Fabián Muñoz Figueroa
Docente en Universidad Viña del Mar.
Son las 4 de la tarde de un sábado en enero de 1998. Un grupo de adolescentes se congrega en un parche de tierra que quedó entre el cemento de calles y veredas. No hay celulares, tampoco mensajes de texto o internet. De hecho, lo más cercano a la comunicación con los adultos son los esporádicos gritos de alguna mamá del barrio que llama a lo lejos a sus hijos para la hora del té.
Cada tarde, estos muchachos se reúnen para compartir diferentes juegos que, sin saberlo, quedarán grabados en la memoria como un recuerdo cuando en 26 años o más lean esta columna. Pero usted no se imagine cuecas de fondo; es más probable que en alguna radio lejana esté sonando “Why Don’t You Get a Job?” de The Offspring o “One More Time” de Britney Spears.
Será difícil de imaginar para un niño de hoy, pero en 1998 no había celulares, ni Candy Crush, ni YouTube, ni Fortnite, ni Minecraft ensuciando esta escena. ¿Qué reunía tan intensamente a estos jóvenes por esos años? No era el fútbol y, a pesar de la existencia de videojuegos, no era Mario Bros ni Mortal Kombat lo que les reunía, sino algo mucho más simple: juegos que hoy son recordados como “criollos”, pero que en esos años carecían de dicha etiqueta. A continuación, enumeramos algunos de estos noventeros juegos:
**Batalla de trompos:** Conocido en otras latitudes como perinolas o peonzas. Este juguete es el precursor de los modernos y costosos “BeyBlade”. El juego exigía práctica y pericia. Los combates de trompo tenían reglas y variantes muy interesantes, así como algunos ritos. Entre estos últimos se contaban algunos como blindar al trompo con tachuelas de lata para resistir los ataques del oponente, desgastar la púa en el cemento si se buscaba un giro más estable, o afilarla si se pretendía partir el trompo rival. Era conocida la técnica de encerar la piola con una vela, procedimiento del que no se debía abusar, ya que una cuerda muy encerada podía resbalar y arruinar un lanzamiento.
Los juegos asociados a este versátil juguete variaban desde hacer bailar el trompo sobre superficies reducidas, arrear monedas o tapas de botella, y competencias de cuál trompo duraba más girando. Pero todos sabemos que la principal actividad consistía en atacar a un trompo defensor de la manera más radical: por turnos, a un jugador le tocaba “dar carne”, es decir, lanzar su trompo y esperar resistir los ataques oponentes hasta que deje de girar. Los otros jugadores harían gala de su habilidad y, con certeros lanzamientos, intentarían incrustar la púa de sus trompos sobre el juguete de quien estaba dando carne. Si el tiro fallaba, los atacantes podían recoger las peonzas aún bailando en la mano y, siempre que se mantuviera girando, podían dejarlo caer sobre el trompo víctima ante la angustiada mirada del jugador que estaba dando carne. Pero pronto los papeles se invertirían y el niño podría tener su revancha intentando destruir el trompo de sus otrora atacantes. Había jóvenes tan hábiles que se permitían el lujo de lanzar el trompo y, antes de que este tocara el suelo, recogerlo con la mano en el aire.
A pesar de que se consideraba un juego principalmente de hombres, las niñas solían participar con un estilo de lanzamiento especial que, si bien permitía más control sobre el trompo, no era tan efectivo para atacar.
**Payaya:** Sin duda alguna es el juguete más «low cost» de la lista: requería buscar 6 piedrecillas relativamente similares y usarlas para jugar a la payaya. Algunos indican que este juego es precursor del malabarismo profesional. El juego consiste en varios lanzamientos y desafíos; la mayoría de ellos requiere lanzar una piedra verticalmente, recoger una o más piedras del suelo y agarrar la piedra que está en el aire antes de que toque el piso.
Los desafíos variaban desde recoger las piedras una a una, de a dos o todas a la vez. Otros desafíos más complejos incluían meter las piedras en una «cueva» que se hacía con la otra mano. Recuerdo uno especialmente complicado: lanzar todas las piedras al aire y realizar una primera atrapada sobre el dorso de la mano para, posteriormente y sin voltear la mano, volverlas a lanzar y atraparlas en un solo movimiento llamado «cazamoscas».
