Por equipo de El Regionalista
Es una buena noticia que el Gobierno Regional asuma el liderazgo en el desarrollo turístico.
En los últimos meses del año, varios hitos marcaron esta definición: la incorporación de un profesional especializado en el área turística para impulsar su desarrollo, Darío García, y dos encuentros que convocaron a distintas personas comprometidas con la actividad, del mundo privado y público: un foro de turismo y un seminario de difusión internacional de la región, realizados el 5 y 12 pasados, respectivamente.
Antes, hubo dos antecedentes de esta gestión liderados por el Gobierno y Consejo Regional: el programa La Despensa de O’Higgins, que se realiza desde hace un par de años con apoyo de la Universidad de O’Higgins y la investigación sobre el patrimonio alimentario de O’Higgins, realizado por dos agencias del Ministerio de Agricultura, la Fundación para la Innovación Agraria, FIA y la Fundación para las Comunicaciones, Capacitación y Cultura del Agro, FUCOA. De esta investigación, su producto final es un libro digital que es posible visualizar en https://www.fucoa.cl/publicaciones/patrimonioalimentario_fia/.
El programa La Despensa de O’Higgins ha sido una contribución fundamental en la búsqueda de conexión entre oficios vinculados al mundo gastronómico, los productos alimenticios regionales, el paisaje territorial y lo que resulta de la conjunción de ellos: un patrimonio identitario que es único de nuestra región.
Tanto lo hecho como lo que se proyecta hacer en turismo regional tiene una base sólida que son los activos de la región en este campo, variados y atractivos, para un público que está a poco más de una hora de nuestra región y que busca salir de la olla a presión en que vive, sobre todo los fines de semana. Son los cerca de siete millones de habitantes de la Región Metropolitana para quienes la cercanía es una ventaja al momento de buscar espacios para disfrutar del ocio.
¿Cuáles son esas ventajas?
Los activos turísticos de O’Higgins
Una es la ruralidad que convive hasta ahora en bastante armonía con centros urbanos, de forma que, a minutos de ciudades como San Fernando, Rengo o San Vicente es posible disfrutar de un paisaje rural o de montaña que conquista a la gente de ciudad. Otro, es el enoturismo asociado a viñas, particularmente en Colchagua, que en menos de diez años se ha potenciado por la duplicación de viñas abiertas a visitantes.
El mar es otro polo creciente de turismo, desde el “descubrimiento” de las olas en Pichilemu y Navidad-Matanzas. Pero también es foco de atracción para las actividades que surgieron asociadas al océano como las salinas de Cáhuil en Pichilemu y la mezcla de actividades de mar y campo en todo el litoral regional.
Destacable es también la relación de la región con la montaña, por ejemplo, frente a San Fernando y Rengo. Sewell, al oriente de Rancagua, es símbolo de lo que la cordillera ha producido en la actividad minera que persiste y que ha dado paso a un patrimonio arquitectónico reconocido mundialmente. Sin embargo, hay dos desafíos asociados a la montaña que están en pañales, lo que quizás sucede también en otras regiones. Uno es la inversión en espacios precordilleranos para trekking (como lo que a inicios del siglo fue Senderos de Chile, una iniciativa tímida pero que alcanzó a visibilizarse) y otro, que requiere mayores recursos, el esquí. Ambas actividades están dentro de los intereses crecientes del consumidor medio.
A nivel de patrimonio arquitectónico, aparte de Sewell, destacan el Museo de El Huique, la Hacienda Los Lingues, Guacarhue y Zúñiga, las azudas de Larmahue, los centros históricos de Rancagua, San Fernando, por mencionar solo algunos focos destacados de la región.
Y aunque no brota espontánea la asociación, el aporte de la artesanía es muy importante, si pensamos en la chamantería de Doñihue, la paja teatina en La Lajuela (Santa Cruz), la piedra rosada de Pelequén, el mimbre de Chimbarongo y la greda de Pañul en Pichilemu.
En todos estos puntos, gracias entre otros al aporte de La Despensa de O’Higgins, crece una oferta gastronómica que brilla con productos propios de la región.
