Por Marcel Albano
«Cuando el tiempo sólo sea rapidez, instantaneidad y simultaneidad,
mientras que lo temporal, entendido como acontecer histórico,
haya desaparecido de la existencia de todos los pueblos,
entonces, justamente entonces, volverán a atravesar todo este aquelarre
como fantasmas las preguntas:
¿para qué?, ¿hacia dónde?, ¿y después qué?»
(Martín Heidegger)
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Soundtrack: Vicentico – Los Caminos de la Vida (Official Video)
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La historia sirve para orientar nuestro juicio y contemplar de manera lo más sabia y objetiva posible, una imagen que nos sirva no solo para no cometer los mismos errores como sociedad o suma total de individuos, sino también para ser más cautos a la hora de distinguir nuestras legítimas convicciones valóricas e intereses sobre la comprensión de la realidad y los hechos.
La experiencia indica que nada hemos ganado cuando las neuronas del cerebro reptiliano, se adueñan de nuestro lado visceral que, desde su zona de confort, carbonea con relatos del momento sin dejar espacio a la reflexividad. Ahora, tanto más cuando han puesto en el tablero de la mesa, la figura de los expertos como mediadores – negociadores bajo el rol de maestros de la robotecnia y encargados de bajar desde el monte de Sinaí las nuevas tablas de la Ley. Una medida transversal de la élite política que, ingenuamente, dejó a los extremos políticos fuera del último gran acuerdo constitucional, calentando al irracional monstruo electoral que percibe con suspicacia el nuevo proceso de «las manos arriba» de la élite. Salimos del desierto en 2019 en busca de la tierra prometida y aquí vamos de regreso a la tierra que no era de nadie, el próximo 2023.
Es por ello que para interpretar las cartas de la sociedad chilena para el próximo proceso constitucional, deberíamos desarrollar una perspectiva más amplia de nuestro propio milagro, riqueza, ruina e inmensidad como una vara de medida, antes de “aprobar” o “rechazar” cualquier elemento por convicción. El problema es que el sistema está vaciado de confianza por parte de la ciudadanía y es altamente probable que no pulsione con la misma vehemencia, puesto que sus intereses o necesidades también estarán relacionadas con el devenir e intensidad de la crisis económica y el sentido común de los nuevos constituyentes. Las convicciones no siempre alimentan el cuerpo y el espíritu ni pagan las cuentas al alza.
Las nuevas fuentes del malestar
El sofocante calor de estos días no será capaz de calentar las frías fiestas navideñas que se aproximan. El clima ambiente para el malestar social justifica el temor con que se alimenta el monstruo: inflación y mucho ojo en el gasto han ralentizado al comercio mientras que el desempleo y el mercado laboral comienzan a mostrar tensiones con las comunidades migrantes, que abren otra dimensión frente al estereotipo de su relación con la delincuencia y marginalidad.
Por redes sociales, un ticktocker haitiano encendió el pasto seco cuando dijo que “el gran problema que tienen muchos chilenos con los extranjeros, es que nosotros, los inmigrantes, producimos más que los chilenos”. Luego echó más bencina: “lo que le duele a muchos chilenos es que cuando ven a un haitiano que tiene solo cinco años en Chile, que no habla bien el español y tiene casa, tiene auto, tiene negocio… eso le duele a muchos chilenos. Por eso hay un grupo de chilenos que siempre habla hue… hay muchos chilenos que son picados del éxito de los inmigrantes”, aseguró.
La respuesta de las redes sociales no se dejó esperar. Más allá de los sentimientos de xenofobia, nacionalismo y la patria como excusa, le enrostraron que su éxito se debía en síntesis a los beneficios del modelo y el orden institucional muy diferente al de su país. Paradojas de una opinión pública que en apariencia quería acabar precisamente con ese orden social neoliberal. Lo cierto es que parte de la población migrante, se autopercibe más empoderada y con la clara aculturación que sincretiza al éxito económico con la felicidad. Y ojo que pronto se volverán una potencial fuerza electoral mostrando las fracturas que comparten con nuestro capital cultural político. Convengamos que Latinoamérica acusa un prontuario electoral cercano al síndrome de Estocolmo, esto es, terminar amando a sus secuestradores u opresores. Es lo malo del exceso de pachanga y alcoholes en el razonamiento cognitivo latino.
Tercer acto: La memoria digital y los expertos
¿Qué sucedería si un día una inteligencia artificial diera a conocer todos los mensajes que hemos escrito en nuestras redes sociales, desvelando el fondo desde el cual se desarrollaron dichas conversaciones? ¿Y qué pasaría si todas nuestras conversaciones telefónicas se revelaran en público? Sin duda alguna, los expertos y nuevos constituyentes, deben estar más que claros que sus memorias digitales en Twitter, saldrán a enfrentar la termocefalia de las redes sociales que ofician como un tribunal de justicia underground tipo Gotham City a manos de espantapájaros.
Y claro, ¿cómo confiar en los expertos si su propia definición resulta por lo menos ambigua o abierta a la opinión pública de otros expertos? Cuanto más si la sociedad chilena de la transición percibe que en la copia feliz del edén no abunda la santidad en miembros de la Vieja República ni en el mundo millennial que forma parte de la nueva élite. Agreguemos que la experiencia más cercana que la sociedad tiene con la noción de expertos, la dejó con un profundo perfume floral de cementerio.
El problema real que enfrenta este nuevo proceso constituyente, no son las decisiones electorales que, a fin de cuentas son como el fútbol de pasión de multitudes. Serán los márgenes mentales con que los nuevos amos de la robotecnia, ofrecerán en sacrificio ritual su capacidad de realizar una constitución o nuevo pacto social, considerando una tierra prometida real y no otra imaginaria, llena de poesía romántica.
Tendrán la difícil tarea de encontrar los puntos y mínimos comunes para retratar en una sola imagen, una identidad flexible en que los miembros de la sociedad, en el decir de Habermas, “puedan reconocerse recíprocamente, es decir, puedan respetarse”. Pero estarán bajo las amenazas ciertas que ya conocemos y hacen eco en el mundo electoral: a) la sospecha de volver a una versión metamorfoseada del viejo orden del siglo XX, b) que los argumentos en pos del consenso social constituyente, provoquen efectivamente cohesión social, c) frente a los expertos constitucionales, surgirán sí o sí, las voces de otros expertos, tanto con análisis plausibles, como con fair play en el uso de la crítica, d) la energía polarizante de las redes sociales, ya han tomado una decisión previa o primera aproximación hacia las opciones de apruebo o rechazo y, e) dicha energía, profundizará la intención del voto en la medida que la memoria digital abra el libro de los pecados.
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