Por equipo de El Regionalista.
Un grupo de reos pertenecientes al Tren de Aragua, recluidos en el REPAS, las querían todas. Que atendieran sus reclamos por el trato de Gendarmería, que les mejoraran la provisión de agua y, por último, que los trasladaran a otros recintos del país. Sus peticiones no venían por escrito ni a través de representantes: las orquestaron al interior del recinto en un intento de motín que provocó graves destrozos.
Se trató quizás de la peor situación que ha vivido el sistema de cárceles chileno en las últimas décadas, tras la cual fue difícil no ver la intención de la organización criminal venezolana: imponer sus condiciones en el penal tal como lo han hecho en su país de origen.
Visita del juez
El 14 pasado, en la habitual visita semanal a las cárceles se presentó en el REPAS el juez de Garantía, Fernando Fuenzalida.
Lo primero que encontró fue grandes cantidades de agua fluyendo por los pisos y un ruido ensordecedor. Era el noveno día de amotinamiento de un grupo de 31 presos, la mayoría venezolanos.
Todo había partido entre la noche del 5 y la madrugada del 6 de junio. Esa noche, las lluvias ocasionaron un corte de energía en el sector donde está el REPAS. El recinto mantuvo su alumbrado de emergencia activo pero los enchufes para aparatos eléctricos de los internos quedaron sin energía. Personal de Gendarmería dio explicaciones a los internos sobre lo que estaba aconteciendo, pero tres de ellos (Francisco Valero, Hernán Landaeta y Néstor Mojica) no solo no atendieron las explicaciones, sino que insultaron y amenazaron de muerte a los gendarmes.
A la mañana siguiente, los tres mencionados fueron llevados al patio donde se encontraron con otros tres recluidos (José Candurin, Bryan Sánchez, Leonardo Vásquez). Todos comenzaron a gritar e incentivar a otros presos que estaban en patios anexos, quienes saltaron los muros divisorios de 2,5 metros, se juntaron en el patio N° 3 e iniciaron desórdenes y destruyeron mobiliario (mesas de pinpón) que les sirvió para fabricarse armas con las que intentaron acceder al sector de Gendarmería. Allí fueron repelidos con elementos de servicio y gas lacrimógeno, resultando heridos tres reclusos y 12 gendarmes.
Sofocado el motín y reconducidos a sus lugares de reclusión, los presos iniciaron la destrucción de sus celdas: baños, cañerías, baldosas, marcos de ventanas, colchones.
Al momento en que el juez visitó el recinto, los amotinados no habían cesado en la destrucción y generando un ruido ensordecedor ocasionado por golpes a la infraestructura con el fin de importunar el descanso de los demás. De igual forma, sobrepasando la autoridad de los gendarmes, interactuaban directamente entre ellos, dándose instrucciones. Luego de alimentarse, arrojaban las bandejas al patio.
Simultáneamente, en Arica el Tribunal Oral en lo Penal que sustancia el juicio contra una treintena de miembros del Tren de Aragua recibió la solicitud de cautela de garantías de la defensa de cinco imputados recluidos en el REPAS, participantes en el motín. Los defensores alegaron que la falta de agua, la suspensión de visitas, la no entrega de encomiendas y el maltrato de Gendarmería no permitían a sus defendidos tener cabal conocimiento del juicio. Lo que no dijeron es que los cinco imputados destrozaron el sistema de agua, las instalaciones y, en definitiva, quisieron poner su bandera en el REPAS.
El Tribunal de Arica rechazó cada una de las solicitudes de los reos venezolanos que se amotinaron. Pero en el registro del sistema carcelario nacional quedó la marca del primer intento del Tren de Aragua por sentar sus reales en una cárcel de Chile.
El informe del juez Fernando Fuenzalida fue obtenido de El Mostrador.