El problema es cuantos de estos atractivos cuentan con los servicios que necesitan para soportar una demanda regular de turistas. Pensemos en cafés y restaurantes con servicios higiénicos, en señalización adecuada en las rutas o en sitios web con la información de oferta turística regional, por ejemplo.
Activos y brechas en el turismo regional plantean inquietudes necesarias de abordar porque se trata de un área que puede contribuir de manera relevante a la economía regional, si es que quienes tienen protagonismo en el área deciden hacer de este frente una prioridad. Y ello, primero, implica invertir.
Una economía regional que aguarda el aporte del turismo
Las brechas en la economía regional son importantes: persiste la baja inversión privada y, en un conocido círculo vicioso, los trabajadores calificados migran a Santiago por un par de razones: acá no se instalan empresas que ofrezcan trabajos de mayor complejidad y la oferta de servicios para las familias sigue siendo débil. El resultado se repite en los últimos lustros: según el Índice de Desarrollo Regional de la Universidad Autónoma, estamos entre las tres regiones con peores indicadores.
Por las razones señaladas, Corfo O’Higgins está impulsando un programa de atracción de inversiones con dos esfuerzos específicos: enoturismo y un programa de desarrollo territorial integrado que considera todas las comunas de Cardenal Caro y las comunas de Lolol, Chépica, Peralillo y Pumanque en Colchagua. Para el enoturismo, hay una fortaleza inicial: 47 viñas de la región están abiertas al turismo.
Los programas de Corfo no son nuevos; de hecho, las iniciativas de atracción de inversiones vienen desde inicios de la democracia. Sin embargo, su impulso hoy se da en un contexto favorable, considerando que el gobierno regional cuenta con competencias en desarrollo productivo que entonces no tenía. Es decir, la autoridad regional hoy sí puede poner recursos, capacidad profesional y estructura en la escala necesaria para impactar positivamente en la actividad.
¿Por dónde encaminar el turismo regional?
Hay algunas cifras que pueden mostrar caminos para la labor de promoción del turismo regional. Según datos del Servicio Nacional de Turismo, el turismo de viajes ocasionales en nuestra región procede en un 61% de la Región Metropolitana y en un 17% es de origen doméstico. De los más de un millón 800 mil viajes ocasionales con destino a nuestra región registrados hasta septiembre de este año, entre las 12 comunas con mayor aporte de visitantes estuvieron Puente Alto, Maipú, La Florida, Santiago, San Bernardo, Colina, Providencia, Lo Barnechea y Viña del Mar. Pero de esta información deben nacer definiciones. Porque es evidente que, si se quiere promover el turismo en Lo Barnechea, las teclas que hay que apretar son distintas si lo que se busca es atraer viajes ocasionales de familias de San Bernardo. Y los viajes ocasionales son un indicador destacado, puesto que entre 2019 y 2022 habían crecido en casi un 37%.
Esa definición va de la mano de otras que atañen al rol del mundo público y a quienes intervienen del mundo privado. Por ejemplo, quién y con qué intensidad contribuye a la demanda y lo mismo respecto de la oferta. Exclusivamente para el mundo público, corresponde dar respuesta a cómo impulsará niveles de inversión en infraestructura para conectividad vial e internet, información útil y actualizada sobre la oferta turística, producción y distribución de material promocional sobre el turismo regional. Aysén, por ejemplo, está realizando una campaña promocional en el centro del país que tiene un grado de visibilización importante. De igual forma, los gobiernos locales tienen opción de favorecer la instalación de empresas respecto de tributos asociados a patentes y bienes raíces y entidades como el Servicio de Capacitación y Empleo pueden focalizar estímulos a la contratación de personal para establecimientos turísticos.
En resumen, la región arranca en 2024 con iniciativas importantes en el ámbito turístico y definiciones importantes por adoptar. Esta vez, las competencias del gobierno y el consejo regional son mayores que la de hace apenas algunos años. Y eso abre un espacio de optimismo para la oportunidad de esta actividad, que tiene un potencial enorme gracias al patrimonio cultural de O’Higgins.