Texto y fotos: Raúl Paredes y Edison Ortiz
La barcaza Río Cholguaco arribó temprano a Bahía Mansa el viernes 24 de enero para trasladar pasajeros a Caleta Cóndor. Era un día espléndido en la costa de Osorno. Habíamos reservado con una semana de anticipación, ya que ese «paraíso caribeño» enclavado en el noroeste de la región de Los Lagos, se ha convertido en un atractivo turístico que recibe visitantes de todo Chile.

Llegamos la tarde anterior para asegurarnos de estar puntuales a las 08:00 a. m. en el muelle, tal como lo había solicitado el operador turístico. Sin embargo, el viaje comenzó con retraso. Mientras esperábamos, vimos varias lanchas y barcazas de buen tamaño y equipamiento. Recién a las 08:30 arribó la pequeña barcaza Río Cholguaco, que nos transportaría a Caleta Cóndor. Su tamaño reducido y aparente fragilidad nos inquietaron, considerando que enfrentaríamos olas de hasta 3-4 metros en la costa del Pacífico. Luego reflexionamos; en el océano, el tamaño de la embarcación podría no hacer gran diferencia.

Fiel a la costumbre nacional, el zarpe se retrasó 45 minutos. La salida del muelle transcurrió sin incidentes, bajo un sol espléndido. No se observó a ninguna autoridad supervisando el cumplimiento de normas de navegación, el estado de la embarcación ni la tripulación. Al adentrarnos en mar abierto, las olas de 2-3 metros transformaron la barcaza en una verdadera montaña rusa. Con la distancia, el cielo se tornó gris y el oleaje creció, provocando mareos y vómitos en más de la mitad de los 25 pasajeros.
Tras casi dos horas de navegación agitada, pero no peligrosa, divisamos la desembocadura del río Cholguaco. Al adentrarnos en él, el mar se calmó, revelando un paisaje prístino y sobrecogedor. Después de dos paradas en pequeños muelles, llegamos al hostal Wapimanke, adonde nos alojamos durante los dos días de disfrute de este paraíso escondido, coincidiendo con una fiesta costumbrista que, sin saberlo, cobraría un significado trágico.

El regreso y la tragedia
El regreso estaba programado para el domingo 26 de enero a las 11:00 a. m. La navegación de vuelta fue sorprendentemente tranquila, sin supervisión alguna en Caleta Cóndor. Rodrigo Pailapichún, capitán de la Cholguaco, dirigió la embarcación hasta mar abierto, delegando luego el mando a un asistente. A bordo viajábamos entre 20 y 24 personas. Al aproximarnos a Bahía Mansa, el capitán retomó el control.

Bajo un sol radiante y un mar sereno, muchos de los viajantes dormimos durante gran parte del trayecto. Uno de nosotros se encontró con el capitán en los baños de la bahía y le preguntó si zarparía nuevamente. «Si, salgo a las 15:00 horas», respondió. El cielo ya se nublaba y un fuerte viento comenzaba a soplar. Al desembarcar, felicitamos al capitán por la navegación sin contratiempos. Luego de ello nos reunimos con un amigo en Bahía Mansa y almorzamos un exquisito puré mixto de papas y zapallo con merkén, acompañado de congrio frito para luego emprender el retorno a Osorno, Maullín y luego a Huillinco en Chiloé.

A las 20:00 horas, uno de nosotros, ya en Maullín, recibió una llamada: «Se hundió una barcaza en el trayecto de regreso de Caleta Cóndor». Las redes sociales explotaron con la noticia. Se confirmó que se trataba de la Cholguaco: cuatro muertos y tres desaparecidos inicialmente, 7 muertos y 27 sobrevivientes declaró finalmente la fiscal de Osorno, que hoy tiene al capitán en prisión preventiva por cinco meses para esperar una posible condena de 10 a 15 años.
Reflexiones tras la tragedia
La noticia nos impactó de manera diferente. Uno de nosotros se sintió profundamente afectado al pensar que podría haber sido nuestro destino. El otro, con una visión más resiliente, le recordó: «Estamos vivos, eso es lo más importante. No era nuestro tiempo. Hay que seguir disfrutando la vida«. Sin embargo, la tragedia que enlutó a una familia completa, los Marileo Mera, y dejó siete víctimas fatales desnudó una serie de faltas que, no será consuelo para nadie menos para esa familia, obligan a aprender.
La embarcación presentaba serias fallas que se han explicitado por redes sociales luego de la tragedia, pero que nunca se denunciaron o manifestaron antes. Como ya lo señalamos ninguna embarcación de las que hacen el periplo Bahía Mansa-Caleta Cóndor-Bahía Mansa fue ese fin de semana supervisada por ninguna autoridad administrativa ni marítima. Se suma a lo anterior la falta de asistencia médica en la caleta pese al número creciente de turistas que la visitan y por cierto, esa cultura “huiña” de intentar obtener un provecho mayor de todo, saltándose las reglas que resultó en una tragedia por el exceso de pasaje permitido para ese tipo de embarcación. Eso, uno lo puede observar, sobre todo en provincias y zonas rurales, en buses y locomoción que no escatiman en subir pasajeros al margen de toda norma y que, en caso de accidentes, pueden resultar letales; también en sobreprecios para comer versus las condiciones higiénicas y la calidad del servicio que se ofrece; o en el cobro por acceder a miradores, como el Caucao, sin ningún valor turístico agregado (salvo cobrar).
Algún día, cuando el tiempo borre las huellas de esta tragedia y perdamos el miedo a volver a embarcarnos hacia este lugar paradisíaco esperamos no encontrarnos de nuevo con las ausencias que observamos en este viaje. Insistimos: el lugar es demasiado bello como para no profesionalizar su oferta turística y las comunidades indígenas tendrán que ponerse a la altura de ese estándar. De lo contrario, como ha ocurrido en Chile con tantas otras tragedias –terremotos y tsunamis, aluviones o accidentes de transporte público-, esta tragedia habrá sido nuevamente en vano.
3 comentarios en “El último viaje de la barcaza Río Cholguaco”
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Buen e imprescindible crónica de una tragedia que no se debe volver a repetir por respeto a las vidas y a la dignidad de pasajeros, turistas y trabajadores más cuando desde la distancia hemos sabido que tanto el Gobierno central, los gobiernos regionales y algunos municipios quieren hacer.de Chile y sus regiones, poseedoras sin duda alguna de grandes valores paisajísticos, gastronómicos y culturales, un destino a visitar por ojalá miles de turistas extranjeros.
Sin condiciones ciertas de seguridad, atención médica, minimos sanitarios, alimentación acorde con los cánones de calidad/precio y ofertas ciertas de excursiones que aporten al conocimiento de cada región y lugar, un mayor turismo y por tanto importantes ingresos en divisas no será más que un sueño.
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