Grandes historias eternizadas por la industria editorial, prolongaron sus vidas post libro en memorables adaptaciones cinematográficas. Entre ellas, la más llevada al cine ha sido Drácula del autor Bram Stoker, con más de 250 versiones.
Por Juan Carlos Aros
Agradable es saber que muchas de las buenas películas están basadas en buenos libros y si no, en libros de relativa o discutible calidad que marcaron su época. No me apetece ya hacer un ranking de las mejores películas basadas en novelas, porque eso ya me hartó y prefiero enfrentar el tema con la poca cabeza que me va quedando.
Solo como calentamiento, Fahrenheit de Ray Bradbury, puesta en escena en 1966, 1982 y 2018. Mil novecientos ochenta y cuatro (1984) de George Orwell que, además, se produjo en el mismo año, y sería imperdonable no mencionar El Mercader de Venecia (Jeremy Irons como el mercader Antonio y Al Pacino como Shylock) producida en el 2014 y basada en los escritos de nuestro querido William Shakespeare.
El Gran Gatsby de F.S. Fitzgerald tiene dos versiones cinematográficas: una, de 1974 con Robert Redford y la otra, de 2013 con Leo di Caprio. Hablando de Oscars, Sin novedad en el frente de Erich Maria Remarque (Im Westen nichts Neues), suma tres puestas en escena: 1930, 1979 y 2022; esta última postuló a los recientes Oscars. Y así sucesivamente, desde varios ejemplos, bodrios intragables a grandes maravillas y les advierto ya, de una larga y latera lista… infinita.
En lo personal se me vienen varías producciones relacionadas con el cine que fueron doblemente una gran experiencia, una la de lector y la otra de espectador. La ya trillada El Padrino ((The Godfather) de Mario Puzo. El Perfume de Patrick Suskind, llevada al cine como Crónica de un asesino. Desayuno para campeones de Kurt Vonnegut (Breakfast of Champions, o Goodbye, Blue Monday y esa sí me gustó), con el noble Bruce Willis de protagonista y la más loca de todas, Miedo y Asco en Las Vegas (Fear and Loathing in Las Vegas) del más descerebrado de todos, nada más y nada menos que del periodista Hunter Stockton Thompson. Nada que decir, se las mandaron con esa peli estos dos chiquillos, mis más altos respetos, con Jhonny Depp y Benicio del Toro, tremendos, se los digo tremendos, uno queda con la cabeza para el otro lado y eso que yo no fumo marihuana, bueno … quizás un poquito.
Ahora si eres serio y te gusta la solemnidad, atrévete con El nombre de la rosa (Il nome della rosa) de Humberto Ecco, peliculaza (1986) y que, además, es un caramelo para los chauvinistas de Chile, del ssshile profundo, los que de una moqueamos y cantamos la Canción Nacional, pues en ella actúa la Valentina Vargas y en cueros, como buena chilena que es.
Bueno, me voy, no sin antes aclarar que mi afición por el tintolio, que como todos sabemos es la sangre de Cristo, es sólo amateur y no se compara con el profesionalismo del personaje de Bram Stoker, ese tal mentado Drácula, que se ha nutrido del cogote de cuanta mina se le ha puesto por delante. Más de doscientas cincuenta películas o sea una sed insaciable y a la vela.