La visita de Fidel y el asado en el Asentamiento de Nancagua
Se iniciaba la tercera semana de la presencia de Fidel Castro en Chile.
El “comandante” había llegado a Chile el 10 de noviembre de 1971, iniciando una visita que se prolongó hasta el 2 de diciembre, en la que recorrió Antofagasta, Santiago, Puerto Montt, Punta Arenas.
En el inicio de su tercera semana de visita a Chile, Fidel sostuvo encuentros masivos en el Estadio El Teniente y en Santa Cruz. En Colchagua se reunió con una multitud de campesinos de asentamientos reformados que lo vitorearon en Paniahue, a un costado de la estación de ferrocarriles.
La visita, planeada inicialmente para 10 días, empezaba a impacientar al presidente Allende cuando llegó a nuestra región, el miércoles 24 de noviembre, porque los encendidos discursos del líder cubano exacerbaban los ánimos opositores.
Fidel alojó en la casa 100 de Coya (antigua casa del Gerente de El Teniente, hoy casa presidencial), y participó en un acto multitudinario en el estadio El Teniente, en la tarde de ese miércoles.
Luego de Coya y Rancagua, se dirigió a Colchagua, “el riñón de la oligarquía”.
Los organizadores habían planificado un acto de recepción a media mañana en la Plaza de Armas de Santa Cruz pero, tempranamente, actores opositores a la Unidad Popular bloquearon la avenida Errázuriz de la ciudad.
La contingencia obligó a trasladar el evento hasta la localidad de Paniahue, al lado de la ruta 90, a un costado de la vieja estación de ferrocarriles. Fidel arengó a la masa de colchagüinos que lo recibieron: “Chile vive un proceso de cambio, la Reforma Agraria es uno de ellos y el presidente Allende dijo que esta reforma agraria será el pan de Chile. Ahora bien, si ustedes quieren cambios, y quieren pan, tienen que ayudar a que los cambios se realicen. Si quieren cambios, son ustedes quienes tienen que hacerlos, pero no desde una postura blandenguesino con la fuerza de sus organizaciones campesinas”.
“Comandante, me puede dar su gorra”
José Luis Madariaga, gobernador de Colchagua de la época, señala que vino gente de los cuatro costados de la provincia y que los vagones de los trenes llegaban repletos de campesinos. En los recuerdos de Néstor Ramírez, entonces militante del Frente de Estudiantes Revolucionarios, “ha sido una de las más grandes concentraciones que yo haya visto… para mí, como estudiante secundario, fue impresionante ver al líder de la revolución cubana ahí, a diez metros, hablando en Paniahue, ¿cuándo te lo ibas a imaginar?”
Se cuenta que en la ocasión el famoso guatón Oria, conocido dirigente de la población Gabriela Mistral consiguió un preciado recuerdo del líder, luego que espetó a viva voz a Fidel: “comandante, me puede dar su gorra”. Fue entonces cuando le pusieron una chupalla y un poncho típico de la zona, indumentarias con las cuales fue eternizado en una fotografía.
Después del acto, el comandante partió en caravana a visitar, en Nancagua, a los campesinos del asentamiento Las Palmeras, quienes fueron los encargados de ofrecer el almuerzo a Fidel, ocasión para la que se sacrificó una vaquilla.
“Nunca conocí a alguien que tuviera ‘las patas’ tan hediondas”
Eduardo Escanilla, por entonces joven militante de las Juventudes Comunistas, fue uno de los encargados de atender personalmente a tan encumbrado personaje.
El futuro alcalde de Nancagua contará años después que lo impresionó la estatura física de la figura pública y en especial un pequeño pero importante detalle: “usaba unos bototos gigantescos, de los cuales salía un olor muy fuerte. Nunca había conocido alguien que tuviera las patas tan hediondas”, diría el edil local.
Son algunas de las historias del campo colchagüino que se rebeló hace casi exactamente medio siglo.