Chile y los fantasmas de las navidades: cuando el dinero no logra comprar felicidad

Por Marcel Albano oficiando como Grinch

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Las campanitas de Navidad del retail, arribaron con estrés y ansiedad. En tiempos normales, en estas fechas el comercio se aseguraba un 15% de sus ventas anuales, superando al Día de la Madre y las Fiestas Patrias. Esta vez el panorama es distinto: ya circulan encuestas que hablan de alerta amarilla. Menos empleo de colaboradores en las tiendas y un porcentaje reducido de negocios bajará sus precios. La oferta y demanda padecerán problemas de stock, logística de distribución, incluso de papel para envolver. Al parecer, este año la costumbre por el exceso de regalos debajo del árbol y la socialización del fetichismo en los infantes, se orientará hacia un interés diferente que va de la pulsión hiperconsumista hacia un momento necesario de reflexión. Con el último acto Grinch del presidente Piñera -a propósito de la suspensión del IFE y sin cuarto retiro de las AFP en el bolsillo-, se viene un panorama oscuro para la “inmensa mayoría de chilenos”. Mientras la risa de Santa se perderá a lo lejos en su trineo del tiempo, aparecerá la primera cuota por pagar, toneladas de basura y espacios domésticos saturados de juguetes y cachivaches que aumentarán el cachureismo.

Escribiendo estas palabras a medianoche, de pronto el insomnio pierde su batalla al invadirme un sueño profundo. Al poco rato despierto bajo el surrealismo de una pesadilla que llega para jugar con la realidad escrita. Al igual que Alicia cayendo por el agujero, para mi sorpresa un espectro alegórico sentado al final de la cama, me observa de manera fría. “¡Soy el fantasma de las Navidades Chilenas Pasadas!” Habla en un tono tenebroso y algo escalofriante. Atino a pestañear, perplejo, mientras la experiencia se vuelve bizarra.

Viaje astral al Chile de las navidades ancestrales

Converso con un adulto mayor oriundo de un pueblo pre neoliberal. “Que no llegaran regalos de niño en estas fechas, dice, era normal”. Es más, cuenta que en contadas ocasiones los niños y niñas criados en familias numerosas, recibían ropa nueva y rara vez se conocía al Viejo Pascuero. Por lo general, las navidades estaban vestidas bajo el orden dominante de la religión católica. Se iba a la misa del gallo y, posteriormente, a cenar en familia.

“Los regalos a los niños -cuando habían-, simbolizaban un acto de generosidad hacia los seres humanos sin pecado, emulando a los famosos Reyes Magos con el nacimiento del niño Jesús y sus padres migrantes”, comenta el alma en pena de un sacerdote. “Magos que dicho sea de paso, jamás fueron tres, ni reyes y tampoco se llamaban Baltazar, Melchor y Gaspar como es de conocimiento popular”, cierra el discurso el ánima de una profesora de religión fallecida hace décadas.

Tomo apuntes. El rito consistía en que los infantes debían dormirse temprano para abrir los regalos al día siguiente por la mañana. El árbol de navidad solía ser de alguna rama frondosa de pino natural y los adornos, dulces que podían comer. El regalo aparecía en el árbol por la madrugada, luego de que las mujeres cocinaran embelecos por las noches. Mujeres a las que, por lo demás, las casaban a los 14 años y, como mencionara Virginia Woolf en 1928, el mensaje de entonces consistía en que el hombre mantenía la casa y ella servía sin chistar. Los regalos de las niñas, eran siempre los mismos: muñecas, cocinas y artefactos para limpiar.

El Santa Rojo o el viejo del saco lleno de regalos en las navidades presentes

De súbito, aparezco junto al espíritu de una sabia oculta en las últimas navidades de la memoria colectiva. Ella comenta que desde 1931, cuando Coca-Cola encargó al pintor Haddon Sundblom realizar un performance distinto de la figura de Santa, representado por el Obispo San Nicolás de Mira, emergió desde las profundidades del capitalismo y los avances tecnológicos una transformación paulatina en la esencia religiosa del amor por el otro como experiencia colectiva: comportamientos individualistas obsesivos hacia la marca de los objetos.

