Don Cucho, la vida cinematográfica de un pastor transhumante

Al amparo del cielo, documental del realizador de nuestra región, Diego Acosta, acaba de ganar el Festival de Cine de Valdivia. Los protagonistas, Don Cucho y sus colegas, pastores transhumantes de Colchagua, representan una forma de vida y producción que hoy es reconocida en muchas partes y que, en nuestro caso como región, se hace necesario relevar.

Por José Acosta

Mi buen amigo Italo Prelle siempre insiste en que, para promover una localidad o región como la nuestra, nada mejor que una película con una actriz o actor “gancho” que se pasen dos semanas en viñas, campos y playas con sus redes sociales activas. Algo así como que importaría más la forma que el fondo.

Quizás suceda algo parecido, pero en una lógica contraria, con la trashumancia que se realiza en la región, en la provincia de Colchagua y más específicamente en el Cajón del Tinguiririca (Puente Negro a la cordillera), lo que es registrado en Al amparo del cielo, documental experimental que acaba de alzarse con el premio a la mejor película chilena en el reciente Festival de Cine de Valdivia (www.ficvaldivia.cl). Algo parecido digo, porque don Cucho Ulloa Catalán (67), el protagonista, sólo tiene el glamour de la sencillez y con suerte maneja el teléfono móvil para su función principal por lo que, de redes sociales, nada. Pero don Cucho y sus colegas, representan algo mucho más importante y que probablemente no tenga precio: una forma de vida y producción que hoy es reconocida en muchas partes y que, en nuestro caso como región, se hace necesario relevar.

Según la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) los pastores realizan contribuciones sustanciales a las economías de los países en desarrollo. Pero el aporte de la trashumancia o sistemas pastoriles no sólo se refiere a aspectos económicos, sino también ambientales; menores emisiones de gases efecto invernadero (GEI), el papel positivo en el secuestro de carbono y una menor huella hídrica que los sistemas industriales de producción pecuaria. Sin embargo, este aporte que hacen los ganaderos trashumantes hasta el día de hoy ha sido poco estudiado (y por ende valorado), entre otras cosas porque los programas de apoyo estatal de asistencia técnica están diseñados para sistemas de producción agrícola y ganadera sedentarios.

¿En qué consiste la trashumancia, en qué se diferencia de la tradición un poco más difundida de los arrieros que suben cada verano a las cordilleras con sus ganados en busca de pastos verdes? Decir, en primer lugar, que la trashumancia, el mover (y moverse) o trasladar (y trasladarse) ganado de distintos lugares en busca de alimentación, es una práctica ancestral y necesaria cuando los recursos físicos (tierras/praderas) no existen o no se poseen, como es el caso de cerca de 30 ganaderos, pastores trashumantes de nuestra región y que residen principalmente en las comunas de San Fernando, Chimbarongo y Chépica, todas de la provincia de Colchagua.

Estos hombres, curtidos por el sol y los vientos cordilleranos inician el año (marzo) bajando sus rebaños de la cordillera; cada uno de ellos con un promedio de unas 900 cabezas ovinas. Aquí en el valle, inician el peregrinar por los rastrojos de maíz, huertos, parronales y viñas donde, a cambio de dinero, corderos o sencillamente “gratis” ingresan sus animales por períodos variables de entre 30 y 45 días, dependiendo de la carga de pasto o “talaje” que encuentren, para luego volver a moverlos a otro campo.