El campo en llamas: la figura de Joel Marambio

Por Edison Ortiz

Se cumplen 54 años del inicio de la Reforma Agraria que se inició en esta región, en la comuna de Pichidegua, proceso en el cual el espíritu renovador de la Iglesia Católica jugó un rol fundamental.

El campesinado, dormido durante siglos y que había quedado al margen de las reformas de 1939, despertó y tuvo sus propios héroes. Uno de ellos fue nada menos que Joel Marambio.

Oriundo del sector rural de la Isla del Guindo, cercano a Santa Cruz, en la medida que fue ascendiendo en su carrera política –primero fue regidor y luego alcalde de Santa Cruz–  Joel Marambio se empapó de la vida del campesinado. Como nos lo relató con extrema crudeza el gobernador de Colchagua de la época, José Luis Madariaga, las familias rurales vivían por entonces en condiciones de pobreza extrema: arrinconados en algún pedazo de tierra que les concedía el patrón, sitio donde armaban su choza, cultivando un pedazo de tierra, a cambio de trabajar de sol a sol, sin sueldo para poder retribuir esa prebenda”.

Joel se fue empapando de ese sufrimiento y según me relató su hijo Max (quien desarrolló una importante actividad empresarial en Cuba), llegó a mimetizarse con él, abandonando casi por completo la vida material: “él trataba de resolverles sus problemas, lo que quería él, era que los campesinos tuvieran una vida digna. Le daba pena y se sentía profundamente herido por la condición en que vivía la gente. Esa era su lucha permanente”.

La instalación de la Reforma Agraria en el gobierno de Eduardo Frei y luego su profundización con Allende, tuvo un doble efecto en Joel: su compromiso con el mundo rural y sus sufrimientos, lo radicalizaron más.

El diablo de la oligarquía colchagüina

Es el personaje que inflama el auditórium del teatro de Santa Cruz luego de que se exhibe una película del Che de inspiración hollywoodense que no le pareció bien. Se transforma, luego, en especial durante la Unidad Popular, en “el Robin Hood” que quita tierra a los ricos y se la entrega a los pobres. Es el nuevo Manuel Rodríguez, “el diablo” de la oligarquía colchagüina.

Lo ven cruzando el río en El Huique cuando los Errázuriz cerraban a las 8 de la noche el portón de acceso al fundo, para reunirse clandestinamente con campesinos; otros lo inmortalizan pegándole un combo a Maximiano Errázuriz, director de El Cóndor, motivo por el que es detenido y rescatado luego por una turba campesina que exige su liberación para finalmente ser desaforado por la Corte de Apelaciones de Rancagua. Es el hombre que recorre la ruralidad campesina en su Fiat 125, reuniéndose con amigos, tomando vino y comiendo choritos en tarro, para luego dormir la mona sobre la paja y continuar su derrotero al día siguiente. Es el actor público que, desde su programa El Surco, de la Federación Campesina que él mismo ayudó a fundar, solivianta el campo y subleva a los campesinos; es el personaje a quienes los latifundistas acusan de cuatrero por colaborar en el acarreo de animales desde el fundo El Llano hasta los corrales de ferrocarriles del Estado en Peralillo; es la figura que, desde la Isla del Guindo, la noche del triunfo de Allende, encabeza la marcha campesina con horquetas, garabatos, cascos, cuchillones, hasta la Plaza de Armas de Santa Cruz para celebrar el triunfo.

“Aquí yace un hombre malo, pero nunca tanto como los buenos”

En paralelo a su fama ascendente, a partir de su reelección en 1969 y del triunfo de Allende, se transformó en el enemigo número uno del “riñón oligárquico”. En 1971, junto a sus campesinos, intenta tomarse el fundo de los Baraona (padres del ministro de Economía de Pinochet, Pablo Baraona Urzúa), produciéndose una balacera que acabará con Marambio arrancando por canales y acequias y con el dueño del fundo muerto de un infarto.

Muerto en diciembre de 1973 de cáncer, el cuerpo de Joel Marambio es lanzado a una fosa común y en los 90, tras los esfuerzos de su hijo Max por darle sepultura digna, queda finalmente enterrado en Santa Cruz, en una tumba con el epitafio que siempre deseó: “aquí yace un hombre malo, pero nunca tanto como los buenos”.

Su pasión por el campesinado, lo llevara a escribir su único libro –Vendimia Interior– en el que evidencia su compenetración con ese cosmos:

“Yo he visto al campesino con las manos amargas

mordiendo su designio

y lo he visto ceñudo,

sudorosa las sienes,

devorando pan duro.

He visto sus pocilgas de puertas sin bisagra,

de paredes escuálidas,

que huelen a miseria…

yo he visto al campesino ahorcando su angustia”.

Coqueteó con el MIR de Miguel Enríquez, y no resultó casual que a la Isla del Guindo llegara periódicamente, entre otros, el mismo Miguel, Lumi Videla, y otros actores de ese referente político.  Hacia 1973, cuando la UP, hace agua, Marambio se presenta a la relección en marzo de 1973, pero solo como un compromiso con Allende pues desde fines de 1972, le aqueja una enfermedad terminal –un cáncer– que lo llevara a la muerte en diciembre de 1973, falleciendo en su casa custodiado por militares, solo y con sus hijos clandestinos o refugiados en alguna embajada.

Como se sabe, su cuerpo fue tirado originalmente a una fosa común y recién en los 90’ Max quiso darle una tumba más digna, pero finalmente sus restos se quedaron en Santa Cruz, con sus viejos y campesinos que lo acompañaron a todas partes y donde se colocó el epitafio que siempre deseó: “aquí yace un hombre malo, pero nunca tanto como los buenos”.

Joel Marambio se transforma, en especial durante la Unidad Popular, en “el Robin Hood” que quita tierra a los ricos y se la entrega a los pobres. Es el nuevo Manuel Rodríguez, “el diablo” de la oligarquía colchagüina.

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