El sello original de los técnicos agropecuarios de Graneros

Sin estridencias, la Escuela Agrícola “Cristo Obrero” de Graneros contribuye año a año a formar técnicos agropecuarios con un sello reconocido por las empresas que los reciben, mérito que destaca porque en su gran mayoría, proceden de familias vulnerables.

Por Claudio Urtubia Cornejo

En Graneros, hay una escuela de las más antiguas de la comuna que, sin ruido, luce resultados que sobresalen. De sus egresad@s, sobre el 50% continúa estudiando en la Educación Superior; casi el 90% se titula a los dos años de salir y 8 de cada 10 ocupa la beca del Mineduc para práctica profesional. En otros establecimientos de Educación Técnica, esas cifras son bastante menores: poco más de un tercio, 60% y 45%.

Todos estos logros hay que contrastarlos con la realidad socio familiar de sus 320 estudiantes: la gran mayoría está en los quintiles más vulnerables de la comuna.

Insignia

Es la Escuela Agrícola Cristo Obrero, fundada en 1954 por el entonces párroco de Graneros, Carlos Salamanca (ver recuadro), que forma a técnic@s agropecuari@s con mención en agricultura.

Pero la característica que más releva es la que reportan las empresas que reciben a los egresados en práctica: son jóvenes que destacan por relacionarse con respeto con sus iguales y superiores, lo que es una ventaja para la adaptación a las organizaciones laborales.

Precisamente allí está una de las fortalezas de la Escuela Cristo Obrero, que se pone a prueba en los convenios para práctica que tiene con Bayer, Monsanto. Syngenta, Tuniche, Limagrain, Garcés, Gárate, Río King, Agrosuper, es decir, las más importantes de la agroindustria y líderes en producción de frutas y semillas.

Cristian Reyes Barra, Director Escuela Agrícola Cristo Obrero

En la actualidad, el centro de estudios saltó de 280 alumnos a 320, que es la máxima capacidad que toleran sus instalaciones. El crecimiento se produjo en apenas dos años, tiempo que coincide con su reorganización a partir de la designación de su nuevo director, Cristian Reyes Barra. El nuevo líder representa, de alguna forma, el sueño que acompañó la fundación de la Escuela hace casi 70 años: brindar oportunidades de crecimiento a familias campesinas. Porque Reyes es hijo de temporeros de Graneros, egresado de la carrera de técnico agropecuario del mismo establecimiento y decidió estudiar pedagogía en Historia, con el propósito de alguna vez devolver la mano a la escuela que hizo posible su formación. El director de “Cristo Obrero” está aplicando toda su formación en la tarea de liderar el establecimiento, incluyendo el magister en Desarrollo y Gestión de Organizaciones para el Cambio que cursó en la Universidad Autónoma de Barcelona, España.

Pilares formativos

Lo primero que advirtió el nuevo director fue que el descenso de matrícula se producía por deserción, incluso más que por falta de interés de posibles nuev@s alumn@s. Con su equipo, entonces, decidió trabajar en dos frentes: conformaron una Unidad de Convivencia Escolar, que interviene en cuanto se producen dificultades de adaptación de l@s estudiantes o problemas entre pares o con profesor@s. Al tiempo, l@s profesor@s empezaron a abordar dichos problemas en cuanto aparecen. Con esas dos intervenciones, lograron que la deserción prácticamente desaparezca, lo que fue el principal factor en la estabilización de la matrícula en la capacidad máxima de 320 alumn@s.

El equipo de la escuela trabajó en seguida el perfil del estudiante con un sello sustentado en tres características: fraterno, protagonista, constructor. La propuesta es que todas las instancias formativas asuman y den respuesta a esas características. El componente fraterno, por ejemplo, que apunta a una relación cercana y respetuosa entre profesore@s y alumn@s, en la que se toma en cuenta lo que impacta a la vida estudiantil del alumn@, aún en aspectos de la vida familiar, es asumido también por la Pastoral de la escuela. El componente “constructor” lo desarrollan en la disciplina de un trabajo constante y riguroso, en el que cada uno debe asumir su aporte al quehacer comunitario. En tanto que para el componente “protagonista”, estimulan un rol activo de l@s estudiantes en su aprendizaje y no sólo como receptores de conocimientos, incluso haciéndose cargo del apoyo a la formación de sus compañer@s.

