En una región acostumbrada a autoridades involucradas en peleas coyunturales o escándalos que ocupan primeras planas nacionales, el deterioro de los indicadores regionales clama al cielo y urge un giro que oriente la gestión hacia las prioridades estratégicas de O’Higgins.
En medio de la atención periodística concentrada en las primarias presidenciales de Chile Vamos y Apruebo Dignidad, asumieron los nuevos gobiernos municipales el pasado día 28 de junio y el nuevo gobernador regional, Pablo Silva Amaya, recién hace dos semanas, el 14 de julio pasado.
El debate previo en torno a su instalación, en el caso de Rancagua, por ejemplo, estuvo concentrado no en la nueva propuesta de gestión del alcalde en ejercicio Juan Ramón Godoy, sino en la polémica con el anterior, Eduardo Soto. En el centro de ella, estaba la denuncia en Contraloría por dobles contratos que presentó, en su oportunidad, no un concejal en ejercicio, sino la propia Asociación de Funcionarios del municipio local.
Más allá de la legalidad y justicia de las demandas coyunturales de las nuevas autoridades electas, el foco de sus apariciones públicas ha estado, como siempre ocurre en nuestra región, más cerca del escándalo y la querella que de los anuncios sobre una nueva forma de gestionar el poder local.
Un poco antes de asumir, el nuevo gobernador regional también tuvo su propia polémica con el intendente designado debido a que el ahora delegado presidencial había iniciado el proceso de contratación de funcionarios que son de exclusiva confianza de la nueva autoridad.
Es decir, más allá de la legalidad y justicia en las demandas de las nuevas autoridades electas, el foco de sus apariciones públicas ha estado, como siempre ocurre en nuestra región, más cerca del escándalo y la querella que de los anuncios sobre una nueva forma de gestionar el poder local.
En zona de descenso
Lo anterior, es de mucha relevancia si consideramos que son varias las señales graves de alarma sobre el rezago de la región. Según el Índice de Desarrollo Regional (Idere) de la Universidad Autónoma, O’Higgins ocupa el antepenúltimo puesto en ese ranking a nivel nacional, así como también en el Observatorio Laboral de la Universidad de O’Higgins, donde la región está en ese mismo lugar en salarios, superando apenas a regiones como Maule donde no existe, además, el efecto de empresas como CODELCO y sus contratistas (ver nota relacionada Indicadores Regionales). La nuestra es una región donde el grueso de la mano de obra está concentrada en la agricultura y el comercio, actividades con limitada agregación de valor al capital humano, por lo que evidentemente se hace necesaria una política articulada desde la región y las comunas hacia una necesaria reconversión.
Asimismo, la crisis de “las cerezas” – o el fin de su “fiebre”- en el mercado chino gatillado por el hallazgo de trazas de Covid en su exportación, están provocando un cambio sideral en el empresariado que se dedicaba a ese rubro.
Urgencia de gestión para un mundo que ya cambió
Por otro lado, en una región donde la producción agrícola es la actividad económica por excelencia, la sequía que ya llegó para quedarse, así como también la salud, conformarán las dos grandes crisis post pandemia. Ambos escenarios plantean notables desafíos a la gestión de las nuevas autoridades, a las cuales no se podrá responder sólo con subsidios y giftcard. Ante todo, el liderazgo regional deberá responder con nuevos enfoques en la gestión de las políticas públicas que requerirán creatividad, innovación y mucha audacia para abordar el mundo que ya llegó: el del cambio climático. Porque es urgente empezar por cambiar el foco en la inversión pública desde “la mitigación” a una visión que se haga cargo del mundo en que vivimos, donde el clima y nuestra geografía, ya nunca volverán a ser los mismos.
L@s habitantes de este territorio no nos merecemos estar en los últimos lugares de los rankings de desarrollo regional. Por eso, se hace más urgente que nunca que la asunción de nuevas autoridades sea el momento para dar un giro desde la “gestión de la coyuntura” a la planificación estratégica de la región.
Nuestra región del buen vino está habituada a ser noticia nacional por escándalos. Su imaginario se ha ido construyendo desde los medios nacionales por el choque automovilístico de alguna autoridad, ediles que andan más cerca de la crónica roja que de la gestión gubernamental, por las acusaciones de público conocimiento que hay en el Poder Judicial o en el Ministerio Público, etc. Y el efecto de una gestión marcada por la chimuchina son los indicadores deplorables que tenemos como región. L@s habitantes de este territorio no nos merecemos estar en esos últimos lugares. Por eso, se hace más urgente que nunca que la asunción de nuevas autoridades sea el momento para dar un giro desde la “gestión de la coyuntura” a la planificación estratégica de la región.