Las 10 lecciones de 2021
2021 fue un año intenso, el de la resaca de la pandemia, de los retiros de las AFP, del primer tiempo del trabajo de la Convención Constitucional y de la decisión del electorado por encumbrar al poder ejecutivo a una nueva camada de dirigentes políticos.
De este año movido, destacamos 10 hitos que reflejan, en nuestra opinión, la esencia del año que se va:
1.- Viva la Convención, pero no hay cheques en blanco
El apruebo a la redacción de una nueva Constitución fue el triunfo categórico de una mayoría que eligió transformaciones. La composición de la Convención Constitucional, en tanto, reflejó el anhelo de nuevos rostros frente a los desgastados liderazgos de la transición y sus organizaciones políticas. Y fue un resultado coherente con las reivindicaciones populares que se tomaron las calles el último trimestre de 2019. Pero, a la hora de buscar transformaciones, el/la votante no extiende cheques en blanco. Lo supimos en la conformación del nuevo parlamento y en la primera vuelta presidencial. Y también en la caída de la aprobación de la Convención, de la mano de varios de sus errores y una negativa campaña comunicacional de la derecha.
La segunda vuelta presidencial volvió a darle un espaldarazo a las transformaciones, pero no se puede concluir que los cambios tienen respaldo incondicional.
De lo acontecido en este 2021, también podemos concluir que la protesta de octubre de 2019 contra el modelo, no es territorio excluyente de la izquierda, aunque sí la suscribe una mayoría que recorre buena parte del arco político que busca cambios, pero no de cualquier manera.
2.- Ha muerto la transición (y quienes la hicieron, agonizan)
La elección presidencial ha confirmado la emergencia de una nueva generación de líderes, tan vieja como las protestas que llenaron las calles de Chile desde inicios del siglo 21. Los antiguos líderes de la transición, de los dos conglomerados que se repartieron el poder entre 1990 y 2021, ya empiezan a preparar su retiro. En el mundo “progresista”, el relevo lo tiene un grupo de jóvenes que sacaron a “pingüin@s” y universitari@s a la plaza pública en 2006 y 2011; uno de ell@s nos gobernará desde marzo próximo. Y lo hará con un mayoritario respaldo femenino, en un giro de ese electorado que se coloca al lado de quien le dio seguridad en un intinerario de inclusión y transformaciones. En la derecha, no se ve claro el grupo de recambio en la pole position. Tampoco ese sector tiene claro que las transformaciones deben estar en el centro de su oferta de gobierno; su candidato ocupó la cuarta posición en la primera vuelta con un programa que maquillaba el modelo. Y, vencida por el resultado electoral, la derecha en pleno debió agruparse tras quien abjuraba de sus adhesiones a la inclusión y a su búsqueda de un modelo económico más humano.
3.- La derecha o se reconstruye o se cobija en el populismo extremo
A menos de dos semanas de la segunda vuelta presidencial, la derecha merece capítulo aparte a la hora de las evaluaciones de 2021. Eligió a un candidato que ocupó el cuarto lugar de las preferencias y que venía de la vereda de enfrente. Al final, terminó apoyando a un ultra liberal en lo económico y ultra conservador en todos los restantes temas de la vida social de una comunidad. La figura gravitante de esa derecha en la última década, que ha gobernado en dos períodos, deberá entregarle la banda presidencial a uno de la nueva hornada de políticos de izquierda (y en su perfil hay que reconocer en Piñera raíces que se hunden en uno de los partidos que fundó la Concertación, tal como Sebastián Sichel). Y no se avizoran opciones entre sus militantes jóvenes, pese a las declaraciones de Chahuán sobre el liderazgo de Schalper. Su amenaza en el futuro próximo: a falta de liderazgos sólidos en sus filas, volver la vista, otra vez, sobre su Frankenstein, un populista de extrema derecha, nacido en sus canteras, pero distante de lo que la derecha ha pretendido construir como ideario de la transición. Riesgoso para ellos y, sobre todo, para Chile.