Y a nivel de formación práctica, están fortaleciendo el “campo de experiencia agrícola”, un terreno de cinco hectáreas que está en camino a Tuniche, donde los estudiantes despliegan habilidades en riego, forrajeras, poda, entre otras. Al final de cada año, l@s alumn@s deben realizar un circuito completo en el que se evalúan las competencias adquiridas en el manejo del campo y del ganado, de acuerdo al nivel de cada un@. En total, al año quienes están en 3° Y 4° medio deben realizar al menos 5 jornadas completas en el campo, las que se suman a otras 5 que deben realizar en modalidad pasantía en empresas con las que la Escuela tiene convenio.

A nivel de la organización de la comunidad escolar, los dos últimos años también trajeron novedades. Sobre la base de un concepto de liderazgo distributivo y democráctico, la Escuela impulsó una instancia en la que participan padres, estudiantes y el equipo formador y administrativo: asambleas generales que se realizan tres veces en el año. Las asambleas son un espacio en el que se escucha pero también se resuelve. Otra instancia es el consejo general que convoca a trabajadores y trabajadoras, docentes y asistentes de la educación, quienes discuten cómo abordar situaciones específicas relacionadas con la formación de l@s estudiantes o cómo organizar las tareas con la finalidad de optimizar el quehacer educativo.

Aprender constantemente

El propósito de estas acciones y principios, explica el director de la Escuela Agrícola, es que la formación tenga sustento valórico y práctico y fortalezca en l@s jóvenes atributos que les permitan adecuarse a nuevas realidades, aprender constantemente y asumir un rol de liderazgo en los espacios laborales donde se desempeñen.

Por lo anterior, la formación de la escuela también considera una línea agroecológica práctica en ciernes, con composteras, acumuladores de agua lluvia y manejo restringido de agroquímicos. Todo ello, con el fin de mostrar concretamente que el crecimiento de la actividad no sólo se realiza en la agricultura intensiva y que puede ir de la mano de la sustentabilidad y de prácticas amigables con el medio ambiente.

El camino de la Escuela Agrícola Cristo Obrero tiene todavía etapas por cumplir, como fortalecer su sello formativo, mejorar su campo de experiencias y renovar infraestructura, tarea difícil esta última porque, pese a atender a jóvenes vulnerables, el Estado no aporta financiamiento con este fin a instituciones subvencionadas.

Y pese a ello, el esfuerzo se mantiene, hoy, atendiendo a casi un 50% de estudiantes de familias urbanas que optan por el establecimiento, en el que ya casi el 40% son mujeres que sueñan con trabajar como técnicas agropecuarias.

Siete décadas de oportunidades para familias vulnerables

Hace casi 68 años, en marzo de 1954, el cura párroco de Graneros, Carlos Salamanca, fundó la Escuela Agrícola Cristo Obrero con el propósito de formar a jóvenes de familias campesinas.

Por esa época, no había luces ni siquiera de la reforma agraria “del macetero”, como se llamó al intento descafeinado de cambiar la estructura del campo, que llevó la firma de Jorge Alessandri en 1962. El campo en Chile y sobre todo en la Zona Central, seguía sin modificaciones con una estructura agraria casi colonial, en la que obedecía el inquilino y mandaba el futre. El patriarcado duro y también violento, con escasos derechos para el campesino, adoptaba un tono a ratos dulce en la voz de la misiá, la esposa del patrón.

El párroco Salamanca impulsó la formación de jóvenes en actividades, en las que incluso participó el padre Alberto Hurtado, y también la Juventud Obrera Católica. Esas actividades y la fundación de la Escuela Agrícola “Cristo Obrero”, fueron la cara de un catolicismo social que una década después llevó al cardenal Raúl Silva Henríquez a entregar a sus inquilinos, la propiedad de fundos en el entorno de Santiago, hasta entonces en manos de la Iglesia Católica.

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