“¿Cuánta madre y padre desde la década de los noventa hasta el estallido social y la pandemia, cayó bajo el influjo brillante de la tecnología como fetiche para compensar el abuso de garabatos y violencia en los niños durante el año?”, reclama con pavor el espíritu femenino de la sabia. Puesto que la costumbre derivó del gesto del regalo hacia la cantidad como sinónimo de calidad, felicidad y bienestar, las navidades comenzaron a convertirse en un rito espeluznante de infantes, rompiendo sin control papeles de regalos hasta llegar al más costoso y codiciado.

“¿Cómo va a recibir un solo regalo si los demás niños recibirán más… se puede poner triste?”, parodia la voz femenina de la fantasma. Anoto su alegato y claro, las últimas navidades lograron formar pequeños hiperconsumistas, cuyo efecto inmediato son generaciones con un sistema neuronal que opera bajo los códigos del “Me Gusta” y el “Yo quiero”. Un caldo de cultivo que ha secularizado la tradición, confundiéndola con significados liberales o progresistas.

“La” espectro sopla mis ojos enviándome en un viaje temporal cuyo destino me enfrenta con un tipo vestido de blanco igual que su pelo, barba y ojos. Sentado frente a una red infinita de cámaras, cables y circuitos, se llama a sí mismo como el “Gran Algoritmo”.

El fantasma de las navidades futuras es la suma total de algoritmos

“Pero no seamos tan apocalípticos. Hay que entender que es esencial para lo que viene, saber leer el presente intuyendo cómo adaptarse a un futuro que se muestra en promedio cada dos semanas aproximadamente” asegura el fantasma digital. Las nuevas revoluciones tecnológicas nos van a situar en la disyuntiva de usarlas como herramientas de adaptación al cambio o nuevas formas de domesticación mental. “Nada muy diferente de la televisión ¿recuerdas?”, comenta. Una tarea no muy sencilla sobre todo para las generaciones educadas en el siglo pasado, para las que abrir la mente a la tecnología, ha logrado el nivel básico en la operatividad de los aparatos celulares y nivel cero en el control de las redes sociales. El analfabetismo digital ha sido distinto, distópico y disruptivo en todas las generaciones. Cada una con sus fortalezas y debilidades. La falta de empatía e individualismo, son fenómenos de naturaleza humana y no necesariamente tecnológica.

“El futuro es el hoy y su resultado será una combinación de acciones que se perciben como personales pero que obedecen a comportamientos colectivos cuantificables… así los veo”, describe la aparición algorítmica, enseñándome ecuaciones complejas donde nos vemos todos reflejados. “Las sociedades futuras serán sistemas complejos especializados de comunicación, solo comprensibles para la mente que no se ancle en las coordenadas tradicionales del modelo binario y contaminante descrito en tu columna de la semana anterior”, sentencia. Deberá entender que el comportamiento humano en el medioambiente, tiene un impacto profundo. Tendrá que priorizar y aprender a separar lo urgente de lo importante y lo necesario de lo superfluo. Así las navidades futuras tendrán la oportunidad de volver a conectarse con ese sentimiento de amor y reconciliación personal para el perdón y reparación social. Ser críticos y precavidos a lo que se presenta ante los ojos, permitirá fortalecernos ante cambios mayores en que la solidaridad y cooperación estarán por sobre la competencia y la droga del prestigio y el exitismo.

El sonido brusco del despertador y el ruido matutino del camión de la basura me traen de vuelta. Medito, como una vela encendida lo hace por la paz rindiendo tributo como un recuerdo por aquellos y aquellas que no estarán en las mesas este fin de año.

Links de Interés:

• La llegada del Viejo Pascuero a Chile: https://www.elmartutino.cl/noticia/sociedad/lo-trajo-coca-cola-la-verdadera-historia-detras-del-origen-del-viejo-pascuero-en-ch

• https://www.adnradio.cl/economia/2021/10/26/tengalo-en-cuenta-lenta-navidad-encuesta-revelo-que-las-personas-adelantaran-sus-compras-de-fin-de-ano.html
• https://www.bcentral.cl/web/banco-central/areas/encuestas-economicas

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