En los dos días que el líder de la revolución cubana estuvo en nuestra región hace 50 años, se reunió con mineros y campesinos protagonistas de dos frentes que para el gobierno de la Unidad Popular eran icónicos en su propuesta de transformación: la nacionalización del cobre y la reforma agraria.
Por Edison Ortiz
En los 23 días que Fidel estuvo en Chile, hace ya medio siglo, alteró la vida provinciana de Rancagua y Santa Cruz en momentos que la tensión política en el país empezaba a ebullir.
Su agenda consideró ambos sitios por dos razones: la Unidad Popular en general y el Partido Socialista, en particular su facción Ejército de Liberación Nacional, eran considerados bastante fuertes en ambos sitios y, porque el gobierno quería mostrar al comandante dos de los símbolos de sus procesos de transformación: la nacionalización del cobre y la reforma agraria. Hernán Coloma, miembro de la comisión política del PS y secretario de prensa de la organización, lo ratifica: “eligieron lugares que tenían gran simpatía por la Revolución Cubana y con fuerte control social. (Allí) la ciudadanía que apoyaba a la UP también apoyaba la idea del latinoamericanismo, eran antiimperialistas y tenían gran simpatía por la revolución cubana”.
El día asignado para Coya-Rancagua fue el 24 de noviembre, en tanto el 25 lo fue para Colchagua.
La visita a Sewell, Caletones y Coya
Los medios locales destacaron la visita desde su llegada a Chile. De hecho, casi todos los días el principal titular de El Rancagüino era alusivo al líder cubano. El 12 de noviembre, por ejemplo, resaltó la amistad de Castro con uno de los principales actores políticos locales, Baltazar Castro.
Ya el día 17, junto con confirmar que el acto central sería en el estadio local, indicaba que estaría en la mina, Sewell, Caletones, Coya y en la inauguración de la sede del sindicato Sewell y Mina.
En Coya, asistió a la inauguración de la Casa del Trabajador, antes el Country Club gringo, que ahora le pertenecía al histórico Sindicato Sewell y Mina. Fidel recorrió la localidad y se reunió con los vecinos. Adolfo Lara recuerda que se alojó en la Casa Cien porquenila ciudad ni la provincia contaban con una oferta hotelera que respondiera a los requerimientos de seguridad de la visita, que estaba a cargo de tres anillos: uno de la juventud socialista, otro de la zona y su propio equipo que arribó con él desde Cuba. El MIR también aportó militantes a la protección del líder cubano. El hecho es que fue una buena oportunidad para mantener ocupado a un contingente ocioso de militantes ávidos de proezas, batallas y gestas que contar.
El impacto no sólo alcanzó a sus adherentes: en Coya, todos iban a fotografiarse con el comandante, incluidos niños de familias de derecha, centro e izquierda.
A Caletones, Fidel Castro llegó recién a las 12:45, con dos horas de atraso, porque en la antigua Fiat, en la carretera entre Graneros y Rancagua, fue homenajeado por sus trabajadores. En el campamento fue recibido oficialmente por el presidente de la Zonal, Luis Vergara Castillo con quien intercambio cascos antes de finalizar el acto oficial. En Sewell, pronunció un discurso en un acto en la plaza O’Higgins.
Fidel, como estando en casa, y con el humor que lo caracterizaba empezó sus palabras de manera jocosa, como para romper el hielo y ganarse la simpatía de su auditorio: “Nosotros bromeábamos con algunos mineros y les decíamos que esta visita nos recuerda el combate famoso entre Sullivan y Jim Corbett. Creo que ocurrió… ¿en qué año? Bueno, casi nadie se acuerda, pero creo que duró como 20 o 21 rounds. Solo que en este caso nosotros vamos por el round número 35”.
Uno de los momentos más emotivos, según relata Manuel Tapia, joven comunista que a sus 28 años ya era dirigente de la Zonal, fue la reunión que Fidel sostuvo por la noche con unos 45 dirigentes de El Teniente en la sede del sindicato minero en Coya. “Nos dijo que teníamos que ir a la revolución por un camino distinto, no tan violento. Tenía respuesta para todo, era para escucharlo horas y horas, la reunión partió en la tarde y seguimos en la madrugada, algunos se quedaron dormidos (ríe), y como él notó que algunos dirigentes se estaban durmiendo, dijo llegamos hasta aquí y mañana seguimos. Era inalcanzable, un profesional de la revolución”.
Inauguración de sede del Sewell y Mina y acto en el estadio
El 24, el vespertino local anunciaba “cuando la presente edición de ‘El Rancagüino’ sale a la calle, existe expectación ante la inminente llegada de Fidel Castro luego de su breve visita al Mineral El Teniente. En pocos momentos más irá a inaugurar el Sindicato Sewell y Mina y luego a una concentración en el Estadio Braden”. Según El Rancagüino, la presencia de Fidel “paralizó toda actividad en la ciudad”. La inauguración de la sede del Sindicato, un edifico de tres pisos con un moderno teatro para casi 600 personas, construido con el aporte de los trabajadores, fue la primera actividad en Rancagua. El coro polifónico Braden interpretó los himnos nacionales de Chile y Cuba y puso la nota de colorido con interpretaciones de temas criollos a la llegada de Fidel Castro.
