El desempleo juvenil es definido por Naciones Unidas para el segmento de edad de 15 a 29 años. Es un indicador al que los especialistas le siguen la pista porque puede anunciar tensiones en el segmento poblacional donde más mella puede hacer el desencanto y el desapego institucional.
Por equipo de El Regionalista
La Gran Encuesta Integrada de Hogares de la que informa la Organización Mundial del Trabajo, OIT, arroja un dato preocupante para 2022: Chile es el país con menos ocupación en el segmento juvenil en Sudamérica, apenas un 47,3%. Entre las mujeres jóvenes, las cifras son aún peores: solo 43 de cada 100 mujeres estaban empleadas y si se mira el mundo de las mujeres en el campo, la tasa apenas llega a 35. En el otro extremo está Perú, con un 67,5% de personas jóvenes empleadas. Claro que el informe de la OIT llama la atención en que más empleo juvenil no quiere decir ocupaciones de calidad.
Para Chile, las cifras indicadas hacen parte de un coctel que refleja un problema estructural de la economía y que no anuncia nada bueno para el futuro.
Hay varios elementos que explican las bajas tasas de ocupación de la juventud. La primera de ellas, es la falta de acceso a una educación completa y de calidad, realidad que se manifiesta en el abandono del sistema escolar, que en Chile aumentó en 25% entre 2019 y 2022 y en el ausentismo que está en el 40%. En este punto, es necesario considerar que un elemento que retiene a las personas en el mercado laboral es el empleo de calidad y este requiere una formación más extensa y compleja.
Por lo anterior, es necesario reforzar varios eslabones en la educación: la cobertura y calidad en todos los niveles, sobre todo en el nivel medio y superior, la reducción del ausentismo y el estímulo para completar los ciclos de estudio.
Pero el acceso al empleo también está mediado por la necesidad de políticas de incentivo estatal de la ocupación de jóvenes y mujeres jóvenes dirigidas a empresas. Su carencia desnuda un tópico que se arrastra ya por décadas: la juventud no tiene fácil acceso al empleo por falta de experiencia, la que no puede adquirir porque no puede acceder al mercado laboral.
Desajuste de la oferta laboral
Los desincentivos para mejorar la ocupación juvenil apuntan también a un doble desajuste del mercado laboral: la oferta de empleos para personas jóvenes no se sitúa en la expectativa que hoy tienen respecto del trabajo y, sobre todo, la oferta disponible no es de calidad.
La expectativa sobre el trabajo es tema del que se hacen mil caricaturas, la mayoría de las cuales apuntan a que la juventud no quiere trabajar y cuando ingresa al mercado laboral, busca trabajar poco, ganar mucho y avanzar rápido en la carrera laboral. Entre eso y la visión tradicional, cuyos exponentes asume que los nuevos trabajadores deben “pelar el ajo”, someterse a estructuras autoritarias, trabajar horas adicionales a su jornada, es necesario avanzar al reconocimiento del espacio que están buscando las personas más jóvenes. Y ese es un espacio en el que se demanda mayor autonomía y soberanía del tiempo de trabajo, del que se pide sensibilidad sobre el medio ambiente y las desigualdades.
En definitiva, no es que necesariamente la juventud no cumple las expectativas del mercado laboral, sino que puede ser justo al revés, hecho que se manifiesta en que en apenas una generación, ya no hay quien quiera cerrar su ciclo laboral en la misma empresa en la que partió.
Todo lo anterior, claro, requiere un cambio en la planificación no solo de las políticas laborales sino que también en las educativas.
Empleos de mala calidad
Pero el problema central es que el mercado no ofrece empleos de calidad a la gente joven, realidad que suele medirse por varios factores, entre ellos el nivel salarial.
De acuerdo al estudio de la Fundación Sol “Los verdaderos sueldos de Chile, panorama actual del valor de la fuerza de trabajo”, publicado en septiembre pasado, el atraso salarial va más allá de los coletazos del Covid. Según el informe, basado en la Encuesta Suplementaria de Ingresos del INE, el 50% de quienes trabajan en Chile gana $ 503 mil mensuales o menos y que solo un 20% gana un millón de pesos o más. Se agrega a este dato que el promedio salarial de un trabajador en Chile es de 758 mil pesos, lo que desnuda la distancia entre lo que gana la mayoría y los sueldos disparados de una minoría.
En nuestra región, el 50% de los trabajadores gana 450 mil pesos, siendo el promedio salarial de O’Higgins 589 mil pesos. Ambas cifras están bajo los promedios nacionales en un 10 y sobre un 20%, respectivamente.
En resumidas cuentas, un 55% de quienes tienen un empleo remunerado en Chile, no ganan suficiente para sacar a sus familias de la pobreza.
Para la juventud, la coyuntura no es alentadora: la alternativa educacional no es suficientemente atractiva, el trabajo es de mala calidad y la empresa hoy no logra captar sus motivaciones.
Para el país, menos: son más las personas jóvenes que no están ocupadas y probablemente un porcentaje mayor de ellas deambulan entre hacer poco o nada o emplearse en trabajos precarios, sin contar con la alternativa de reclutarse como soldados en las bandas que, solo en la capital del país, se enseñorean en cerca de 200 barrios. No actuar sobre esta realidad puede deparar escenarios difíciles para el próximo futuro.
1 comentario en “Desempleo juvenil en Chile, el más alto de los países de Sudamérica”
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