El 76% del agua está en manos de un 1% de propietarios de derechos

Francisco Canales, Ricardo Yáñez y Fernando Correa son hombres de campo, pequeños propietarios agrícolas que libran una cruzada cuyo objetivo es asegurar el alimento para las familias chilenas, meta en la que tienen un escollo difícil: la escasez hídrica es una amenaza que tiene su principal raíz en la concentración del agua en un 1% del total de propietarios de derechos.

Por Carolina Miranda

Entre los valles hermosos y cerros fértiles de nuestra región, el agua fluye dando vida a sauces, malezas, plantas medicinales y la tierra que, con el trabajo de nuestra gente de campo, alimenta a las familias chilenas.

En Idahue, El Bosque (San Vicente) y Llavería El Durazno (Las Cabras) conocimos a Francisco Canales, Ricardo Yañez y Fernando Correa, dirigentes de un colectivo que ellos denominan “productores de alimentos para Chile”. Los equipos de los convencionales Gloria Alvarado, Loreto Vallejos y Nicolás Núñez nos encontramos con ellos en el despliegue por nuestra región en el contexto de la semana territorial.

En medio de esos valles y cerros asoma el desierto unicultivable, como define don Pancho, poblado de monocultivos. “Mire, imagine que va por un puente, usted ve para un lado un solo tipo de planta y mira para el otro lado y hay 18 especies, considerando las malezas que no son malezas, si no pregúntele a las abejas. ¿Cuántos se alimentan de ellas?”.

Los campesinos nos llevaron a conocer una realidad en la que “las empresas matan a la gente del campo con sus químicos” y no se refieren sólo al envenenamiento con líquidos, sino también al impacto en el suelo, “El suelo, que es de todos, es el que me ayuda y ellos lo matan y rompen; debemos protegerlo y los desiertos unicultivables esterilizan el suelo con el manejo que hacen con los herbicidas residuales, impidiendo cualquier otra planta. Sacan el bosque, parten el cerro con surcos que después son cárcavas”

Sin agua no hay comida

Ellos han vivido la escasez hídrica pero sienten un dolor inmenso porque ven que el agua corre por los canales y así nos lo mostraron. Por un canal ancho, de unos 2 metros, fluyen aproximadamente 350 lts x segundo, pero la distribución de esas grandes cantidades de agua no es pareja. La mayor cantidad va a “los grandes agricultores para llevarse el agua en una fruta a otro país y para nosotros sólo (nos queda) un porcentaje más pequeño cercano al 30 , que no nos alcanza entrado ya el verano… El agua tiene que ser repartida con criterio país: yo tengo zapallo, papas, tomate y lo vendo en la feria libre. Soy doblemente importante, porque pertenezco a la cadena productiva”.

La palabra de estos hombres de campo es fuerte, clara, convencida. Saben que ellos ponen el alimento en nuestras mesas, y les preocupa la paulatina desaparición de los productores, a raíz de la escasez hídrica. “Es una masacre… No queremos subsidios ni mendigar, queremos que nos valoren por los que somos, somos esenciales… Si por 30 pesos hubo un estallido social, imagínense que va a pasar cuando el pueblo tenga hambre. Los últimos en morir seremos nosotros que cultivamos la tierra”.

Y así como son conscientes del cambio climático, se dan perfecta cuenta que la escasez hoy tiene su origen en la priorización del territorio para producción de exportación. “Lo que ha pasado en el territorio es atroz, un matonaje… ¿cómo se les ocurre mil hectáreas de cerro para un solo comprador?”.

Con la fuerza de la historia

“Voy a luchar por mis hijos porque esto es un abuso… Mi padre estaba con la soga al cuello por la tierra y ahora estoy yo, su hijo, con la soga al cuello por el agua. Se necesita una reforma al agua, no puede seguir llevándosela el 1% más rico”.

