Informe de Desarrollo Humano: élites ciegas frente a las demandas de cambio

Después de nueve años, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, volvió a lanzar su conocido Informe de Desarrollo Humano del país. El estudio destaca que seguimos anhelando cambios fundamentales, que queremos gradualidad en esos cambios y que no tenemos confianza en que los liderazgos políticos puedan impulsar esos cambios.

Por equipo de El Regionalista

El pasado 14, el presidente Gabriel Boric recibió el Informe de Desarrollo Humano en Chile del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD. El informe, que cada año presentaba el organismo, tuvo su última versión en 2015, hasta que esta semana lanzó su versión número doce.

Se trata de una investigación sustentada en una encuesta que se aplica a distintos públicos y que muestra una fotografía social, cultural y política del país.

El informe de este año, titulado ¿Por qué nos cuesta cambiar? Conducir los cambios para un desarrollo humano sostenible, destaca que persiste el deseo de cambios profundos, aunque con gradualidad, mientras que en el informe de 2013 la mayoría buscaba cambios rápidos.

La noticia positiva del informe es que se mantiene una alta adhesión a la democracia y sus mecanismos; un 58% la prefiere a cualquier otra forma de gobierno y la mayor parte de la población prioriza hoy la búsqueda de un proyecto común, un 56%, cifra muy parecida a la del estudio de 2004, pero muy distante de la de 2011. Hace 13 años, solo el 43% destacaba la necesidad de esforzarnos por un proyecto común y la mayoría optaba por los proyectos individuales. En una lectura complementaria de lo anterior, destaca que la mayoría sigue altamente intolerante a la desigualdad.

En el detalle, aparece una relación difícil entre la ciudadanía y la élite y, dentro de esta última, un mundo político especialmente distante mientras que el empresariado le da poca importancia a los derechos sociales y al cuidado del ambiente.

Los villanos

El informe del PNUD pone luz sobre la necesidad de la población de encontrar culpables de la desigualdad y de la ausencia de cambios en pensiones, salud, educación, y es lo que llama la villanización.

Entre los villanos, un 34 y 33% de los consultados atribuyen responsabilidad a políticos de oposición y de gobierno, respectivamente; pero también aparece un 7% de las menciones a empresarios.

Y no es un simple distanciamiento del mundo popular respecto de las élites políticas y empresariales; siente que están en deuda por lo que no hacen, lo que amerita castigo puesto que se les atribuye falta de voluntad para los cambios.

En el trasfondo, está la sensación ya conocida sobre la situación del país, puesto que 6 de cada 10 personas evalúan que ha empeorado. Y el juicio es que los liderazgos no resuelven los problemas porque ponen por delante sus intereses personales (23%) o sus ideologías (19%), les falta de experiencia o no conocen los problemas de la gente (20%).

Empresariado: poco valor a los derechos sociales y el medioambiente

El estudio del PNUD también indaga en la percepción que tienen las élites respecto de la ciudadanía y las debilidades que esta tiene para conducir el cambio en el país. Quienes ejercen el liderazgo mencionan como una de las debilidades de la población el individualismo o la falta interés por lo común (49%). Mucho más abajo, le atribuye a la ciudadanía que los problemas son de fácil solución (15%), la multiplicidad de demandas (12%) y solo piensa en las necesidades del presente (11%).

El informe señala una diferencia entre las élites: la élite empresarial es más crítica, pesimista, punitiva y menos inclusiva. Sus integrantes ven más deterioro y conflictividad, quieren que las cosas vuelvan a ser como antes y en su sueño de país, priorizan cambios en la seguridad de los barrios, más orden y más crecimiento económico (con un 37 y 36% de menciones). Pero el cuidado del medio ambiente no aparece en su visión y muy débilmente el incremento de derechos sociales que solo es mencionado por un 12%.

Lo que nos inhibe en la ruta de los cambios

Queremos cambios, estamos de acuerdo en que son urgentes, pero hay varios factores que nos inhiben en la ruta hacia ellos.

Uno, es que se toma distancia de lo que pueda ofrecer el colectivo, se descarta el soporte social para el desarrollo personal y familiar y se confía solo en lo que la persona individualmente pueda conseguir. En contraposición, se ha incrementado la baja percepción de la persona como agente de cambio colectivo. Y se agrega el aumento de la desconfianza especialmente sobre quienes tienen tareas de representación. Es decir, si 6 de cada 10 personas se perciben a sí mismas como importantes respecto del rumbo que debe tomar el país, casi la misma proporción estima que a los liderazgos políticos no les importa lo que piensa la ciudadanía. Tampoco confían en la protesta callejera, pues se piensa que sus resultados son efímeros y la violencia con que es acompañada tiene un alto costo para todos.

Inhibe también en la búsqueda del cambio el deterioro del tejido social y la baja disponibilidad para participar en acciones colectivas. Casi 7 de cada 10 personas no está dispuesta a involucrarse en organizaciones en pos de un objetivo común. Un dato que puede explicar en parte lo anterior: hay una alta desconfianza respecto de la otra persona.

Dos de cada tres personas anidan sentimientos negativos sobre la actual situación del país: preocupación, decepción, miedo, rabia. Esa misma rabia persiste respecto de las manifestaciones del estallido: un 83% de las personas que estaban a favor de las demandas expresadas entonces, lo siguen estando hoy.

El estudio sigue arrojando datos preocupantes: aunque hay conciencia de la necesidad de cambios, quienes están dispuestos a pagar los costos que ello implicará no son mayoría, por ejemplo, en relación con la necesidad de pagar más impuestos o aportar una tasa de cotización superior para financiar pensiones mejores.

Entre las élites, señala el informe, hay una dinámica de compensación de bloqueos y agravios del pasado que impide acordar visiones comunes sobre el futuro. Y el debate político sobre los cambios se asienta en visiones ideológicas que reflejan temores y prejuicios, lo que impide avanzar.

El informe del PNUD ¿Por qué nos cuesta cambiar? es un cóctel que convoca sobre todo a las élites y que nos recuerda que seguimos esperando cambios importantes y que la rabia sigue ahí.

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