4.- El parlamento importa, pero no a l@s elector@s
Seguro que el descrédito acumulado del Congreso es el principal factor que explica el desinterés de l@s elector@s en el momento de emitir sus preferencias por diputad@s y senador@s. En la elección reciente, mientras la presidencial acumuló 1,2% de votos nulos y blancos, en su correspondiente parlamentaria el % se multiplicó por 10. Y el resultado dejó en un virtual empate a fuerzas “progresistas” y “conservadoras”. Un “descuido” de l@s electore@s que le implicará esfuerzos especiales para buscar acuerdos a la coalición que gobernará desde marzo próximo.
Pero, sobre todo, de la nueva institucionalidad que surgirá en la Constitución que se está elaborando, se espera un reforzamiento de los partidos y, como consecuencia, que representen realmente a la ciudadanía en el parlamento. Del agotamiento y desprestigio, el poder legislativo tiene que salir, dando un salto cualitativo que lo reposicione en su necesario rol en la democracia.
5.- El gobierno regional estrena de la mano de la tradición
2021 también fue el año de la inauguración de los gobiernos regionales democráticamente electos; tuvieron que pasar más de 200 años de vida republicana para que la responsabilidad del liderazgo regional migrara desde los cenáculos del poder centralizado a la definición vía voto en los territorios.
La mayor parte de las regiones, eso sí, quedó en manos de militantes o cercanos del conglomerado de oposición, la antigua Concertación, solo un gobernador pertenece a la coalición de gobierno y unos pocos son independientes, ecologistas o del Frente Amplio.
Pero es más peocupante, quizás porque estamos lejos de una descentralización real, el hecho que entre l@s 15 gobernador@s en ejercicio, sobran los dedos de la mano para definir quienes de ell@s han logrado posicionarse nacionalmente, tanto en su rol como respecto de temas relevantes de sus regiones.
6.- Un nuevo año de sequía tras 10 años de crisis hídrica confirma los peores diagnósticos
A nivel del mundo científico, las definiciones del panel de expertos sobre cambio climático de Naciones Unidas dejaron fuera de juego a negacionistas o dudosos acerca del protagonismo humano en la situación del clima a nivel mundial. Y como el problema es real, y tiene rostros (países) responsables sobre quienes se fija la vista de todo el mundo, en la COP 26 de Escocia se habló harto, pero se concluyó poco. Ganó el lobby de los países poderosos, responsables de la mayor parte de las emisiones que producen el cambio climático.
En Chile, más de 10 años de sequía en la zona central del país son la mejor prueba del desastre climático. En nuestro país, lo sabemos, el problema no es sólo el clima y la falta de lluvias. Hay una responsabilidad mayúscula del modelo de gestión del ambiente y del agua, en el que priman las reglas del mercado. Sobre ese modelo, la expectativa nuevamente recae en la nueva Constitución que no lo resolverá todo pero, al menos, sus formulaciones obligarán a generar nuevas normas que pongan en su lugar la economía, el lucro, la naturaleza y las personas.
7.- Con el coronavirus, nunca más dormiremos tranquilos
Durante 2021, Chile deshizo el camino mal hecho en los últimos años, que llevó a terminar con su modesta industria de vacunas. Ciertamente, acabar con la fabricación local de vacunas hace algunos años, se relacionó con nuestra posición en el mercado mundial y las ventajas de otros países en ese rol.
La pandemia nos hizo recordar la maldición que Osama Bin Laden lanzara contra Estados Unidos: “nunca más dormirán tranquilos”, pero en nuestro caso el insomnio se relaciona con la vulnerabilidad frente a los contagios. Eso nos ha hecho reflexionar sobre los necesarios grados de independencia que debemos tener en esta materia, yendo un poco más allá de “la raya para la suma”, o sea, si fabricar vacunas da utilidad o no. Lo que sí
debemos reconocer es que el sistema de salud chileno resistió las embestidas de la
pandemia y la vacunación masiva ha sido exitosa.
