Chile: primavera, campo e identidad

Cuidémonos, observemos nuestro actuar, la tierra está enferma y su temperatura sube. ¿Qué barro, qué hoja, qué semilla, qué acción haremos para cuidar-nos? Consensuemos por la acción climática y busquemos el Buen Vivir, a todo nivel, político, institucional, local, familiar y personal, siempre, desde y para el territorio abundante de nuestras biorregiones del Tinguiririca y el Cachapoal.

Por Carolina Miranda

Se nos viene el 18 chico, con los ecos aún frescos de todo lo que se ha dicho de la identidad chilena: de donde vienen estas celebraciones, cuándo realmente toca celebrar la Independencia, si se baila o no la cueca, la ranchera, la cumbia; y si se celebra o no en la ramada…

Yo creo que nada de eso importa, puesto que la celebración toca en el momento en que las flores abren y asoman los primeros frutos, fiesta primaveral que invita a los animalitos a vivir en pareja, como lo hace el zorro chilla, quien en este tiempo comparte y hace familia.

La independencia no existe, todo es una ilusión, seguimos presos de paradigmas antropocéntricos venidos de occidente. Se dijo que somos libres sin saber de qué y de quién; es más, ni siquiera la libertad existe, y me atrevo a decir esto tan poco comprensible porque mis bases son la naturaleza, donde todo lo que nos rodea y a lo que pertenecemos está tejido, está sostenido en una trama viva que bien conocen quienes aún guardan la sabiduría de los pueblos ancestrales. Si nosotros lográsemos vivir en esta red desde el complemento que somos, veríamos que toda acción humana deja huellas, unas bellas y otras oscuras, muy oscuras.

Nuestra identidad es de campo, pobre el que lo olvida. Porque el campo es el que nos da comida, el que da aire y de donde nace el agua, la vida misma está en la ruralidad, la ciudad sin campo muere. Y créanme si digo que el monte, el valle, el río y la vega sin ciudad viven mejor, puesto que de la ciudad nos llegan sus basuras y sus necesidades extra energéticas de luz y dinero, empapelando nuestros ríos y suelos de tecnologías productoras de electricidad para consumo nacional e internacional.

El problema de la agricultura actual es que no es un sistema orientado a la producción de comida, sino a la producción de dinero. Bill Mollison, padre de la permacultura

Lo mismo pasa con la producción de alimento. Citando a Bill Mollison, padre de la Permacultura, “el problema de la agricultura actual es que n

o es un sistema orientado a la producción de comida, sino a la producción de dinero”. Y así, empecinados en el lucro, de tanto mandar fruta al extranjero, nos dejan en peligro; de tanto sólo grano cultivar, secos nos han de dejar. Y eso sí que es peligroso en estos tiempos en que, para asegurar la supervivencia, debemos recordar cómo vivir en la simpleza.

Los revolucionarios que no tienen huerto, que dependen del mismo sistema que atacan y que producen palabras y balas, y no comida y abrigo, son inútiles. Bill Mollison, padre de la permacultura

Sumado a ello está la moda de los “ecologistas de cartón”. Así como en dictadura existían los “revolucionarios de café”, esos que puro hablaban y no concretaban acciones, hoy los ecologistas intelectuales y todo aquel con algo de conciencia sin acción, no nos sirven. Nuevamente Bill Mollison nos dice “los revolucionarios que no tienen huerto, que dependen del mismo sistema que atacan y que producen palabras y balas, y no comida y abrigo, son inútiles”; lo mínimo es compostar mis desechos para nutrir el suelo y ayudar a guardar agua en el territorio.

En mi cerro se baila y toca la cueca bien zapatea´, también se crean historias en décimas, se toca la guitarra y el acordeón, la música es la del chiste, de lo que le paso al vecino curao´ que se le apareció el lión (puma) y también se levanta la copa y el baile por la semilla y su protección. El 18 vale porque se siente y se siente porque germina la vida, se celebra que los animales ya pasaron el invierno, las gallinas nos dan más huevos, el quillay en flor con las abejas pecoreando nos dicen que habrá buena miel, el olor a hierba mojada aún perdura, la lluvia aún nos visita y la siembra se inicia.

Mi 18 es 21, es 24, es equinoccio, es primavera, flor, color y amor.

La vida en el campo es fuerte y agotadora, y una fiesta identitaria, costumbrista, desde el sólo placer de celebrar es lo que debiésemos conquistar. Así, quizá de tanto celebrar la primavera nos pegamos el alcachofazo de que somos parte de la tierra viva que florece y desde ahí actuamos. Ya pronto vendrán los frutos de un verano en abundancia para después soltar en un otoño enriquecedor que bota su hoja, nutriendo el suelo en un descanso invernal para después volver a florecer.

Si entendemos sintiendo el ser/estar en la naturaleza, estoy segura que podremos apoyar el equilibrio, las circularidades de entendimiento cíclico que nos llevan a sembrar un pensamiento apropiado para estos tiempos. También eso nos enseñan los antiguos: la semilla de nuestra palabra se siembra con la intención de crear la realidad que soñamos, así como sembramos el choclo, el poroto y el zapallo, podemos sembrar la idea, nuestra visión y ser el cambio que queremos ver en el mundo.

Cuidémonos, observemos nuestro actuar, la tierra está enferma y su temperatura sube para eliminar su peste humana, pero bien sabemos que una cataplasma y un buen nanay con la hierba adecuada, sana la fiebre y el dolor… ¿qué barro, qué hoja, qué semilla, qué acción haremos para cuidar-nos?  Sí, sí, celebremos y sí, por favor actuemos, consensuemos por la acción climática y busquemos el Buen Vivir, a todo nivel, político, institucional, local, familiar y personal, siempre, desde y para el territorio abundante de nuestras biorregiones del Tinguiririca y el Cachapoal.