Un juego muy ingenioso y divertido que exigía práctica y dedos rápidos, así como pantalones resistentes a la tierra o cemento.
**El elástico:** Practicado principalmente por niñas, este juego requería un mínimo de 3 participantes. Consistía en un gran elástico que dos jugadores separaban con sus tobillos para generar un rectángulo. Acto seguido, la jugadora libre debía realizar una serie de 10 desafíos, pasándose en torno a las líneas del elástico sin tocarlas en unos casos y cayendo encima en otros. Si la jugadora era hábil, pasaría al nivel siguiente, que consistía en repetir el procedimiento pero esta vez el elástico había subido al tercio distal de la pierna. Según recuerdo, el protocolo terminaba cuando el elástico alcanzaba las rodillas, ya que los saltos de las pruebas se volvían muy exigentes. Recuerdo que en algunos casos se incluían cantos por parte de las jugadoras que sostenían el elástico.
**Sol:** Era una versión acotada del «mi tía tenía un burrito que decía…». A pesar de su nombre tan celestial, se trataba de un juego muy violento. Consistía en seleccionar un poste u objeto similar como «base». Posteriormente, usando las milenarias reglas del cachipún, se elegía al jugador Sol, quien se situaba con una mano en el poste. El resto de jugadores, en semicírculo a una distancia prudente, eperaban…
De pronto, el jugador Sol tomaba aire profundo y gritaba «Sooooooooooo» mientras salía corriendo a agarrar a patada limpia al desafortunado que corría más lento. El asunto era que si al jugador Sol se le acababa el aire y dejaba de gritar, el resto se abalanzaría sobre él en una marea de patadas hasta que regresara al poste. Posteriormente, el turno de Sol recaía en otro participante.
**Luche:** Se trata de un juego de varios casilleros numerados en el piso donde, por turnos, se debe lanzar un objeto. Posteriormente, se debe avanzar saltando en un pie (o dos en los casilleros dobles) y luego, sin perder el equilibrio, recoger el objeto para continuar una ida y un regreso. En esencia, es un juego sencillo y fácil, pero todo depende de cómo esté dibujado el Luche, ya que en ocasiones se suele reducir el tamaño de las casillas para incrementar la dificultad. Este juego tiene muchas variantes y no es exclusivo de Chile; en Argentina, por ejemplo, se le llama rayuela. Como curiosidad, este juego aparece en la canción «Freak on a Leash» de la banda Korn.
**Bolitas:** Es un juguete que no necesita presentación. En otros países se le llama “canicas” y la multitud de juegos y variantes es enorme. Destacaremos la Troya, el juego de canicas más popular de Chile. Volviendo a la primera imagen de los jóvenes jugando en el terreno baldío, imaginémoslos dibujando un círculo en la tierra, luego cada uno apostando el mismo número de canicas dentro del círculo y tomando turnos para sacarlas a tiros. Todo lo que salga del círculo (la Troya) pertenecerá al jugador que la haya sacado.
Otra variante más refinada consiste en cavar un pequeño orificio y luego intentar colocar bolitas para que caigan en el agujero, algo así como una mezcla de billar y golf en miniatura.
**Láminas y Tazos:** Los álbumes han existido desde hace mucho tiempo y sus cotizadas láminas servían como material de apuesta en torres que se intentaban voltear a manotazos y golpes de aire. El procedimiento exigía un previo cachipún y el cumplimiento de las reglas acordadas con antelación. El avance de la tecnología permitió mezclar este juego con la implementación del “Pegaloco”, una suerte de mano pegajosa y de gelatina que se podía lanzar a la torre de láminas para intentar voltearlas y apropiarse de ellas.
Una variante de lo anterior correspondió a la Tazomanía. Se trataba de una variante redonda y más dura de las láminas. También tenían un aspecto coleccionable y la manera de jugarlos era muy similar a las láminas. Pero en este caso, en lugar de manotazos, había que usar un tazo para impactar a la torre.
