotraficantes y sus “cómplices pasivos”: todos nosotros y nosotras.

Sobre el tema en general de la droga y sus consecuencias para la salud se han escrito cientos de libros y artículos, se han realizado encuentros de especialistas y seminarios académicos, la televisión nos bombardea a diario con las imágenes de nuevas tragedias originadas por la delincuencia organizada, para después pasar rápidamente a la publicidad de las tiendas comerciales, bancos y viajes al paraíso. Así, nos estamos convirtiendo en seres bipolares.

No hay duda que los y las chilenas conocemos estas realidades pero le hacemos el quite a preguntarnos qué pasa con los decomisos de drogas, dinero y armas, presentadas en la televisión como un gran éxito de las policías. Pero seamos serios. ¿Sabemos a ciencia cierta dónde terminan esos millones de pesos que produce el narcotráfico? ¿Y si tenemos sospechas, fundadas en parte por el aumento del lavado de dinero en los paraísos fiscales y en los actos de corrupción de todos conocidos, nos quedamos de brazos cruzados?

Según la CEPAL, la totalidad de la hoja de coca, pasta a base del clorhidrato de cocaína que circula hoy en el mundo se produce en América Latina. La región produce además marihuana que se extiende hacia distintos países y zonas, destinada tanto al consumo interno como a la exportación. En los últimos años, América Latina produce además amapola y elabora opio y heroína. El tráfico sigue teniendo a la zona del Caribe como la ruta más frecuente hacia los Estados Unidos, pero la ruta del Pacífico, pasando por América Central, ha ganado una importancia relativa, así como el transporte fluvial desde los países productores de coca-cocaína a través de Brasil. ¿Y por qué no somos capaces de ir más allá de los decomisos al estilo hollywoodense, para impedir que estos millones y millones de dólares no vuelvan a entrar en el circuito de los narcos asociados a sus cómplices?

En septiembre y octubre recién pasado, la Organización de Naciones Unidas contra la droga y el crimen (ONUDC) dio a conocer dos estudios: el primero realizado en conjunto con Europol, entregando dos informes sobre la cocaína. Este abordó principalmente la diversificación de los actores de la oferta hacia el mercado europeo en plena expansión y el segundo, sobre los productos derivados de coca que no se refieren solo al clorhidrato de la cocaína pero que ocupan un lugar cada día más importante en los mercados de algunos países latinoamericanos.

Sin duda, esta primera pregunta no tiene hasta la fecha respuesta.

La segunda pregunta que muchos nos hacemos, murmurando, es por qué no legalizamos la droga de manera de poner fin al negocio más lucrativo en el mundo después de la venta de armas. Sabemos que los primeros que se oponen no son los consumidores sino los narcos que producen la droga. Pero no podemos negar que es una pregunta a conversar, primero con nuestros vecinos y luego con la región.

En muchos países, como Suiza, por ejemplo, se ha comenzado a transitar por ese camino. Es así como los drogadictos son considerados enfermos y atendidos en distintos sectores de la salud pública. El Estado helvético les entrega metadona, medicamento que disminuye la ansiedad del consumo, y jeringas no utilizadas.

Si bien Chile no se destaca en la prevención y el tratamiento a los drogadictos, muchos de ellos pueden acudir a centros hospitalarios y algunos a consultorios comunales. Pero los más dejados a su suerte, en todos los países de nuestra región son las personas privadas de libertad, los presos condenados a largos años de presidio. Este es, sin duda un tema del cual no se habla y que debería ser un asunto multilateral a lo menos en América Latina.

La drogadicción y el crimen organizado deberían llamarnos la atención en nuestras cárceles. El último informe de Naciones Unidas (2020) entrega un análisis profundo sobre el consumo en las cárceles y las graves consecuencias sobre la salud en el medio carcelario. Estas consecuencias implican que prevalezcan las enfermedades infecciosas como el VIH, la hepatitis C, así como la tuberculosis activa cuyos riesgos conexos son mucho más desproporcionados en las cárceles que en el resto de la población, en particular entre aquellos presos consumidores de drogas inyectables.

Cincuenta y seis países han declarado haber entregado un tratamiento sustitutivo a los opioides en al menos una cárcel en 2017, mientras que en 86 países han declarado no disponer de algún tipo de tratamiento para esta población.

Por último, ¿por qué es importante plantearnos y responder a estas preguntas? Porque, a modo de ejemplo, en América del Norte las sobredosis de opioides sintéticos alcanzó en el 2017 más de 47 mil muertes, es decir un 13% más en relación al año anterior y en Canadá, 4 mil muertes están ligadas a estos estupefacientes, es decir un aumento de un 33% en relación al 2016.

El último Informe Mundial sobre Drogas de la ONU (2020) muestra que las intervenciones terapéuticas eficaces, fundadas en pruebas científicas y conformes con las obligaciones internacionales en materia de derechos humanos, no están lo suficientemente disponibles ni menos accesibles para los más pobres. Por ello, los gobiernos nacionales y la comunidad internacional deben intensificar estas intervenciones para llenar estas lagunas.

Esta política será tanto o más importante que el crecimiento económico en la ruta del Pacífico.

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4 comentarios en “¿A dónde van a parar los decomisos de la droga? ¿No sería mejor legalizarla?”

  1. Creo que hay que legalizar las drogas. Ese dinero se puede ocupar en hospitales para los que no pudieron salir de la droga y otras afeciones mentales.

  2. Juan Carlos Cortez

    BIen.. Se agradece la valentía y la experiencia de haber, investigado el tema.
    SI en países más desarrollados se llegó a esa solución, probablemente sea la más adecuada.No tenemos que perder más tiempo en intentar ejecutarla, si se aprobará esta idea (debería estar entre las propuestas de la ciudadanía a la C. C.., COMO TANTAS OTRAS PROPUESTAS…..
    SI.., creo que el Narcotrafico es tan peligroso, como un cáncer pero social…, similar a lo que ha hecho el Neoliberalismo., corromper y destruir las instituciones, agrupaciones sociales y a las personas, y de esa forma debilitar al Estado.

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