«Kast y el soponcio de las élites»
Por equipo de El Regionalista
Las élites, independiente de su orientación política, se caracterizan por el desprecio a los que miran como grupos menos educados, sin ese cosmopolitismo que les impide tener el tan necesario savoir faire que les da el conocer el mundo y sus más elevadas expresiones culturales.
Esto es más patético en el denominado red set que enarbola sus creencias y supersticiones, atribuyéndose la representación legítima de esa clase popular hoy llamada pueblo.
Para esa mirada despreciativa, esos grupos ignorantes se dejan engatusar por los populismos de uno u otro bando. Una muestra de ello es nuestra elección presidencial. Kast, que marcha con las banderas del orden y la autoridad y se ha consolidado como uno de los dos candidatos que pasará a segunda vuelta, fue mirado con desprecio por quienes idearon esa construcción del marketing político, encarnada por Sebastián Sichel, que recoge la vieja utopía yanqui del self made man. Lavín, que era la mejor carta del sector, no superó el casting de los barones de la derecha y de los grandes empresarios, porque se declaró partidario de cambiar este modelo al que tanto deben. Hoy, el ungido por la élite de derecha estaría disputando quien es el peor de todos con Artés y ME-O, y su electorado migró rápidamente al candidato que ellos veían como un payaso, Kast.
La izquierda, partió descalificando como ridículos a quienes advirtieron del peligro electoral que representaba Kast, sus electores fueron tratados ya no solo como fachos pobres, sino como personas de supina ignorancia e incultos que no entienden el mundo en el que viven. Un fenómeno que también ocurre en Estados Unidos con los llamados “white trash”. Es decir, aquellos dejados atrás por la modernización, los que han perdido sus trabajos por la mecanización.
Tras esa visión prejuiciada, en el mundo la izquierda no ha dado con la fórmula para enfrentar con éxito a Trump, a Bolsonaro, el Brexit, Vox en España, Le Pen en Francia y un largo listado de íconos del populismo de derecha que amenazan territorios antes reservados a la élite tradicional.
Tal vez, la comparación que falta hacer en relación a Kast no sea con Bolsonaro o Trump, sino con Marine Le Pen. A diferencia de Trump y Bolsonaro, Kast no habla mal ni se enreda con las palabras. Esa es precisamente la característica que tiene Le Pen. Su padre, Jean-Marie Le Pen, se postuló a la presidencia de Francia repetidamente con poco éxito, solo llegando al 20% en la segunda vuelta en 2002. Jean-Marie, como Trump y Bolsonaro, decía cosas incendiarias y abiertamente racistas. Marine, por el contrario, es mucho más comedida con el vocabulario, aunque el mensaje sea el mismo. Además Marine, como Kast, se benefició del sentimiento xenófobo. Eso dio como resultado que obtuviera un 36% en la segunda vuelta en 2017 contra Macron. Demás está decir que las elites de izquierda y derecha en Francia se comportan del mismo modo y está por verse, con el fracaso de Macron, que pasará en la próxima elección. Kast podría correr con la misma ventaja, ya que dice las cosas mirando a la cámara calmadamente y miente con apariencia de verdad. El mundo de las noticias falsas ha imperado en las campañas de Trump, Bolsonaro, Vox, Brexit y Le Pen (con la ayuda de Putin), asunto del que también se ha beneficiado Kast. No debemos olvidar el sospechoso caso de la ficha médica falsa de Boric que apareció al día siguiente de un debate donde Kast lo emplazó a hacerse un test de drogas.
Por tanto, despercudirse de los prejuicios, requiere hoy observar la política electoral desde un prisma nuevo: las actuales campañas ya no se construyen con ideas racionales. Nuevamente en esto, Trump, Bolsonaro, Le Pen y Vox dan cátedra. Las recetas ya usadas no sirven para enfrentar propuestas competitivas que cimientan su éxito en la descalificación del otro y, a la vez, interpretan y catalizan temores y miedos atávicos. Por eso, de poco sirve solo proclamar que Kast no es un demócrata (anunció que aplicará medidas al estilo artículo 24 transitorio de la Constitución de Pinochet, que el dictador utilizó para perseguir a la disidencia), que sólo cree en tribunales que fallen a su gusto (ha dicho que en las condenas a Krassnoff, el Poder Judicial se equivocó), o que no admite un despliegue “agresivo” de las mujeres (su ideal del rol femenino pareciera hundir raíces por allá por inicios del siglo 20). Ni es suficiente recordar que sus definiciones sobre el sistema de AFP no alteran en lo más mínimo la buena salud de un modelo que ha condenado a la pobreza a miles de personas de la tercera edad.
