El PS y la caída de Miguel Ángel Aguilera: ¿el silencio de los inocentes?

Por Edison Ortiz

Para quienes lo conocimos, aún periféricamente como es mi caso, fue un poco dramático y triste ver a Miguel Ángel Aguilera, ex alcalde de San Ramón, ingresando a la cárcel. Mal que mal, no pocos actores relevantes del Partido Socialista -algunos de relevancia nacional- conocieron y compartieron con él visiones o proyectos e hicieron política juntos.

El nuestro es un país donde Pinochet fue declarado demente por la Corte Suprema para evadir la justicia de primera y segunda instancia que lo había declarado reo, en el que nuestro actual gobernante fue multado por usar información privilegiada para ganar dinero en la bolsa (lo que en Estados Unidos le hubiera significado ir a prisión). Un país donde, salvo el ex senador Jaime Orpis, los involucrados en el financiamiento irregular de la actividad política han zafado sin ir a prisión y donde dos empresarios pagaron sus delitos con clases de ética. O en el que Julio Ponce Lerou no tuvo siquiera que tomarse la molestia de ir a declarar a un tribunal. Da la sensación que tanto el ex senador UDI por Arica y Parinacota (por arriba) y el ex alcalde Aguilera (por abajo) han sido los patos de la boda que permitieron al resto salir libres de polvo y paja y continuar mirando para el lado.

Miguel Ángel Aguilera es un político local de la época del pragmatismo, del yo primero, de la política como espacio de movilidad social sin contenido y, finalmente, sin escrúpulos a la hora de construir una base de poder personal, aunque sea con personas y matones vinculados a la comisión de delitos.

No obstante, es inevitable que los directivos del PS, Álvaro Elizalde y Andrés Santander, e incluso la propia candidata presidencial de la tienda, quien guardó silencio al respecto, comiencen a pagar las consecuencias de no haber roto el cordón umbilical con el cuestionado edil, que por años formó parte del acuerdo interno que mantiene a la actual mesa. Aunque ahora le den la espalda.

Miguel Ángel, contra el presente vergonzante

El ex alcalde, recién defenestrado, comenzó su carrera política en torno a las luchas populares contra la dictadura. En ese contexto, llegó a militar en una de las facciones del PS, la Renovación Socialista. José Miguel Insulza, quien no ocupó un rol relevante en el gobierno de Aylwin ni en la dirección socialista, ejerció en el PS unificado a principios de los años 90’ como presidente del regional más importante del país, el Metropolitano. En esa condición, anudó lazos con Aguilera y con otros dirigentes locales, a los que promovió cuando comenzó a desempeñar roles relevantes en los gobiernos de Frei y luego de Lagos. Aguilera se trasformó en uno de sus protegidos, lo que también sucedió en parte con Álvaro Elizalde.

Al salir Insulza de Chile, el aspirante a concejal Aguilera siguió vinculado en el plano interno al sector de Ricardo Núñez y a Marcelo Schilling.  Allí fue aprendiendo como “construir maquinaria interna”, “plancharse adversarios” y ascender en política. Un incipiente control territorial lo transformó en flamante concejal de la comuna de San Ramón a partir de 2000, condición en la que permaneció hasta ser electo como alcalde en 2012, coronando una larga aspiración. Además, logró ir ascendiendo lentamente en el mapa político interno del PS, hasta hacerse con un cargo del Comité Central, posición desde la cual se comenzaron a escuchar sus sueños de grandeza, entre otros el de hacerse con la presidencia del PS.

Participó activamente, como parte de la “renovación de los pobres” –o Flaites, en oposición a la de los Barones– en el golpe de estado que derribó a la directiva de Gonzalo Martner, a fines de enero de 2005, para quedar en una buena “pole position” frente a un probable gobierno de Michelle Bachelet. Camilo Escalona y Osvaldo Andrade, que conocen al dedillo la nueva sociología del PS, captaron el fenómeno que representan Aguilera y otros líderes locales emergentes sin ideología ni mayor compromiso que no sea el de promover sus carreras en el partido y en el Estado, y les ofrecieron cargos parlamentarios, municipales y de gobierno para avanzar en su proyecto de control del PS.

A partir de 2013-2014 empezaron a correr rumores sobre el eventual vínculo de Aguilera con microtraficantes y se comentó de una supuesta golpiza sufrida producto del incumplimiento de un acuerdo con ellos. En el resto del sistema político también se expandieron en la época los primeros rumores sobre nexos de alcaldes UDI y también PPD con el mundo del microtráfico, presentes en las comunas en que realizan trabajo político. Es por aquella época que El Mostrador publicó una primera columna de mi autoría sobre el encuentro entre actores políticos, líderes evangélicos y microtraficantes en territorios en los que la presencia del Estado y los servicios públicos es débil o apenas existente y en el que prevalece el trabajo precario e informal como nexo social principal en zonas sin presencia de la ley. Fue entonces que se inició la debacle de la política transicional: los actores políticos, sociales y religiosos tradicionales serán gradualmente reemplazados por gente vinculada a las iglesias protestantes o bien al submundo narco, proceso que ha adquirido una frecuencia cada vez mayor.

