“Tengan cuidado con los falsos profetas, pues ellos están disfrazados de mansas ovejas, pero por dentro son lobos feroces.Ustedes los reconocerán por la clase de fruto que den…”(Mateo 7:15-16)
Por Marcel Albano
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Parafraseando a mi hermano menor, estas elecciones se parecen a esa escena de la película La Momia, donde los protagonistas están atrapados entre dos gigantescos muros, sin posibilidad de cambiar el camino, en completa oscuridad y con el deber de avanzar para no morir atrapados en arena, o atacados por bichos y agujas venenosas. Pero no hay que temer a la crisis, al caos o a la muerte. Mi padre decía que nadie controla al día venidero, los accidentes o la enfermedad que es capaz de desafiar metas y objetivos, frustrar ilusiones personales o truncar sueños compartidos.
Los muros de la superioridad moral en la política bipolar, sin duda nos llevarán a una era de fanatismos, división y pobreza… otra vez. Sin embargo, esta vez es un deber ético un voto de censura a quien usa el miedo, el odio y la violencia verbal o psicológica como medio para conquistar el poder y satisfacer a la lascivia verbal.
Y es que el miedo también produce ansiedad, ataque de pánico y daño a la salud mental, especialmente en dos grupos etáreos frágiles como son los adolescentes de la llamada generación Z, que se aleja rápidamente de la infancia, obligada a madurar fuera de su tiempo, sin educación regular ni desarrollo normal. Mismo daño instalado al otro extremo de las edades: la generación boomer, los abuelos y abuelas que construyeron el bienestar del siglo XX y que hoy reciben como pago, más eventos traumáticos para sus biografías plagadas de abuso, violencia, pobreza y humillaciones.
Curiosamente, estas tóxicas magnitudes, se instalaron desde esa corriente política post cristiana que utiliza al sarcasmo y la agresividad en nombre de Dios para guardar un orden social abiertamente satánico y dañino para el propio ser humano. Que toma las viejas pulsiones pavlovianas de la barra brava del fútbol como instrumento para mirar al otro con desconfianza y desprecio. ¿Cuántos familiares, amigos y amigas, nuevamente rompieron sus vínculos tras beber de la copa de las identidades y “posiciones” políticas?
Plagaron el espacio de la opinión pública de mitos y sesgos morales en torno a la idea del progreso, orden, igualdad, democracia, justicia y paz social, esclavizando mentes de millones de compatriotas. Usaron la tecnología digital para potenciar la ilusión de que la verdad revelada en el celular, es la realidad. Así, impactaron de lleno en la convivencia de la vida cotidiana donde dos vecinos con orígenes sociales y culturales similares, ahora riegan el pasto como enemigos.
Apuntaron con el dedo, jugando a instalar palabras y retóricas por el sólo placer pornográfico de usar la soberbia como actitud sarcástica. Una dinámica en las pautas de comportamiento social que llegó para instalarse con fuerza por un tiempo indeterminado en nuestra reciente historia de transición real por el desierto: el sarcasmo produce placer y la ilusión de superioridad intelectual o discursiva, apego a mentiras y sesgos del pasado que terminaron por construir un becerro de oro más cercano al paganismo que las enseñanzas de Jesús. ¿Reconocería el Rabí a éstos como sus seguidores?
Es tiempo de enfrentar al poder que opera desde el lado oscuro con la fórmula que les genera mayor temor: que los plebeyos se reencuentren con el amor como sabiduríaasentada y fuente de paz y que, a partir de ahí, concluyan que después de una época de mega consumo, canibalismo ambiental e individualismo virtual, nada nos producirá más satisfacción personal que el contacto físico, negado no sólo por la pandemia, sino también por el distanciamiento cultural artificial creado para confundir y desorientar. El amor como base de las relaciones sociales no engendra el veneno que durante semanas nos plagó de ideas y creencias en apariencia cristianas, pero que evidentemente ocultaron un sentido contradictorio e insostenible para el simple juicio del sentido común.
Las generaciones mayores tenemos la experiencia de que las sombras de los profetas del caos acecharán mucho rato la conciencia de los individuos, a sabiendas de que la historia ocurre de manera cíclica y no progresiva. La respuesta de amor de la población que no pertenece a la élite del golf como deporte y vivienda, deberá mirar qué tiene en común con el vecino, y desde ahí concluir qué y quién realmente lo representa, sin consignas de odio, ni sarcasmos deshumanizantes.
Como generaciones mayores, somos también un tránsito suspendido entre el pasado y el olvido. Y está bien que así sea porque es lo normal en la ley de la existencia, la vida y la naturaleza. Por lo tanto, el mayor amor que puede manifestarse como conciencia histórica de mi generación, es capitular frente al pasado y colaborar a reparar los daños producidos, dejando que las nuevas generaciones aprendan de la experiencia que significa enfrentar al mismo demonio de épocas idas.
Pero frente a la imposición clasista, instalada en la conciencia mentirosa de estos falsos cristianos, racistas y xenófobos, para quien realmente cree en el amor como una fuerza mayor de desarrollo y comunión jamás será una opción el apoyo a la histórica irracionalidad del ser humano.
¡Qué la fuerza te acompañe, joven padawan!