Se reconocen como parte de un movimiento que lleva la sangre de tres generaciones. “Yo tengo historia, vengo de la reforma agraria, todos producimos lechugas, papas, tomates, choclos, somos los que alimentamos al país, no podemos terminar con nuestro trabajo. Y detrás de los productores están nuestras familias; voy a luchar por mis hijos porque esto es un abuso… Mi padre estaba con la soga al cuello por la tierra y ahora estoy yo, su hijo, con la soga al cuello por el agua. Se necesita una reforma al agua, no puede seguir llevándosela el 1% más rico”

Su demanda vincula la concentración de grandes extensiones de tierra, dedicadas al monocultivo, con la apropiación de los derechos de agua, lo que ha llevado a un escenario de extrema gravedad “al que nunca debió haber llegado”. Esto, denuncian, tiene autores directos y cómplices silenciosos. “En el agua de riego, hoy está la concentración más brutal de todos los datos de nuestro país, el 1% de los accionistas del agua son dueños del 76% de todos nuestros derechos y acciones. Por eso, para sanar al enfermo la operación debe ser a corazón abierto… Hay que redistribuir todos los derechos y acciones de agua con una visión de país; cualquier otra medida solo es música… La nueva constitución es clave y valoramos la disposición de los constituyentes de la región. Nuestra propuesta la conocen los comandos presidenciales que han abierto las puertas, la pala la tienen ellos… La vaca, el caballo para poder correr, necesita agua, sin agua no podemos hacer nuestras tradiciones y quien esté dispuesto a jugársela por el agua, el suelo, por el campesino, por la semilla, por ahí vamos”.

En su diagnóstico, esta agricultura que vende a otros mercados se ha tomado valles enteros como Quilicura, Rosario, Pichidegua, San Francisco de Mostazal, Peumo, Las Cabras, todo Colchagua, el secano. Y cada hectárea adicional suma y tiene efecto en el medio ambiente, por lo cual reclaman que la agricultura debe ser controlada por el sistema de evaluación de impacto ambiental. Ese fue el instrumento “que les permitió salvar el valle del Cachapoal que estaba destinado a ser zona de sacrificio”, consiguiendo detener los proyectos de la termoeléctrica de AES Gener en San Vicente,  la termoeléctrica a base de guano de Agrosuper en Pichidegua y la instalación del mega relleno sanitario en el sector más populoso de la comuna de San Vicente, el valioso Pueblo de Indios. Un monorelleno de los llamados “lodos no peligrosos” para recibir los residuos de Agrosuper y Essbio. “Fue el sistema de evaluación de impacto ambiental y el pueblo organizado que impidió que hoy el importante valle del Cachapoal haya sido otra zona de sacrificio”.

Con años de denuncia y lucha por la pérdida paulatina de terreno y agua en favor de la agroexportación, hoy estos campesinos levantan la bandera de alerta por la amenaza de nuevos proyectos. Las mega superficies de paneles solares o la instalación de parcelas de agrado, dicen, están hoy matando los mejores suelos agrícolas de Chile.

Y están convencidos que mientras el modelo privilegie el valor económico del agua y la tierra, su lucha no podrá detenerse. Perseverarán en su sueño de un territorio que alimente a su pueblo, sin sacrificar la naturaleza, hasta que un nuevo orden ponga las cosas en su lugar.

Mientras, trabajan la tierra según prácticas respetuosas de la naturaleza: “nuestros abuelos nos enseñaron el valor del suelo, por eso por décadas usamos manejos sin volteo de suelo, labranza mínima, sagradas rotaciones de cultivo y tenemos claro que la rentabilidad hoy no se puede medir en kilos producidos por hectárea, sino en kilos de alimentos producidos por litro de agua. Por eso estamos cambiando, con pena, nuestro mejor amigo el maíz, por el africano sorgo que rinde más por litro de agua y  nuestras lindas vacas por las eficientes cabras y cosechamos zapallo sin nylon ni pesticida. Ser campesino no es un título es una responsabilidad. No es por nosotros, es por ustedes, el pueblo consumidor de alimentos para Chile”.