Aforismos sobre encuestas: CEP versus La Cosa Nostra

“Tres transformaciones del espíritu os menciono:

cómo el espíritu se convierte en camello,

y el camello en león, y el león, por fin, en niño”

Así habló Zaratustra, F. Nietzche

Marcel Albano, sociólogo

Iniciada la era de la travesía por el desierto, con el estallido social y la pandemia surgieron nuevos referentes en la opinión pública. Emergieron diversos tipos de distopías desconocidas para la vieja República, esa del Chile profundo latifundista en concomitancia con la ideología neoliberal y el socialismo a la chilena. Irrumpió como discurso público la pulsión digital por un nuevo orden inclusivo: feminista, ecológico, indigenista e igualitario para todas las comarcas; no se trata de dinámicas dictaminantes, pero sí dominantes. Lo que fue latente, hoy se manifiesta como un espíritu de león.

Toda sociedad se estructura en base a múltiples dimensiones de un orden social. Fracturada la representación de la tradición y el posmodernismo, las pautas de conducta de la ciudadanía también han cambiado, y la construcción de los indicadores con que usualmente se medía la legitimidad e invisibilización del viejo orden, hoy evidentemente, no son viables. O al menos son debatibles, porque poseen sesgos que corren desde la arena política hacia el negocio donde las encuestas, en definitiva, son inversión de conocimiento y el conocimiento es poder. Como un juego de cartas de Mitos y Leyendas, las encuestas políticas oficiaron como el mago que saca un conejo blanco, tatuado de porcentajes útiles a intereses particulares. Y de eso se trata el espectáculo de las encuestas: es tecno y tele política en base al marketing estratégico.

Nuestros códigos de referencia cultural, se metamorfosean; las conversaciones cotidianas pierden su aparente manto de profundidad. Se empata a cero o se gana a penales. Conversaciones que nunca son diálogos, sino más bien afirmaciones que reiteran la seguridad de las propias creencias: pura vanidad como concluye el rey Salomón en el libro de Eclesiastés, luego de que Yahvé lo mandara a freír monos por consumista al desierto.

Un subgrupo poderoso de estas vanidades pertenece a una visión del pasado-presente que agoniza del mismo modo que, parafraseando a Nietzsche, un espíritu de camello, expresado como cultura moral gregaria, alcoholizada literalmente por su ego. Enferma de mala conciencia, se refleja como el animal de la vieja República, un animal de carga vicioso y cuyos relatos, excusas y justificaciones sucumben ante individuos simbolizados como espíritus de león: con críticas carnívoras que devoran los viejos sentidos y significados.

En la diversidad de leones y leonas que generó el estallido social, hay un león que envía cabezas de caballo a la élite por Youtube y el programa Mentiras Verdaderas a través de su podcast -start up-, taller conocido como La Cosa Nostra, organización social digital comandado por un triunvirato cuyos cerebros son Darío Quiroga, Alberto Mayol y Mirko Macari junto a un conjunto de legionarios y pequeños mecenas. La Cosa Nostra ha creado líneas de opinión, caracterizadas por la elaboración de nuevos instrumentos estadísticos que les ha permitido contrastar objetivamente sus datos frente organismos poderosos como el Centro de Estudios Públicos (CEP). Siendo creativos, tanto en la forma de financiamiento como producción de instrumentos, han acertado ya en varias ocasiones con sus resultados, abriendo caminos paralelos para el análisis y la acción política. De esta lucha de clases entre porcentajes, medianas y desviaciones estándar, surge una discusión interesante centrada en la influencia de la política y las estadísticas a la que vale la pena referirse.

En la era del camello, cuando la fiesta alcanzaba para todos los fines de semana, los resultados de la encuesta CEP se transformaron en el vino litúrgico de la estratosférica élite política que, junto a sus medios tradicionales de comunicación, cubrieron toda la década de los noventa. Eso, hasta que en 2012 se aprobó la Ley N° 20.568, que reformó el sistema de sufragio universal, instaurando la inscripción automática y el voto voluntario. El primer paso en falso del partido del orden y sus tecnólogos sociales.

Con el enfermizo volumen de la jarana pasada de decibeles, hubo sorpresas entre las predicciones. Ese domingo 26 de octubre del 2012 pareció iniciarse como un mediodía típico de profunda resaca: más de la mitad de la población no fue a votar. Los analistas de la plaza no lograron diagnosticar esa primera metástasis cerebrovascular; la perplejidad, finalmente, se extendió en silencio hasta conocer los resultados del plebiscito el 25 de octubre del año pasado. Luego, lo mismo pasó con la elección de la Convención Constitucional, repitiendo el fenómeno con las primarias presidenciales entre Daniel Jadue y Gabriel Boric, por un lado, y Joaquín Lavín y Sebastián Sichel, por otro. Las primarias presidenciales, terminaron por demostrar que el cáncer había arribado desde las muestras probabilísticas hasta la construcción del cuestionario de preguntas.

