El ethos nacional, nuestra institucionalidad fallida y el caso Hermosilla

Los WhatsApp de Luis Hermosilla permitieron, nuevamente, poner luz sobre una institucionalidad fallida. A contrapelo de lo que alguna vez sentenció el expresidente Ricardo Lagos sobre el funcionamiento de la institucionalidad, cuando estallan estos casos se visibiliza una débil y quebradiza arquitectura, pero gracias a derivas menores.

Por Edison Ortiz

Estamos en el ojo del acontecimiento que hoy hace tambalear nuestro sistema institucional y que tiene como figura central al ex jefe de asesores del ministro del Interior Andrés Chadwick. En todo lo que se ha sabido periodísticamente de la filtración del llamado caso Audios llaman poderosamente la atención tres cosas que constituyen, a propósito de Fiestas Patrias, ya casi un ethos colectivo del alma nacional, cuya expresión popular se manifiesta en banderas, autos engalanados con símbolos patrios y hasta con gente que conmemora con ropa interior tricolor.

El ministro del interior Andrés Chadwick y su asesor jurídico Luis Hermosilla. Radio Universidad de Chile.

La violencia institucional, avalada por nuestra brutalidad histórica que, cada cierto tiempo, nos retrotrae a las formas bélicas con que se configuró este país, cuyos cimientos se erigieron sobre la base del robo y expoliación de los pueblos indígenas por parte de sus invasores quienes, además, constituyeron una sociedad sobre la base de la violación sistemática de sus mujeres con varios efectos secundarios que perduran hasta hoy.

Frontis de la Hacienda El Huique desde donde se erigieron dos presidentes en el siglo XIX.

Ejemplo de lo anterior es nuestro menosprecio a las etnias originales, así como el surgimiento de un poder omnipotente que se originó en el conquistador, pasó por el hacendado, siguió luego con una oligarquía autoritaria ruda y de escasa formación cultural, y culminó en el presente con unas pocas familias, se dice vulgarmente que siete, que controlan a diestra y siniestra nuestra institucionalidad y a los bufones que componen su corte.

Efecto de aquello fue, también, la irrupción de grupos subalternos, los “medio pelo” (así se los calificó durante el siglo XIX), entre cuyos componentes hay una larga nómina de personajes que han servido a los poderosos en nuestra historia. Ayer fueron los Martín Rivas, así como en el mineral El Teniente ese papel lo desempeñó “Mister Jara” antes de la nacionalización del cobre, y hoy son los Oscar Garretón y recientemente los Luis Hermosilla con una historia que se repite: provenientes de familias humildes y de izquierda que acceden a la universidad pública, espacio donde logran vincularse con los de siempre y culminan luego al servicio de los mismos, contradiciendo su propia historia. Luego de traicionarse a sí mismos, hacerlo con los otros no tendrá límites ni generará culpabilidad moral.

Otro elemento que logra evidenciarse en esta nueva trama del rey desnudo en la plaza pública, es la configuración de una arquitectura institucional que, como bien se ha visibilizado en el caso Audios, resulta ser en el ethos colectivo de esta oligarquía, la extensión de su propia influencia personal y familiar.  Ayer el hacendado, hoy el gran empresariado percibe como algo natural que lo público es una extensión de lo propio, tal cual lo señaló Eduardo Matte. Solo de esa manera se explican casos como Penta, SQM, las boletas falsas y toda la trama impúdica, incluida la hipotética autonomía de la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), que giraba en torno al abogado Luis Hermosilla.

Así logran también comprenderse las cuestionables actuaciones del expresidente Piñera en múltiples oportunidades así como la defensa destemplada de su padre que hizo Javier Macaya en su calidad de senador y presidente de un partido político o toda la trama de corrupción que rodeó al entorno íntimo del malogrado exmandatario y que tuvo como foco al ministerio del Interior dirigido por su primo Andrés Chadwick.

Eduardo Matte Pérez autor de la famosa frase “los dueños de Chile somos nosotros”.

Los WhatsApp de Luis Hermosilla permitieron, nuevamente, poner luz sobre una institucionalidad fallida. A contrapelo de lo que alguna vez sentenció el expresidente Ricardo Lagos sobre el funcionamiento de la institucionalidad, cuando estallan estos casos se visibiliza una débil y quebradiza arquitectura, pero gracias a derivas menores.  Así sucedió con Al Capone a quien solo se logró procesar y luego condenar por evasión de impuestos y no por su larga lista de crímenes.

Al igual que en el clásico filme de Scorsese, “Los Intocables”, siempre la corrupción desatada se destapa porque a alguien no se le entregó su parte del botín. De ese modo salieron a la luz pública el caso Penta y así se develó también la trama SQM y su arista, las boletas “ideológicamente falsas”, y ahora los audios de Hermosilla visibilizaron toda la trama y esquema de facturas falsas en la que están involucrados servicios públicos, actores políticos, corredores de bolsa y empresarios.

En cada uno de ellos, la institucionalidad construida para evitar este tipo de delitos nunca funcionó y dichos escándalos solo llegaron al escrutinio público porque, como dice el refrán popular, “alguien se fue de lengua”.

Otra evidencia más de que el poder de la hacienda, hoy con estructuras más sofisticadas que el látigo del latifundio, permanece incólume. Así lo ha develado el caso audios. ¡Viva Chile mierda!   

La arquitectura de la organización del Estado chileno: una institucionalidad fallida.

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