Mientras tanto, Aguilera continuó haciendo crecer su poder en el área sur de la Región Metropolitana. Su modelo de dominio territorial clientelista y sin escrúpulos empezó a ser exportado a regiones al interior de su colectividad, siendo una de ellas la de O’Higgins. Con él se fueron a trabajar varios personajes vinculados al mundo de la “renovación de los pobres”, los que colaboraron en hacer crecer sus tentáculos de manera no muy elegante, como en la comuna de Chimbarongo. Por esa vía llegó a trabajar con él incluso quien fuera la sorpresa electoral en la primera elección de gobernador en nuestra región este año, Franklin Gallardo, quien se presentó como independiente ecologista y llegó, en su entonces condición de socialista y vinculado a este grupo, a ser director del COSAM La Bandera de la comuna de San Ramón.  

A Aguilera lo vi por última vez en 2015, en el hotel Crown Plaza, en compañía de José Miguel Insulza y del diputado Marcelo Schilling, mientras quien escribe estaba en un curso de capacitación laboral. Por aquel tiempo, el PS enfrentaba una elección interna y ellos eran protagonistas. El ya alcalde se erigirá luego como uno de los vicepresidentes de la colectividad, en una lista junto a su compañero de fórmula Camilo Escalona.

PS: todos somos Aguilera.

Cuando, por la publicación de un reportaje en TVN, estalla el caso de los nexos de Aguilera con personas condenadas por la justicia en 2017, nuevamente El Mostrador me publicó una columna titulada “El PS y Miguel Ángel Aguilera: crónica de un escándalo anunciado”, en la que describo cómo el PS, en especial sus órganos directivos, hicieron la vista gorda sobre la situación del alcalde, a pesar de la evidencia que pesaba sobre él. Lo hizo Isabel Allende quien, cuando recibió algunas advertencias sobre el personaje, señaló: “son cosas que dicen sobre él, pero no hay pruebas”. Lo hizo Camilo Escalona, cuando lo transformó en su compañero de fórmula. Lo hizo el grupo de la renovación de Ricardo Núñez, que le brindó un espacio de crecimiento a su lado y, pese a los datos, lo amparó. Lo hizo el actual presidente de la colectividad, Álvaro Elizalde, quien, como se sabe, renovaba su permiso de circulación en la comuna del alcalde y compartía la mesa directiva y el acuerdo interno con él. Uno de los hombres de confianza de Elizalde, Eduardo Bermúdez, fue por mucho tiempo jefe de gabinete de Aguilera, mientras recientemente fue designado como encargado nacional de la Secretaría de Organizaciones Sociales y Populares, aunque Águilera ya había renunciado al PS ante la presión de la opinión pública. Incluso José Miguel Insulza obtuvo su más alta votación en la más reciente elección para el Comité Central del PS en la comuna donde su protegido era alcalde. En la elección municipal de 2021, el PS, que debía dar una lección tajante sobre el tema, prefirió omitirse en la comuna de San Ramón y apoyar discretamente a un candidato de otro partido.

Ahora vendrá el linchamiento en la plaza pública de un personaje político de origen popular que cayó por su propia responsabilidad al rodearse de personas perseguidas por la justicia y por el desvío de recursos del municipio, del que es acusado por la Fiscalía. Así, se intentará señalizar simbólicamente la exorcización del mal, soslayando una responsabilidad colectiva por la tolerancia con prácticas corruptas nacidas de la despolitización de los partidos y su instrumentalización para meros fines personales, ya sin proyectos colectivos ni voluntad de producir transformaciones en la sociedad.

El modelo de dominio territorial clientelista y sin escrúpulos de Aguilera empezó a ser exportado a regiones al interior de su colectividad, siendo una de ellas la de O’Higgins. Con él se fueron a trabajar varios personajes de la región y por esa vía llegó a trabajar con él incluso quien fuera la sorpresa electoral en la primera elección de gobernador en nuestra región este año, Franklin Gallardo.

Lo reprochado a Aguilera no se asemeja ni por lejos a lo reclamable a los Pinochet, Karadima, Ponce Lerou, o los parlamentarios del “raspado de olla”.  Tampoco es Pablo Escobar ni un narcotraficante, sino un político local de la época del pragmatismo, del yo primero, de la política como espacio de movilidad social sin contenido y, finalmente, sin escrúpulos a la hora de construir una base de poder personal, aunque sea con personas y matones vinculados a la comisión de delitos.

Pero nadie escudriñará si efectivamente el fenómeno que representó se extingue o no luego de su paso por la política. Nadie tampoco pondrá el foco en los electores que, a sabiendas de lo que sucedía, lo reeligieron una y otra vez, tal como ha ocurrido en otras comunas con ediles con problemas con la justicia. Nadie pondrá los ojos en un segmento de esos protagonistas claves en tiempos de elecciones que desde hace años dejan que otros decidan por ellos. O que, cuando votan, lo hacen pensando en un supuesto favor que se les hizo con dinero público.   

¿Será Aguilera el chivo expiatorio para que la situación continúe igual? No lo sabemos, pero ya no estará el ex alcalde en el sistema político que lo vio crecer, un sistema que no supo impedir, a pesar de diversas advertencias, su progresiva y visible caída en el infierno.

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