Al atardecer, asistió a un acto de masas en el histórico estadio donde en 1962 se había disputado uno de los grupos –el cuatro- del campeonato mundial de fútbol. Sin embargo, a diferencia de entonces, el estadio era ahora propiedad del fisco de Chile a través de la recién creada Corporación del Cobre de carácter estatal. Los asistentes al evento recuerdan que se movilizó una gran cantidad de gente hacia el recinto deportivo y que, según sus adherentes, por lo menos asistieron unas diez mil personas, aunque el periódico local estimó la asistencia solo en cinco mil.
“Ahora nos encontramos aquí reunidos en este acto de masas, todo en una sucesión ininterrumpida de actos que apenas da tiempo ni para respirar”, dirá Fidel al iniciar su proclama que duró unos 55 minutos, según El Rancagüino. “Hemos pasado por esa Plaza de Rancagua, hemos tenido oportunidad de conocer el histórico lugar, la famosa plaza donde los luchadores chilenos por la independencia libraron una de las más heroicas batallas de aquella época… Han transcurrido más de 150 años y todavía se recuerda aquella frase: “o vivir con honor o morir con gloria”.
Fidel en Colchagua
Luego de “la orgía fidelista” en Rancagua, que tan bien representó el diario local durante casi un mes, Fidel abandonó la ciudad rumbo a Colchagua el día 25 de noviembre: pasó por San Fernando, donde nuevamente una multitud salió a recibirlo. Se bajó en Manso de Velasco y caminó por avenida O’Higgins hasta llegar a Manuel Rodríguez donde un joven estudiante del Liceo Neandro Schilling, por entonces locutor de radio, le sacó unas palabras y una fotografía que atesora hasta el día de hoy. Continuó luego hacia Santa Cruz para asistir a un acto central inicialmente programado en la plaza de la ciudad. Sin embargo, con sus accesos bloqueados por opositores, el acto se trasladó hasta la localidad de Paniahue. Según, José Luis Madariaga, miles de campesinos movilizados en tren y a caballo fueron a vitorearlo y escucharlo hablar hasta por los codos. El joven Néstor Ramírez, dirigente del Frente de Estudiantes Revolucionarios, miraba atónito al mítico líder como si no creyera lo que estaba viendo. Fidel se puso poncho de huaso, y terminó regalando su gorra al guatón Oria. Enseguida partió al asentamiento Las Palmeras en Nancagua, donde los campesinos sacrificaron una vaquilla en su honor. Fue la oportunidad en la que Luis Eduardo Escanilla, joven militante de las Juventudes Comunistas, asignado al servicio personal del comandante, hará un hallazgo: “nunca había conocido a un gallo con las patas tan hediondas”. Según algunos, durmió en casa de la familia Cucumides y al día siguiente abandonó definitivamente la zona.
Finalizaba así, el paso de Fidel Castro por la región, presencia que muchos coinciden, no hizo otra cosa que dañar la imagen de Allende y profundizar la distancia con la oposición. A las ya conocidas palabras de Altamirano sobre lo insufrible que resultó al final su visita se suma la opinión de quien fuera, vicepresidente de la Corporación del Cobre y ministro de Minería de Allende, Jorge Arrate “su presencia suscita fuertes resquemores en la oposición. La atmósfera política y social se ha tensado”. Por su parte, Adolfo Lara, secretario regional del PS en O’Higgins y miembro del comité central de la colectividad, recuerda que “su visita … se vio como un apoyo, pero a la misma vez, como una exageración de como Fidel marcaba pauta sobre qué hacer y no hacer. Pero Fidel y Allende insistieron mucho en eso. Que eran caminos diferentes… la visita se extendió mucho, no hallábamos qué hacer con él.”
Al fallecer Fidel Castro, José Rodríguez Elizondo, fiscal de la Corfo durante el gobierno de la Unidad Popular, hizo un balance deplorable de aquel viaje a Chile y de sus consecuencias sobre el gobierno de Allende. “Los opinantes 24 días que el cubano quiso quedarse, enconaron las diferencias internas de la Unidad Popular, unificaron a la oposición, exasperaron a los militares y consolidaron el proyecto desestabilizador del binomio Nixon-Kissinger. El presidente chileno incluso soportó la impertinencia de su huésped. Este ninguneó a su gobierno en el Estadio Nacional, diciendo que ese acto de masas era nada, comparado con los de La Habana. Agregó que “el insólito proceso chileno” permitía a los fascistas tomarse las calles y concluyó diciendo que volvería a Cuba “más revolucionario y extremista”.
2 comentarios en “Dos días en que Fidel revolucionó la mina, Rancagua y Santa Cruz”
Estimado Edison
Desde el día anterior estaba en cama, tenía un fuerte estado gripal, aunque para ese 24 de noviembre de 1971 aún no tenía 17 años, comprendí que era un hito histórico e importante en mi vida estar presente en la visita del mítico comandante Fidel Castro y pese a mi estado de salud, me levanté de la cama y partí al estadio El Teniente a participar de su cita.
En mi recuerdo está la imagen de Fidel con su vigoroso discurso, observado desde la galería Rengo, comienza diciendo “Trabajadores, campesinos y vecinos de Rancagua”, fiel a su característica es un discurso larguísimo, ya que lo revisé en la red, pero a la vez es una gran clase de historia.
Un abrazo. Ricardo
A ti Ricardo, abrazos.