Cabe mencionar que estos tazos se obtenían en paquetes de papas fritas y otros productos de dudosa salubridad que se podían conseguir sin censura en los quioscos de los mismos colegios. Hoy dicho medio de difusión parece una locura, pero recordemos que esto es una época anterior a la dictadura de los sellos negros.
Destacaron especialmente los tazos de la serie Pokémon, ya que contaban con una serie de televisión y videojuegos que impulsaban la afición de coleccionistas. Además, esa serie de tazos contaba con un simple pero divertido sistema de fortalezas y debilidades que le agregaba cierta profundidad al juego.
En fin, espero que este breve recuento haya dibujado una sonrisa apelando a la nostalgia. Les deseo felices Fiestas Patrias.
8 comentarios en “¿Juegos criollos o diversión noventera?”
Buenas, me sacaste más de una sonrisa jeje. A mi me gustaba coleccionar tazos, en específico de los caballeros del zodiaco…completé la colección de 40 tazos y se la vendí a un youtuber que justamente, hace videos sobre los caballeros del zodiaco.
Recuerdo que con un tío jugábamos a lanzarlos a la alfombra, esperando que algún tazo quedara sobre uno o varios de ellos. Y así ganaba el que se quedara sin tazos.
Nunca fui bueno para el emboque ni para el proto-bayblayd (no sé si se escribe asi jaja), pero me hubiera gustado jugar al trompo colocándole clavos a los lados, hubiera sido el trompo hardcore.
Y si, en la portada del 3er disco lp de korn aparecen niños jugando al luche al filo de un precipicio.
Saludos y felices fiestas!
Tengo gratos recuerdos de la mayoria de los juegos , fue una epoca donde todos eramos mas felices y no teniamos que preocuparnos de mas….
Jugar a las bolitas o los tazos en el colegio era de los mas entretenido y emocionante que pudiera haber, ya que era ganar o perder…. Excelentes recuerdos
Mis juegos favoritos eran la payaya y el luche. En el colegio jugábamos a las quemadas. Qué tiempos aquellos, con estos juegos tan sencillos (comparados a los costosos juguetes de hoy) desarrollaban habilidades en los niños y no existía el escenario tan frecuente de hoy: «estoy aburrido» y una mamá desesperada por entretener al niño.
Que grato momento, el recorrido por el pasado en ese año mi hijo con 8 y yo en un trabajo muy demandante, le regalé unos tazos (el los coleccionaba) recuerdo el jugando y gritando corriendo….noooo muy entretenido. Esos tiempos eran donde compartió con amigos y compañeros, bellos tiempos días del 18 disfrazado de huasito y encumbrando volantines., bello, gracias!
Que bellos recuerdos me hizo evocar este artículo y me trajo a la memoria otros juegos de mi infancia, donde a pesar de estudiar en un colegio de «monjas» y solo de niñas, el Caballito de Bronce se jugaba si o si, con los jumper arriba y un short debajo, o las «Chapitas» donde el conformar equipos y generar una estrategia para armar la torre de tapas de bebida (metálicas) era la meta. A veces me pregunto ¿cuando los juegos se volvieron tan tecnológicos y dejaron de ser lo que eran?, la herramienta para aprender a liderar y seguir a un líder, desarrollar habilidades físicas, cognitivas y emocionales, aprender a frustrarse, a ganar y perder sabiendo que siempre se podía volver a empezar y que la repetición de algo nos podía llevar a la perfección en el juego. Gracias por hacerme recordar esos sentimientos..
Excelente columna, con la historia de estos juegos colectivos que aumentaban la socialización entre los niños jóvenes y padres. Es una bonita época, juegos al aire libre, sin mayores costos y muy integrales. Felicitaciones.
Que lindo recuerdo!!!.. es detenerse y mirar atras el niño o niña interior…
Muy bonito..muy emotivo
Yo particularmente el elastico..lejos!!! Muy adictivooo
Jajajaja muy bueno, pegaloco laminas y los tazos en las papas fritas o los Chester jajaja, sin duda el favorito para reírse fue el sooooo. Muy bien narrado !