Infocracia e infomanía: el nacimiento de zombies electorales

Por Marcel Albano

“Ciertamente, las enfermedades neuronales del siglo XXI siguen a su vez una dialéctica, pero no de la negatividad, sino de la positividad”

Byung Chul Han

Zombie – The Cranberries

El aislamiento y el papel de los dispositivos celulares durante la pandemia, aceleró la transformación y dependencia digital de nuestras existencias. Los aparatos celulares protagonizaron tal mutación de vida y alcanzaron tal copresencia, que tal vez sea el único factor común entre toda la población que no distingue susceptibilidades subjetivas de ideología e identidad. Ambos elementos contribuyen desde las emociones a transformar al ser humano en idiota.

El vivir pegado con el dispositivo en la mano, estar echado por horas inoculando reels, “pasar” etapas en videojuegos controlados por publicidad, y la ilusión de la belleza espúrea y narcisa de los selfieadictos, entre otras formas de adicción a redes sociales, son maneras de malformación que dan cuenta de un deterioro en la concentración, la memoria y la salud física, transformando a la persona en un zombie digital que enajena su cerebro, tiempo y alma al ritmo de la pasta base de la cultura actual, el sueño dorado de Goebbels, Stalin y Orwell: videos cortos directos y sin filtro a la mente.

La infomanía es el estado de adicción y dependencia a la información, que se manifiesta en una compulsión por estar conectado, informado y comunicado. La infomanía genera una dispersión y una fragmentación de la atención, que impide una reflexión profunda y crítica. El que la padece simula alcanzar ese estado, pero no. 

La infomanía también produce ansiedad aumentando una insatisfacción permanente, que se intenta aliviar con más información, más vídeos cortos, más bailes tontos, más opinión estratégicamente construída para atrapar la pseudo inteligencia del narcisismo. Para el filósofo surcoreano Byung Chul Han,  “la infomanía es una forma de autoexplotación que no genera ninguna resistencia, sino más bien placer”. Un fenómeno muy sencillo de observar en personas que, sin distinción biológica de edad o sexo están ahí, pasivas, pegadas con la vista perdida en el vacío, dándose horas y horas al placer de la infomanía, autorobándose su tiempo presente, desarrollo, empatía y conexión humana. Los zombies digitales están ocupados generalmente en la nada, en el vacío de millones de creadores de contenido que deben autoexplotarse para ser visibilizados en los mercados segmentados de consumo de información digital. Estos mismos zombies, tienen opinión (aparente) y capacidad de decisión electoral. 

Crean el régimen de la infocracia que se alimenta de estados emocionales hipersensibles, alaracos e hipocondríacos. El perfil de los nuevos dictadores se traza a partir de un conjunto de sesgos. Los sesgos cognitivos son los errores sistemáticos en el pensamiento de las personas, que ocurren cuando éstas procesan e interpretan información del contexto que les rodea y afectan a la hora de actuar y de tomar decisiones. Los sesgos cognitivos son el resultado de nuestras limitaciones cognitivas naturales o de los efectos de cómo nos criaron y a qué tipo de información hemos estado expuestos. 

La infocracia es el régimen de poder que se basa en el control y la manipulación de la información, que se convierte en un recurso estratégico y en una mercancía. La infocracia genera una sobreabundancia de información, que supera la capacidad de atención y de análisis de las personas, y que produce una pérdida de sentido y de criterio. Hay un punto donde “lo que se comparte”, al ser masivo, es también invasivo. ¿Acaso no vivimos mirando la importancia de lo no importante?

La infocracia también impone una lógica de transparencia, que elimina la privacidad, la intimidad y la diferencia, y que somete a las personas a una constante exposición y vigilancia. Byung Chul Han afirma que “la sociedad de la transparencia es un infierno de lo igual” porque todo, en apariencia “parece” ser importante, relevante para ser considerado y compartido con la mejor de las intenciones. 

Sin embargo, el flujo constante e incesante de información, produce un mareo, un agotamiento donde el alma y el crecimiento de las personas, se detiene. La biología neurocerebral se limita a pedir más vídeos, más reels, más noticias e información intrascendente. 

No obstante, ese bombardeo genera impacto, opinión de masas y corrientes de opinión. De ahí que la nueva democracia digital, reclamada como un derecho de libertad para consumir información sin filtro, hace de la infocracia, un reemplazo de la democracia, presentándose como participativa y deliberativa. Si el siglo XX nos legó el disciplinamiento como norma en el pensar, en la infocracia del siglo XXI la sensación de libertad de poseer opinión propia nos regala discurso espúreo, sensación de relevancia, apariencia de importancia. 

El pensamiento crítico cede a los sesgos cognitivos de los zombies digitales. En cualquier organización o institución, la eficiencia y la eficacia son puestas a prueba en el margen de la productividad: los zombies digitales, dañan el trabajo y el quehacer cotidiano porque, básicamente, pierden el tiempo en los aparatos celulares.

Y tú… ¿también has formado tu opinión y opción política electoral, sin haber leído nada, y luego comentas, subiéndote al reel de la corriente de opinión? ¿Eres un zombie electoral?