El litio y Tagua Tagua
En la licitación del litio, la discusión está lejos de acabar, como lo planteamos aquí mismo en nuestra entrevista al académico Gonzalo Gutiérrez realizada por Adriana Bastías, la columna de Edison Ortiz y el análisis de la coyuntura política de la semana de Rolando Cárdenas. Esto, porque el gobierno saliente repitió su libreto, entregándole al mercado la opción que tuvo de promover una explotación del mineral del futuro con un diseño algo más creativo. O, al menos, que reflejara las expectativas de cambio que, hasta hoy, han manifestado los chilenos desde 2006, principalmente en 2019 y en prácticamente todos los actos eleccionarios que hubo en el país desde 2020. Nada de eso. Hasta su último día, el gobierno de Piñera sigue actuando como si su triunfo de 2017 lo hubiese confirmado a él como el guardián del modelo que queremos tod@s l@s chilen@s.
La licitación del litio nos trae uno de los déficits que el gobierno electo representó al saliente: vincular la renta del mineral a la innovación y a la región de la que ese u otro recurso natural es originario. Hace ya tiempo, están en la discusión un royalty a las industrias extractivas, una parte del cual debe quedar en la región donde ellas operan, y la ley de rentas regionales que dará autonomía financiera a los territorios, dándole factibilidad real a la descentralización. En dicha ley de rentas regionales, los ingresos que aporten las empresas extractivas al fisco pueden tener un rol central.
Hoy, relatamos cómo dos paleontólogos de la Universidad de O’Higgins están investigando los vestigios fósiles de megafauna existentes en el cauce seco de lo que fue la laguna de San Vicente de Tagua Tagua, a pocos kilómetros de esa gran comuna de la región. El sitio es uno de los más importantes del patrimonio paleontológico nacional y sudamericano y pese a ello, cada campaña que realizan en terreno para obtener restos arqueológicos o de la megafauna de hace casi 13 mil años, cuesta literalmente un triunfo. Esto, porque conseguir recursos para investigación en Chile hoy sigue siendo una tarea ardua, en un país en el que apenas el 0,38% del PIB se destina a estos fines.
Por cierto, la buena noticia es que la universidad estatal regional ha ingresado en la investigación de este patrimonio con paso firme; lo testimonia la incorporación de los dos paleontólogos referidos a su equipo docente e investigador. Sin embargo, también es un hecho que a nivel regional no están las opciones ciertas de obtener recursos fiscales para asegurar el conocimiento y la preservación de ese patrimonio, su conocimiento e inclusión en los currículos educativos y su puesta en valor, mediante la generación de hitos de difusión turística.
Un paso resuelto en la dirección señalada lo constituirá, esperamos, el manejo de recursos propios en la región que sostenga un plan integral sustentado en la trilogía virtuosa en torno al patrimonio: investigación – educación – difusión. Hasta ahora, se han hecho esfuerzos que no pasan de ser iniciativas aisladas y sin continuidad y sin una participación plena del mundo público. De este modo, por ejemplo, el yacimiento patrimonial de San Vicente no muestra una cara óptima: la información para quien quiera conocerlo es escasa y las instalaciones mismas del sitio adolecen de no pocas brechas.
El litio nos recuerda que otra cosa podría haber sucedido con Tagua Tagua, descubierto hace ya casi 60 años, si la extracción de recursos naturales en la región hubiese dejado su contribución al territorio. La existencia de una universidad estatal y un gobierno regional electo son dos buenas noticias para lo que deberá ser una recuperación del patrimonio arqueológico y paleontológico de O’Higgins. Una ley de rentas regionales que dé autonomía y recursos a la región para impulsar este desarrollo será la mejor noticia que esperamos tener en 2022.