Por Marcel Albano
Los Prisioneros – No necesitamos banderas (en vivo 2001)
Después de dos siglos de existencia, Chile se encontró ante la oportunidad histórica de consultar a su población sobre el rumbo a seguir en el siglo XXI. En un acontecimiento inédito para la humanidad, pasamos de la historia a la histeria, estableciendo un récord Guinness difícil de superar. Como resultado de la bipolaridad nacional, rechazamos dos propuestas constitucionales, llegando a un punto donde nadie celebra la victoria. Con la Navidad a la vuelta de la esquina, es mejor olvidar los cuatro años de inútiles borracheras electorales que nos dejaron reflexionando sobre nuestra sociedad narcisa, sin considerar qué hicimos mal.
En la Plaza Italia de Santiago, no hubo celebraciones como de costumbre. En su lugar, surgió una impactante obra de arte: el mapa de Chile representado como una serpiente, un uróboro que simboliza a la nación que se devora a sí misma. Los polos extremos, cada uno en su tono ideológico e identitario, expresaron sus impulsos viscerales, intentando imponer significados radicales sobre cómo deben ser las cosas. La sociedad civil rechazó ambas propuestas, aparcando el espíritu de conciliación nacional. Este Chile uróboro se anticipó aquí el 10 de diciembre de 2022, mostrando cómo la metamorfosis de este lado oscuro de impulsos vitales nos llevaría por el camino espinoso de debacle en debacle.
En el mundo de los analistas y comentaristas políticos, se intenta hoy comprender el comportamiento de las estrellas para interpretar lo que «la voz del pueblo» dijo esta vez. Se quema incienso para dejar atrás las malas vibras hermanadas a las exageraciones que inundaron este otro proceso electoral. Al igual que el año pasado, antes de presentar el texto a plebiscitar, las mediciones de preferencia, los programas mediáticos y el bombardeo de opiniones en redes sociales orientaron la lectura y el voto. El meme, con su humor y sarcasmo, finalmente reemplazó al análisis.
¿Puede una sociedad orientarse debidamente si la toma de conocimiento crea su juicio a través de la farándula política? ¿Es hipócrita autoconvencerse de tener una opinión informada cuando no se ha tomado conocimiento sobre lo que se va a votar? ¿Cuál es la responsabilidad política de quienes nos llevaron a este túnel electoral sin pensar en las consecuencias?
Es el daño que trajo la posverdad, las fake news y el marketing político
La democracia no falla cuando se expresa la voluntad del pueblo, pero sí cuando los procesos electorales se ven socavados por desinformación y manipulación, algo que hemos observado durante estos cuatro años de proceso constitucional.
La posverdad es un juego de palabras diseñado a través del marketing político, utilizando términos para crear enganche y la ilusión de una opinión objetiva. ¿Cabe duda de que actores públicos jugaron a crear campañas de fake news para influir en el escaso pensamiento crítico de la población?
El autoconvencimiento de tener una posición respecto a los proyectos constitucionales actuó de manera hipócrita. ¿Cuántos chilenos reflexionaron sobre el texto escrito? ¿Qué porcentaje de la población asimiló el vocerío de memes, redes sociales y medios como insumo para tomar una posición? La estrategia de fake news del año pasado se utilizó nuevamente de manera mediocre, vulgar, utilizando el morbo, el odio y el miedo como contenido sobre la lectura y la opinión crítica.
Hablar de manera simple y usar frases publicitarias rinde más que analizar punto por punto en una pizarra. Es más sencillo pero hipócrita, ya que crea una falsa sensación de estar informado o tener una opinión propia. La degradación de la política, y la desafección a la que conduce respecto de la clase política, golpea la burbuja de percepción con cada resultado electoral. Se ganaron plebiscitos, pero irónicamente, nadie ganó.
En el mundo de los analistas, se señala que lo ocurrido el domingo pasado es una expresión del malestar social que rechaza a toda la clase política que no atiende las urgencias y necesidades de la población. La explicación fácil iguala a los responsables, minimizando el impacto de estos bochornos electorales y apuntando a retomar el camino de acuerdos para una agenda de reformas a la constitución vigente. Esto nos lleva de vuelta al 17 de octubre de 2019, relevando el papel de las próximas elecciones municipales 2024 y el surgimiento de candidaturas presidenciales en 2025. Todo esto será un mantra para saltar del oscuro proceso constituyente a nuevos relatos que limpien las secuelas de aquellos otros, los de apruebo/rechazo construidos a través del clima incendiario entre izquierda y derecha.
Almas fragmentadas bajo la polarización enfrentan a una sociedad que no reconoce ni se identifica con sus máximas ideológicas. Espera pacientemente resultados de la constitución vigente, la de Pinochet, la de Lagos, pero que finalmente rinde tributo a Jaime Guzmán. ¿Qué ironía del destino, no? Terminamos donde empezamos. La culpa, dice un amigo, es del reggeaton.
6 comentarios en “¿Historia o histeria de Chile?: el fin del proceso constituyente”
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