Maximiliano Andrade Reyes, coordinador general de la Federación de Estudiantes de la Universidad de O’Higgins y vocero de Confech
Cada día se hace más recurrente el discurso de la derecha y la ultraderecha de disminuir el estado, de quitarle la “grasa”. Es un discurso recurrente pero obviamente, no consecuente. Es cosa de ver las páginas de transparencia del Congreso, o Portal Transparencia para ver cómo personeros de todos los tipos de derecha ganan sueldos millonarios que paga el Estado y obviamente sin las capacidades para ello.
Un caso reciente de este doble discurso es la contratación de la parlamentaria Chiara Barchiesi, quien vocifera enérgicamente que hay que dejar de darle plata al Estado, pero curiosamente su esposo trabaja en el proceso constituyente y su hermano es convencional: la plata queda en familia. Pero no solo eso, también contrata a personajes para seguir polarizando el debate público. Tal es el caso del ex carabinero acusado de empujar a un manifestante al río en Santiago durante las protestas del estallido. Nuevamente el Estado le da cobijo y lo alimenta, pasó de ser un funcionario de carabineros, con todo pagado con nuestros impuestos, a ser un funcionario de la Cámara Baja. ¿Para qué? Nuevamente para ser mantenido por el Estado de Chile. Qué fácil es ser de derecha, violar los Derechos Humanos y ganar bien.
Pero, este sin duda no es el único caso que existe en la derecha. En la región de O’Higgins tenemos un caso, ya a estas alturas icónico. Se trata de la ex ministra Isabel Pla o, según Transparencia, la asesora territorial del senador Macaya, con un sueldo de más de $ 1.500.000. Pero para vociferar acerca del cuerpo de otras, ahí sale Pla. ¿Se justifica su sueldo millonario durante meses? No. El Estado nuevamente como caja pagadora de discursos de odio del sector que pretende cortarlo y reducirlo.
Sin duda, este tipo de conductas no son nuevas y se remontan desde antes del retorno a la democracia, siendo siempre el mismo sector quien quiere menos Estado, pero que vive de él fácilmente. Vemos el caso de Longueira, Hernán Larraín o Kast. Años viviendo del Estado con sueldos millonarios, con cargos rimbombantes y con poca preparación real, o para qué decir de trabajos en donde el Estado no esté ligado, pero lo niegan y peor aún, solo quieren el Estado para ellos y sus amigos, para después reducirlo como lo han hecho.
3 comentarios en “El Estado como caja chica”
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