Diálogos con el libro “Historias, memoria rural y futuro: a 50 años del golpe de Estado”

«La política muchas veces se transforma en el camino para que los hombres sin principios puedan dirigir a los hombre sin memoria»

Voltaire

Himno Nacional de Chile – Felipe Ramos Taky, director

Por Marcel Albano

La historia y la memoria

En el momento de escribir estas líneas, me acompaña un documental que la BBC de Londres realizó pocos meses después del 11 de septiembre de 1973. En este reportaje, se filmó a militares entonando el «Himno de los Blindados» que, según relata Julián Periffer, el periodista europeo a cargo del reportaje, pertenece a las oscuras milicias del nazismo de la Segunda Guerra Mundial. La escena de los soldados marchando al «paso de ganso», al igual que las fuerzas de Hitler al invadir Europa, junto con el saludo levantando la mano al aire, actuarían como un gesto simbólico que posteriormente guiará las acciones más terroríficas conocidas en los campos chilenos.

Al iniciar la lectura del libro “Historias, memoria rural y futuro: a 50 años del golpe de Estado”, resultado de una investigación del Ministerio de Agricultura sobre la represión en el mundo rural en semanas posteriores al golpe, es imposible no visualizar imágenes de compatriotas masacrando a compatriotas. La investigación habla del resultado de un estado mental en la sociedad chilena que, en un momento de alienación política extrema, llevó a un grupo de chilenos a comportarse como salvajes, bárbaros y psicópatas. Como si estuvieran en ritos ancestrales en los que se sacrificaban humanos, convencidos de hacer el bien, los victimarios desencadenaron matanzas movilizadas por la venganza, la enajenación y la furia a través de las regiones de Chile.

Las historias contadas en el libro, revelan la alianza de civiles en colaboración con los miembros de las Fuerzas Armadas y Carabineros de la época, y establece como un hilo conductor el objetivo de desenmascarar la lógica de la tortura y la matanza en los campos chilenos.

El tono del escrito, evoca al imaginario de los diferentes senderos rurales de Chile donde el lector puede rastrear la huella de la muerte en cada región. La lista de personas desaparecidas, torturadas, cercenadas, quemadas, descuartizadas, decapitadas y violadas es tan extensa y escalofriante que la reconstrucción de las experiencias de horror de miles de compatriotas, lleva al lector a cuestionarse constantemente el por qué y el para qué de estas atrocidades: cuerpos sin cabeza, quemados con soplete, cortes de cuchillos, yataganes, quebraduras de cráneo, balas, cuerpos lanzados al mar o a los ríos se repiten constantemente.

Esos relatos, hablan de jaurías que cayeron sobre las organizaciones agrícolas y vecinales que habían surgido bajo el crispado clima de la Reforma Agraria: “Fue un mundo que experimentó una transformación en un corto período de ocho años (1965-1973), pasando de un orden casi semifeudal a un campesinado convertido en un actor público relevante, organizado, sindicalizado, propietario y con voz propia en un Chile convulsionado por las reformas estructurales implementadas en los gobiernos de Frei Montalva y Salvador Allende”.

Es por ello que, para adentrarse en el texto, se hace necesario realizar un ejercicio de suspensión momentánea del juicio para evitar que los lentes de las identidades políticas nublen una problemática que, en la conciencia individual, profundiza la división entre los chilenos. Los hechos y la evidencia indican que el 60% de los crímenes que se llevaron a cabo en la población rural, fue sobre personas no militantes de partidos políticos de izquierda. En su lugar, afectaron a personas humildes, mujeres, ancianos y niños que pagaron con su vida el estar al alcance de lobos rapaces.

Además, el texto ofrece abundante información que aporta en fuentes, diarios, revisión documental y libros que acompañan los resultados de la investigación del Informe Rettig y la Comisión Valech, entre otros. Las entrevistas rememoran cada una de las afirmaciones que narran la configuración de la muerte en la historia rural del país. Reflexiona también sobre el peso del abandono que sufrieron los campesinos sindicalizados de parte de líderes políticos, a quienes previamente habían azuzado con discursos proselitistas y revolucionarios que, abusando de la prosa romántica, decían defender al pueblo. Por el contrario, la investigación respeta el tono objetivo que no se pierde a través de la lectura del rescate de las historias y memoria colectiva del mundo agrícola. Un gran libro en una excelente edición y presentación.

Los desafíos de la memoria histórica en Chile

Cuando analizamos la época pasada en el contexto actual, es importante considerar que para una gran parte de la sociedad, estos temas parecen lejanos y carecen de relevancia. Muchos no cuentan con las referencias necesarias para relacionarse con los eventos ocurridos hace 50 años en pleno apogeo de la Guerra Fría en Chile o para relacionarse con ellos. La polarización ha generado un exceso de convicción.

El contraste entre generaciones se hace evidente al examinar cómo jóvenes y adultos abordan estos temas históricos. Para muchos jóvenes, esta época pasada es un capítulo distante en los libros de historia, mientras que, para las generaciones más adultas, estos eventos son parte integral de sus recuerdos y experiencias personales. La falta de conexión emocional y la distancia generacional pueden dificultar la comprensión y empatía entre ambas cohortes.

La condena de las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura, tras la abundante cantidad de testimonios, recuerdos y dolor, destaca la importancia de reconocer la democracia como una barrera racional contra la barbarie humana, separada por una delgada línea ética. El interés en mantener esta barrera debe servir como una lección de sabiduría para evitar que la historia se repita.

Este fenómeno se debe no solo al existente muro mental en la sociedad chilena levantado con el golpe, sino también a que estos obstáculos forman parte del desarrollo de las nuevas generaciones. Estas generaciones deben aprender que, a pesar de las décadas de divisiones entre las corrientes ideológicas de izquierda y derecha que han marcado el espíritu chileno, es crucial desvincularse de un pasado doloroso que impide una cohesión social saludable y reconciliadora para el futuro. Por tanto, debemos ser consistentes en condenar cualquier tipo de masacre y violación de los derechos humanos, tanto en dictaduras de izquierda como de derecha.

Mientras releía esa columna en voz alta y me cuestionaba por qué nuestra nación no ha logrado una reconciliación similar a la de las naciones europeas tras dos guerras mundiales, mi hija mayor, quien acaba de obtener la ciudadanía, reflexionó de manera sarcástica: ‘seguramente se debe a que durante tantos años la cultura del consumo excesivo de alcohol, drogas, pastillas y estimulantes ha debilitado nuestra capacidad de razonamiento, marcándonos con el arrebato y la violencia’.

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