Sin embargo, en los tiempos del león, la comunidad de La Cosa Nostra no se quedó tranquila con lanzar al volcán los cuerpos de los políticos para satisfacer a una opinión pública que había cambiado el interés orgiástico del fútbol y la farándula por el consumo de análisis de contingencia política y social.

Comenzaron a desarrollar conocimiento a través de publicaciones, seminarios y sus propios marcos de interpretación con referencias cualitativas atractivas como el libro Las 50 Leyes del Poder de Alberto Mayol. Con metodologías sencillas pero eficaces, crearon encuestas con una lectura alternativa al universo de la CEP y desde allí, suplir la necesidad de contar con información nueva y objetiva. Abren debates no sólo por sus conclusiones, sino que también por transparentar los diseños de investigación, los análisis, la presentación de los resultados, el financiamiento, en fin, lo que debe hacer la ciencia social: buscar objetividad más allá de legitimarse en el interés político y su sobrecarga discursiva. Y cuando fallan los instrumentos, han sabido ajustarse al tiempo como espacios digitales novedosos de producción de conocimiento, paralelamente a los centros de investigación y universidades.

Los enfoques insolentes son claves en la creación de contenido y la ruptura del paradigma tradicional de hacer ciencias sociales, tal como lo planteó Thomas Kuhn en 1968. El lector o lectora, debe comprender lo siguiente: las estadísticas son en gran parte la base para tomar decisiones en políticas, programas y proyectos tanto públicos como privados.

Es la relación de conocimiento del Estado con la sociedad y viceversa. Las funciones más básicas de las metodologías son pronosticar nuevos focos de conflicto social; identificar pautas de conducta emergentes que guían dinámicas sociales; describir en profundidad los fenómenos sociales bajo un margen justificado de objetividad; contar con marcos teóricos amplios y no ideológicos. Si no cumplen con esas funciones, entonces todo en una encuesta parte mal, es decir, bajo tautologías y autoengaños. Recordemos que aún no conocemos el impacto real que tuvo el Censo de 2015 superior en eficiencia a los investigadores europeos, la Commonwealth, Estados Unidos, Rusia, China y toda la “galactea”. Ese hecho, indudablemente terminó dañando severamente a instituciones como el INE, la encuesta Casen, lo que hasta el día de hoy lo vemos reflejado en la distribución del IFE.

Las estadísticas son fomes y entretenidas para los nerds. Pero tienen el problema de que una vez asumidos sus resultados por los actores sociales – desde los que toman decisiones, léase élites, hasta los que comercian por Instagram-, crean una verdad sobre la realidad. Y si esa verdad no es heterogénea y, por el contrario, se reduce a una homogeneidad de relatos que se explican por sí mismos, entonces desaparece la crítica y todo lo que se realice como acción política institucional, viene como pie forzado en una cueca, como profecía autocumplida. Así, en el Chile del futuro que es hoy, todo conflicto y necesidad serán mal interpretados, y esto es una reflexión al menos plausible. De ahí deriva la importancia de la relación entre la batería teórica y el interés político con que se elaboran las estadísticas y sus indicadores. Ciencia y técnica como ideología, decía Habermas.

Las encuestas de La Cosa Nostra nos abren también a reflexiones en torno a la necesidad imperiosa de contar con nuevas bases de datos estadísticos de la población actual, sustento del nuevo orden social. En virtud de lo anterior y con el fin de elaborar políticas públicas reales y participativas, se hace evidente y necesario considerar la inversión en un Censo a la brevedad. Tal vez, más de lo que imaginamos sobre todo en el contexto de la crisis de la migración.

El Chile actual ya no tiene la anatomía de un mito y las encuestas políticas deberán considerar un espectro mayor. El “tú debes” de boomers análogos enquistados en su porfía, indicarán que todo pasado fue mejor, mientras hordas digitales de millenials dirán “yo quiero”. La generación X, cuyo último grito de león fue el grunge, perdidas sus batallas por el brillo, la fascinación enfermiza por el estatus, las marcas vistosas y el alcohol, mutará por años con una joroba dromedaria de incertidumbres- Y todos, en conjunto, serán juzgados por la mirada inquisidora de la generación Z, estos adolescentes nuevos, el naciente espíritu del niño, que ruge como un león pequeño, alegando padecer del caos producido y del que sin nosotros, proyectan un futuro que no existe o es pintado como Matrix o Blade Runner.

Un Chile nuevo, no se puede construir con instrumentos viejos, pero sí se puede aprender de la experiencia. Aún cuando la generación Z aprende reproduciendo al espíritu del león, lo hace sin el pasado como presente, sin Allende ni Pinochet. Y pronto comenzarán a sublevarse en la soledad narcisista de las redes sociales, buscando nuevos referentes fuera del mundo caótico que, nosotros los adultos, malamente les hemos construido.

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