Por Rolando Cárdenas
La semana pasada hacíamos referencia a la construcción del mito Piñera, que como un moderno Rodrigo Díaz de Vivar ha logrado en unas pocas horas pasar de un expresidente cuestionado por adherentes y opositores a transformarse en un estadista, cuyo recuerdo se agigantará en el tiempo, de acuerdo a lo que nos indica la última encuesta CADEM.
No hay que sorprenderse con este fenómeno, relacionado con la nostalgia por el pasado que invade a las sociedades en crisis, que hace tiempo perdieron las certezas que les permitían enfrentar con confianza el futuro. El revival concertacionista, el reconocimiento transversal (o casi) al expresidente Lagos cuando anunció su retiro de la vida pública, son muestras de esa mirada nostálgica al pasado que se refleja en la frase todo tiempo pasado fue mejor.
Hay, por cierto, caminos para el desarrollo y valores que son rescatables, la democracia liberal, la economía de mercado, el diálogo y la búsqueda de acuerdos, el reconocimiento a la legitimidad del adversario político, pero de ahí a querer aplicar las políticas públicas de antaño sería un error de graves consecuencias.
Los problemas estructurales de hoy tienen un grado de complejidad para cuya respuesta en todas sus dimensiones la fórmula tecnocrática no es suficiente, y esto se relaciona de manera directa con el último ranking sobre la democracia que presentó la revista The Economist. En dicho listado, Chile paso de ser una democracia plena a una democracia defectuosa y es interesante que lo que nos hizo bajar en este ranking son dos factores: la baja participación política y la falta de cultura cívica, dos elementos claves para poder enfrentar los problemas de sociedades complejas como las del siglo XXI.
Ante la dramática muerte de Piñera, querer utilizar políticamente la respuesta emocional de las personas para sacar dividendos, en el mediano plazo puede ser un error muy grave de las fuerzas políticas que lo intenten hacer.
Sin embargo, es importante hacer notar el impacto que ha tenido este acontecimiento en las fuerzas políticas.
En el oficialismo
El reconocimiento por parte del presidente Boric de que cuando fueron oposición «las querellas y recriminaciones fueron más allá de lo justo y razonable, hemos aprendido de ello y todos debiéramos hacerlo», han provocado una fuerte división en la alianza gobernante, los partidos del socialismo democrático y parte del Frente Amplio respaldaron sus palabras, el PC y otra parte del FA lo acusaron de negacionismo.
Está claro que los procesos que vive el oficialismo van a marcar nuevas alianzas en ese conglomerado- De hecho, hoy no es tan claro que Apruebo Dignidad persevere como alianza; el PS debe resolver cómo se articula hacia el futuro, si con el FA o mantiene relación con los restantes partidos de su sector, PPD, PR y PL, o cómo se integra la DC.
Aun cuando se ordene lo electoral en relación con los próximos comicios por cargos unipersonales de alcaldes y gobernadores, la disputa de las fuerzas políticas por concejalías y cores que permitirán medirse de manera individual será otro factor que marcará este realineamiento que vive el oficialismo.
Pero tras este realineamiento no podemos olvidar que hay diferencias ideológicas entre estas fuerzas y que lo electoral no siempre podrá postergar su discusión, todo esto además en un mundo que cambia día a día por el impacto de las tecnologías, y nuestras elites no han tenido la capacidad de aquilatar el impacto de esos cambios.
El gobierno poco ha hecho y menos podrá hacer en el futuro para incidir en el acomodo de este escenario.
En la oposición
Kast y los republicanos han sido los que más han perdido en este escenario, ya mermados por la derrota del 17D la muerte de Piñera los hunde más ya que ellos, así como el FA, se construyeron sobre la base de cuestionar a Piñera y Chile Vamos. Ellos representan a la derecha que no quiere dialogar y que hoy son las antípodas de los valores que han revestido al expresidente.
Y pese a que Evelyn Matthei ha tenido la capacidad de transformarse en la figura que resulta ungida para la próxima disputa presidencial, los liderazgos jóvenes de Chile Vamos han tratado de capitalizar esta idea de la existencia de un piñerismo conformado por los rostros de relevo en los distintos partidos, frente a lo cual la respuesta del establishment partidario ha sido transformar a Andrés Chadwick en la figura que reemplazará a Piñera y a quien se le ha solicitado ser el articulador de la oposición. Ubicar a este viejo coronel de la UDI es una jugada que busca favorecer los intereses de ese partido en particular y lograr que los socios controladores de ese conglomerado no vean mermada su influencia.
Pero la derecha vive también su propia discusión ideológica que Piñera no resolvió sino solo postergó, concentrando su esfuerzo en la gestión, algo que funcionó en su primer gobierno, pero fracasó rotundamente en el segundo. Para entender este fenómeno y sus alcances les recomiendo leer el artículo “Sebastián Piñera y las tres derechas”, en Ciper, del cientista político Marcelo Mella, pichilemino y gran amigo de este medio.