El karma y el samsara en la cultura chilena: reflexiones sobre la evolución intergeneracional

“La falsa imaginación te enseña que cosas tales como la luz y la sombra, el largo y el alto, lo blanco y lo negro son diferentes y tienen que ser discriminadas; pero ellas no son independientes una de la otra; ellas son aspectos diferentes de la misma cosa, ellos son conceptos de relación, no la realidad” (Proverbio tibetano)

Por Marcel Albano

En la cultura chilena, la transmisión de valores y experiencias entre generaciones ha sido fundamental para la conformación de nuestra identidad colectiva. Este proceso puede entenderse a través de los conceptos del karma y el samsara, originarios de la filosofía oriental, pero que han encontrado eco en nuestras prácticas y creencias locales. La ley de la causa y efecto, alejada de la superioridad moral, implica comprender que lo que se tiene por virtuoso en el presente, puede ser un sufrimiento futuro.

En la búsqueda de un futuro mejor, nuestros abuelos y padres, nacidos en el siglo XX, nos inculcaron la necesidad de «ser alguien» en la vida. Para ellos, que crecieron en un contexto de pobreza, violencia política y escasas oportunidades, esto significaba estudiar y trabajar arduamente para superar las limitaciones de su propia infancia. Este deseo de progreso, aunque bien intencionado, a veces resultó en un enfoque excesivo en el consumo de bienes materiales, lo que ellos no tuvieron en su niñez, se ha proporcionado sin sabia medida. Una costumbre que, del mismo modo, reforzada por los nuevos padres de la sociedad del siglo XXI, satura las infancias con la última tecnología, distrayendo sus mentes de sus dones naturales. La nueva sociedad chilena, intenta entrenarse bajo la ley de la impermanencia y transformación constante en nuestras vidas, similar al concepto de samsara, creyendo alcanzar estados de felicidad que generalmente se relacionan con el deseo y placer mundano. Sin embargo, esta búsqueda también implicó una reconfiguración de nuestras identidades, a menudo desconectándonos de nuestras raíces comunitarias, del contacto cara a cara, del espacio de la escucha activa, y la comprensión de los otros.

En las nuevas generaciones, paralelamente, el karma se manifiesta en cómo nuestras acciones pasadas han influenciado las generaciones de nuestro presente y futuro. Las decisiones colectivas, ya sean virtuosas o negativas, dejan una huella en nuestra sociedad. Así, lo que en los tiempos de la abundancia dio identidad de crecimiento económico, hoy lo vemos como un efecto de consumismo junto con un individualismo que ha fragmentado el tejido social que antes unía a las familias numerosas y solidarias.

Un cambio que se vislumbra en la transformación del Yo Social. A lo largo del siglo XX, la televisión fue un símbolo de esta transformación. En los hogares chilenos, la pantalla era un punto de encuentro familiar. Sin embargo, con la llegada de nuevas tecnologías en los años ‘90, cada miembro de la familia comenzó a tener su propia pantalla, promoviendo intereses individuales y reduciendo la interacción colectiva. Esta evolución tecnológica culminó en el siglo XXI con la prevalencia de dispositivos personales como celulares y laptops, consolidando un yo individualista que vive heredero del encierro de la pandemia y el caos de la sociedad deconstruida con la vanidad intelectual y el deseo ser aceptado, utilizando la tolerancia y la libertad de expresión, en una pulsión que es contradictoriamente intolerante. El yo individualista, es ansioso con el tiempo presente porque, a fin de cuentas, toda la existencia humana es una experiencia mental, y la experiencia del tiempo contemporáneo no deja espacio para meditar y reflexionar sobre lo que creemos como cierto, único y verdadero.

El karma de nuestra sociedad parece haber sido el cambio de un yo social comunitario a un yo individualista, justificado por una supuesta libertad personal. En la actualidad, la inteligencia artificial representa una nueva etapa en esta evolución, con el potencial de reorientar nuestras conexiones sociales y personales.

Es crucial reflexionar sobre cómo nuestras acciones afectan no solo nuestras vidas, sino también las de las generaciones futuras. ¿Podremos encontrar un equilibrio entre el progreso material y la preservación de nuestros valores comunitarios? La respuesta a esta pregunta determinará el karma de las próximas generaciones en la cultura chilena, y tal vez desapegar a la sociedad chilena, al fin, de todos aquellos aferramientos que por décadas han alimentado prácticas de división social y enemistad cívica.

@marcelenredes

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14 comentarios en “El karma y el samsara en la cultura chilena: reflexiones sobre la evolución intergeneracional”

  1. Que diagnóstico tan acertado, el siglo 21 trae estas contradicciones, están todas las herramientas de comunicación y tan aislados que estamos, necesitamos que constantemente la aprobación del que físicamente está lejos, para validar nuestra vida.

    1. A partir del título ya me complica definir la «cultura chilena», porque nos guste o nó; carecemos de elementos culturales transversales que nos identifiquen. Acto seguido, el modelo económico nos forma y empuja hacia el concepto de aldea universal. Esa aldea donde tienen que convivir marginales, esclavos y los de arriba, mismos que han estado ahí desde la colonia. Al ser una sociedad pobre en valores comunitarios, un equilibrio con progreso material es demasiado efímero, sin la conciencia social de pueblo.

      1. Gracias por tu comentario. En efecto, «cultura chilena» es en si un concepto vago, y comparto el concepto técnico de cultura, que en sí, posee muchos enfoques en las ciencias sociales y la opinión pública. Desde el punto de vista de la cultura como un sistema operativo complejo de normas, valores, hábitos y costumbres, formas de socialización y organización social, en efecto, la diversidad de grupos y posiciones de los individuos en la estructura social, hace cultura dinámica y compleja. Sin embargo, en general, todo grupo humano posee regularidades y patrones independiente de cómo se constituyan las subculturas e identidades culturales, como, el liderazgo: un tema transversal. Finalmente, «cultura chilena» intentó, sin tanto éxito, explicarse por sí mismo. Saludos cordiales.

    2. Zigmut Bauman predijo este fenómeno a comienzos del 2000. Hay vídeos muy buenos de su enfoque para leer la realidad actual y comprender los cambios que realizamos en la sociedad al realizar cambios tecnológicos disruptivos sin considerar sus consecuencias.

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