8.- La ciencia y la tecnología empiezan a valorarse
También por la pandemia, el interés público puso su oído en cientific@s de distintas universidades y grupos de investigación que consiguieron que entendiéramos cómo se extiende una pandemia, cómo manejarla y qué medidas debemos adoptar para enfrentarla de mejor forma. La ciencia, al fin, pareciera que despunta. Y no sólo para prevenir ataques como el coronavirus, sino porque también nos hemos enterado que los países desarrollados o con mejores opciones para llegar a ese estado, invierten 10 o más veces en innovación, ciencia y tecnología que nosotros.
La buena noticia es que el presidente electo ha comprometido triplicar los recursos asignados a esta área: desde el pobre 0,38 % del PIB actual a un 1%.
9.- El conflicto de la Araucanía y el fracaso de la presencia del Estado en cada rincón del territorio
Nos disculparán muchos conciudadanos de la región de La Araucanía que cifran sus expectativas de resolución del conflicto mapuche con la militarización de su territorio; no pretendemos ser muy creativos a la hora de afirmar que la grave situación de esa zona del país está aún lejos de enrielarse. Quizás si las gestiones del Centro Nansen de Noruega, aún embrionarias y sólo en el plano de preparar el terreno para un diálogo que aún no parte, representen el único esfuerzo hasta ahora por buscar soluciones de largo plazo en el tema.
El incremento de la violencia este año en el Wallmapu obliga a acciones de largo aliento, estables en el tiempo y que vayan más allá de un período de gobierno. Buscar soluciones solo en las armas o en acciones comunicacionales de corto plazo complejizarán el problema. Si hoy, a diferencia de hace 10 años, se ven grupos armados vinculados con el narcotráfico o el comercio delictual de madera, no está desencaminado pensar que en pocos años más la escalada tendrá nuevas expresiones.
Lo mismo se puede decir respecto de la situación de seguridad general del país, sobre todo en el mundo urbano. Pero si aquí el problema de fondo se debe enfrentar en el ámbito social y económico, en la Araucanía esas dimensiones son sólo parte del problema; allí se debe avanzar en materia cultural, identitaria y política.
10.- Llegó el 5G, y parece que iluminará desde el aire
Hace pocos días, las compañías concesionarias de 5G en Chile iniciaron el despliegue que permitirá en algún tiempo potenciar, entre otros, el Internet de las cosas y el trabajo a distancia. Esto último, que ha sido uno de los sellos del período de pandemia, constituye ya una forma de situarse en la vida y de relacionarse con el trabajo y la empresa a la que cada persona pertenece. El nuevo estilo de trabajo se potencia con 5G, la red que reducirá la latencia, multiplicará velocidad y, en general, la capacidad para hacer miles de cosas sin necesidad de presencialidad.
Todo lo anterior, claro, es una revolución de la que aún tenemos muchos elementos que ni imaginamos.
Y dado que a mayor capacidad de redes, más receptores y repetidores de señal de internet necesitamos, todo indica que la conexión a la red provista desde el espacio y no por cable podría proyectarse como solución para universalizar el acceso a internet. Esto, que aún es una hipótesis, podría ser realidad en no mucho tiempo más. Y así como en los 90 se discutía cuál sería el soporte a través del cual accederíamos a internet (si el televisor, la telefonía por cable o incluso la red eléctrica), derivando al final al celular como principal vector de los servicios en red, hoy podría estar flotando en el aire la pregunta de qué emisor se consolidará en la masificación de 5G. Elon Musk o Virgin apuntan a que será el satélite y no las millones de antenas distribuidas por el globo. Será uno o el otro. Pero en lo que no hay alternativa es en la nueva forma de relacionarnos que se instala con un 5G que revolucionará hasta los más tradicionales espacios de la vida cotidiana.