“El cine es el lugar político donde más se piensa el país”
Ganador del Festival de Cine de Valdivia en categoría “Cortometrajes” con Al amparo del cielo, Diego Acosta grabó en blanco sobre negro la transhumancia de Don Cucho y más de 20 pastores de Colchagua que sin ser propietarios de un centímetro de tierra, deambulan entre cordillera y valle, criando a miles de ovejas.
Por Edison Ortiz
El Regionalista conversó con Diego Acosta Hernández, 31 años, machalino, uno de los grandes triunfadores del reciente Festival de Cine de Valdivia. Estudió dirección audiovisual en la Universidad Católica y luego, un magister en Cine Documental con José Ignacio Agüero en la Universidad de Chile.
Nos conocimos hace algunos años en el museo Lircunlauta de San Fernando en una exposición de fotografías. Nos vinimos de regreso a Rancagua, conversando como si nos conociéramos de toda la vida. Este fue el tenor del diálogo con otro notable talento regional que, como muchos, tuvo que ser profeta en otra tierra.
¿Quién es Diego Acosta Hernández?
Soy una persona que le gusta mucho el cine y que lo está haciendo. Por ende, me defino como un cineasta. Este es mi primer largometraje, aunque en la universidad hice cortometrajes, así como en mi tesis.
Al amparo del cielo es un proyecto que lleva cinco años y que ha consumido gran parte de mi energía y mi tiempo.
¿Cómo nace Al amparo del cielo?
Lo que me inspiró es la vida de los arrieros, la vida de “don Cucho”, la trashumancia, sus paisajes, las personas que allí habitan, y por supuesto la colosal cordillera de los Andes.
Me llama la atención de la trashumancia el hecho que sea una forma de vida muy antigua y aún siga existiendo. El hecho de pensar si esta forma de vida pueda pervivir. Me parece una forma de vida que se complementa muy bien con la naturaleza, sacrificada pero muy bella. Solitaria, pero de mucho compañerismo, una forma de vida muy bella.
¿Sabías que esta forma de vida ha sido parte de nuestra historia?
Sí, fue muy importante su rol en el proceso independentista, llevando a uno y otro lado de la cordillera mensajes para quienes querían liberar la nación. También están muy ligados a la minería, han sido muy importantes en nuestra historia regional.
Diego, me llamó mucho la atención que en la presentación de tu película usaras un poema de Pablo de Rokha – “Nunca jamás tuve otro techo que aquel que dan los cielos vastos: crío montañas en el pecho y en la cara frutos o pastos”. ¿Un poeta olvidado o “maldito” que muy pocos leemos y admiramos?
Ellos fueron muy cercanos a de Rokha, a quien conocí a través de un documental. Él, como todos los arrieros, habla mucho consigo mismo. Lo leí por primera vez a través de Gonzalo Rojas, y ahí empecé a indagar sobre de Rokha, para comprender al campesinado y al arriero.
El poema lo conocí luego de hacer la película, sentí que Pablo de Rokha conocía muy bien ese mundo y lo relataba mejor.
¿Por qué el formato que elegiste para hacer el documental?
La película está hecha en blanco y negro porque pensé que le iba a otorgar una temporalidad especial a los arrieros. El filme podía ser análogo y da la sensación de que la película pudo haber sido hecha hace 40-50 u 80 años.
¿Estas consciente de que no solo hiciste una película, sino que un rescate patrimonial de un modo de vida muy significativo en la historia de esta región?
Sí, vivimos tiempos de incertidumbre y yo sentía que si el clima cambia y ya no es posible seguir con ese modo de vida, los arrieros desaparecerán pues no sabes lo que va a pasar de aquí a cien años con ellos.
A mí me obsesiona el país donde vivimos y soy de los que escribe, dialoga con él, soy muy republicano –en el buen sentido de la palabra– con mi país.
Diego, ¿cuáles son los desafíos que se te vienen?
Estamos viendo que festival internacional nos va a recibir para hacer su estreno internacional. También, pronto lo vamos a presentar en el festival de cine UC. Mis ganas son de seguir filmando.
¿Cuál será tu próxima película?
Estoy pensando en una que aborde a Juan Emar –o Jean Emar (ya no más)-, quien es en realidad Álvaro Yáñez Bianchi (hijo de Eleodoro Yáñez), un bicho raro del siglo pasado quien tiene muchos relatos surrealistas e inventó sus propias lógicas, tal cual son nuestro país y el campo que son surrealistas. De hecho, Chile es el país más surrealista que puede existir.
¿Te han dicho que la película dice mucho, sin palabras?
Bacán. Efectivamente en el documental juego mucho con otros elementos que no sean el lenguaje ni la palabra: la luz, el sonido, el espacio. Es cierto, en la película se dicen muchas cosas, sin hablar.
Por último, ¿cuál es tu invitación al público?
Nos gustaría que la gente pudiera ver la película en una sala, queremos incentivar a la gente a ver cine chileno a ir a las salas a observar, o que puedan revisar sitios como Ondamedia, para seguir mirándonos, pensándonos a nosotros mismos, como lo hemos estado haciendo desde la revuelta.
Hoy, el cine es el lugar político junto con la convención constitucional, donde más se piensa el país que queremos construir, donde podemos dialogar y pensar sobre nosotros mismos.