Kast, representa dos elementos centrales en el actual escenario que vive el país, certezas (nadie puede declarase sorprendido sobre sus propuestas de gobierno) y la necesidad de orden ante la inmigración ilegal, la delincuencia y el narcotráfico. Como indicó uno de sus voceros, sacaremos las rejas de las casas para usarlas en cárceles más grandes.
En línea con esas tácticas, a Boric, que es el candidato competitivo de la oposición, le han dado en dos flancos que hacen daño: la gobernabilidad que ofrece y su alianza con el PC, al que le imputan el afán de hegemonizar el futuro gobierno. Para esto, la prensa da tribuna a los Jadue, Teillier y otr@s, quedando sin visibilidad pública los sectores moderados de esa alianza.
Y, en este contexto, surge un elemento central: ambos candidatos, Boric y Kast, representan legítimas demandas de las personas, que deben ser atendidas o, si son descuidadas, pueden conducir a una espiral de desgobierno de alta complejidad. No debe haber titubeos de parte de la izquierda a la hora de asumir el necesario deseo de orden y los graves problemas de seguridad que enfrentamos. Sobran las señas del descontrol en este terreno, como lo muestra, por ejemplo, el secuestro que protagonizaron hace días, miembros de un cartel colombiano en Puerto Montt. Y mencionemos, también, que los grupos delictuales mexicanos ya se han instalado en el norte. Es decir, la ilusión que nos vendieron nuestras autoridades que Chile es sólo un país de paso para la droga, ha explotado en nuestra cara.
Un elemento más en lo que se nos viene, tiene que ver con que el conjunto de propuestas de gobierno que dan cuenta de temas de relevancia global como medio ambiente, feminismo, digitalización, pueden ser perfectamente inaplicables en el contexto de crisis económica que enfrentará la próxima administración. Porque, como muy bien lo expresó el senador Chahuán, cuando Piñera firmó el decreto de ampliación del IFE universal, al presidente “no le tembló la mano para firmar un decreto que hipoteca el presupuesto del próximo gobierno”.
Las élites gobernantes, de oposición y gobierno, siguen con la ilusión que podrán manejar a quien salga electo, los empresarios por su poderío económico, ya que la UDI será un enfermo terminal después de esta elección, la centro izquierda porque cree que sólo ella podrá dar su toque de moderación a los jóvenes líderes, y el PC puesto que siempre ha demostrado pragmatismo. Sin embargo, todos ellos son incapaces de aprender de la debacle del gobierno de Piñera que, representando a los intereses de los más poderosos, club del que es parte, fue incapaz de encauzar su gobierno, y “entregó” la constitución del 80 y las AFP, claves para el sistema financiero y piedras angulares del sistema actual.
A este panorama, sumemos el deterioro institucional, que campea a caballo de la corrupción existente en todos los niveles del estado, FF.AA., Carabineros, PDI, municipios, reparticiones de la más variada índole, lo que complejiza cualquier intento de imponer autoridad.
Como reflexionó el politólogo Hugo Herrera, en la etapa de la vida social y política que vivimos, es el momento de los traidores. Será la hora de quienes sean capaces de tender puentes, reconocer y adoptar medidas sin importar su ortodoxia, con tal que se muestren eficientes para enfrentar los complejos problemas actuales.
Las urgencias del tiempo que viene requieren, por una vez, de una élite que sintonice con la mezcla de requerimientos variados y disímiles de l@s chilen@s: orden, seguridad, inclusión, sustentabilidad, salud, educación, nueva constitución.
Y, lo dicho, no será tarea fácil.
Sin embargo, hacerse los sordos o perseverar en el soponcio, será la gran amenaza que condicionará la vida de generaciones de chilenos.