Por Pablo Rojo
Siguiendo con este breve comentario sui generis de la historia de la filosofía, ahora es el momento de estudiar al otro gran maestro de la tradición clásica griega, quien bajo su genio formó las categorías y problemas fundamentales de la filosofía occidental y, tal como pasó siglos después con la filosofía de Kant, todo autor que trate problemas filosóficos tiene que partir de su obra. Nos referimos a Aristóteles. Tal como lo hice con el comentario a Platón, el presente texto se dividirá de la siguiente forma: primero, una breve biografía histórica; luego, una breve exposición de conceptos fundamentales de su filosofía; por último, la influencia que tiene para la filosofía contemporánea.
Discípulo directo de Platón y sucesor natural en la dirección de la Academia, Aristóteles nació en la vecina Macedonia, en el año 384 A. C. en la ciudad de Estagira, hijo de Nicómaco (su hijo se llamará también Nicómaco, a quien dedica su ética), médico y amigo de Amintas II, rey de su tierra natal. A los 18 años entra a la Academia, donde permanecerá 19 años, hasta la muerte de Platón. Luego de muerto el maestro, la dirección de la Academia, para su sorpresa, pasa a manos de Speusippus, lo que gatilla para Aristóteles una serie de viajes que lo llevan a diversos lugares no muy lejos de Atenas en donde se casa, enviuda y tiene un hijo a quien, como ya lo dije antes, llama igual que su papá.
Tal vez la posición más famosa e importante que Aristóteles tuvo fue la que le encomendó Filipo de Macedonia, a saber, hacerse cargo de la educación de su hijo Alejandro. Durante 10 años educa al joven Alejandro, con quien por cierto tenía desacuerdos centrales para lo que será el futuro del joven heredero al trono, como por ejemplo en relación a la fusión de la cultura griega con la oriental, algo en lo que el maestro estaba en profundo desacuerdo con el discípulo y que tendrá consecuencias directas en la vida de Alejandro y, por cierto, para la historia de Occidente. El año 334, Aristóteles vuelve a Atenas, lugar en que funda su propia escuela de filosofía cerca de un templo dedicado a honrar a Apolo Lyceus, por lo cual toma el nombre de ‘Liceo’. La leyenda cuenta que Aristóteles solía dividir las horas de enseñanza en dos grupos, de mañana y tarde; las primeras horas del día, dedicadas a las preguntas más profundas de la filosofía dirigidas a sus alumnos aventajados, solía caminar alrededor de los jardínes del templo de Apolo, conociéndose desde entonces como ‘peripatéticos’, que en griego clásico significa ‘deambular o caminar en círculos’; por la tarde, dedicadas a un grupo más numeroso y popular, exponía sobre los temas más accesibles de su disciplina, tales como la retórica, la sofística o la política. Es en este ambiente que Aristóteles produce la mayor parte de su obra, entre el 334 al 323 A.C., un conjunto de datos científicos de valor incalculable que aumentaron las ciencias de su época de manera nunca antes experimentada y que pasarán cientos de años antes que pase algo similar en la época de las luces desde el siglo XVIII en adelante.
Aristóteles dividió su obra en dos grandes grupos, el primero de ellos dedicado al gran público, escritos en forma de diálogos, la forma predilecta de expresión usada por los poetas más populares de toda Grecia e incluso por el mismo Platón, eran obras altamente apreciadas por su estilo y forma literaria. De estos libros poco o nada se conserva; el segundo grupo, aquel dirigido a los estudiantes avanzados del Liceo, eran las obras propiamente filosóficas y científicas, las cuales (y al igual que en el caso de Platón) se conservan casi en su totalidad, lo que nos dice no poco sobre la profunda influencia que tuvieron estos autores para el cristianismo, a diferencia de aquellos otros cuyas obras destruyeron intencionalmente casi en su totalidad.

Este último grupo puede dividirse a su vez en tres grandes sub grupos, a saber, la ciencia poética, ciencia práctica y por último la ciencia especulativa o teórica. La primera de ellas refiere a poética en tanto ‘poiesis’, relacionado etimológicamente con nuestra palabra en español poesía, pero que para los griegos significa básicamente ‘producción’, cuya nota distintiva es que tiene un objetivo distinto a sí mismo, por ejemplo, el carpintero que usa su ciencia o sabiduría para fabricar una mesa, el objetivo es el objeto creado y no la puesta en práctica de dicha ciencia en su fabricación; luego, la ciencia práctica o ‘praxis’ que es una acción, esto es, una actividad cuyo objetivo es la acción en sí misma. Y es en este sentido que la ‘praxis’ es superior a la ‘poiesis’, porque es su objetivo o fin en sí mismo y depende de sí misma y no de algo más para desarrollarse como ciencia; por último, la ciencia teórica o ‘theoria’ es también una forma de ‘praxis’ pero en sentido superior. Así, por ejemplo, para Aristóteles la política es una ciencia práctica en el sentido que el gobernante requiere, además de sí mismo, una ciudad, mientras que la contemplación es una ciencia teórica que no necesita nada más que la mente de quien la ejecuta, es decir, es una acción que tiene su propio objetivo en sí misma y además tiene su propio objeto dentro de sí misma y hace a quien la desarrolla el más auto suficiente de todos los hombres, y por tanto, es superior a todos ellos.
Luego de la muerte de Alejandro el año 323, un fuerte sentimiento anti macedónico creó un movimiento en Atenas cuya hostilidad iba dirigida, entre otros muchos, directamente a Aristóteles. Acusado de impiedad, rechaza la acusación y junto con afirmar que no quería que la polis griega pecara por tercera vez contra la filosofía (refiriéndose a la persecución y exilio de Anaxágoras en los tiempos de Pericles y la ejecución de Sócrates), huye a Calcidia, la capital de la isla de Eubea en donde hay una fuerte influencia macedónica, donde finalmente muere a los 60 años y algo más, el año 322.
Seguiré con el breve detalle de su obra en la próxima entrega.