El escenario que viene
Quien triunfe este domingo, tras el virtual empate que se produjo el pasado 21, no la tendrá fácil. Más bien, enfrentará un escenario enormemente complejo.
La élite, que no la gente, de izquierda y derecha, de acá y de allá, está muy fracturada, crispada, convencida que nos la jugamos entre el abismo comunista y el retorno a una sangrienta dictadura.
Tengamos en cuenta, también, que la economía está chirriando, sobrecalentada, con una inflación amenazante y una caja fiscal que no tiene opción de ser generosa en los siguientes 2 o 3 años.
El mundo tecnológico está en la puerta, con su 5G, internet de las cosas y monstruos de la conectividad, esperando que les demos la pasada para iluminar desde el cielo miles de rincones aún no bendecidos por la comunicación digital. Tras esta oferta está el desafío de adecuar nuestros quehaceres macro y micro, el trabajo, los trámites, la vida cotidiana, a un modo nuevo articulado por la tecnología.
Sigamos. El desarrollo de las energías renovables no convencionales y, sobre todo, el hidrógeno verde, y el gigantesco potencial de la explotación del litio plantean una gran oportunidad para Chile. Y, en una dimensión distinta, la crisis climática y de los ecosistemas exigen respuestas urgentes.
Es decir, tenemos desafíos impostergables de construcción de acuerdos sociales, de recuperación de la naturaleza, de cuidado de los equilibrios económicos, de desarrollo de una economía verde, de impulso en serio a una conversión tecnológica del siglo XXI, tecnología que dejada al libre arbitrio del mercado, sabemos dejará ingentes masas de personas excluidas. Todos ellos, reconfigurarán el modelo de relaciones, de sociedad, de economía y producción que hasta hoy conocemos en el país. Por eso, todos requieren un amplio acuerdo social y político en el que, por cierto, se tenga en cuenta la voz de todos y todas, a menos que creamos que las “cocinas”, esas que caracterizaron las últimas décadas, sean la fórmula para el Chile que viene.
Y en este punto es donde nos detenemos en lo que estimamos es el sentir mayoritario de la gente. Más allá de la trifulca cotidiana y de la visión polarizada de las élites, estamos convencidos que el/la chilen@ medio, en su mayoría, tiene ganas de enfilar este camino de futuro con la mayor unidad posible, con diálogo y reeditando lo que algunos identifican como los aspectos centrales del carácter chileno: la solidaridad y la cooperación, la preeminencia del sino compartido.
Pero en estos 40 años del modelo y constitución que se van, la energía de las instituciones condujo a contramarcha. Entronizó el esfuerzo individual, el sálvese quien pueda, el cada uno mata su toro. Por eso, la expectativa debe estar puesta en el nuevo rayado de cancha que diseñará la Convención Constitucional, incluso más allá de lo que será el derrotero del futuro gobierno.
Esa misma mayoría que anida la solidaridad y la cooperación como impulso base, aspira a que la nueva carta constitucional recoja las transformaciones y su repertorio de inclusión, respeto a la naturaleza, modelo económico productivo con la persona al centro, reconocimiento pleno de los pueblos originarios, sin que por ello se transforme en un programa de gobierno.
Como no son tareas menores, el nuevo gobierno necesitará mucha energía para el diálogo y mucha perseverancia para reponerse de los reveses. Necesitará creer realmente que el camino que viene debe ser de transformaciones y que el horizonte trazado de ese camino debe quedar expresado en la nueva constitución. Lo esperable, es que el nuevo gobierno se ponga al servicio de tod@s l@s chilen@s, del diálogo y el acuerdo, zafándose de la visión binaria, y haciéndose cargo de un sueño de comunidad al cual tod@s nos sumemos.