Kast y Bolsonaro, autoritarismo cristiano ultra conservador

Por primera vez con un candidato ultraconservador en la papeleta de nuestra elección presidencial, buscamos las similitudes y diferencias entre José Antonio Kast y el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, cuyo hijo mayor se apresuró en saludar la primera mayoría del republicano en la primera vuelta del 21 pasado.

A.C. Mercado-Harvey

Tras el apretado triunfo de Kast sobre Boric en primera vuelta, Flávio Bolsonaro, hijo del presidente de Brasil, no demoró nada en mandarle felicitaciones a nuestro abanderado de la ultraderecha. Se han hecho comparaciones entre Jair Bolsonaro y José Antonio Kast como con Trump. Los paralelos están, pero Chile no es Brasil ni Estados Unidos.

Chile y Brasil tienen puntos de convergencia histórica con las dictaduras más longevas del Cono Sur, ambas financiadas y fomentadas por Estados Unidos, nacidas luego del derrocamiento de dos líderes carismáticos asociados al comunismo por la derecha de ambos países, cuando en realidad no pasaban de ser izquierda burguesa. Ambas dictaduras fueron sangrientas y desarrollistas, pero también tuvieron importantes diferencias.

Tras el retorno a la democracia, lo que vino es diametralmente distinto: Brasil continuó con la corrupción endémica en su política, con gran inestabilidad económica y un continuo en la violencia, el crimen y el narcotráfico. Chile, por el contrario, logró estabilidad política y la mayor fase de crecimiento económico desde los gobiernos radicales del siglo XX. Mientras Brasil nunca lidió con su pasado dictatorial y no se logró poner tras las rejas ni a torturadores ni a colaboradores, en Chile se tuvo al dictador en arresto domiciliario y se encarceló a los mayores violadores de derechos humanos como son Manuel Contreras, Álvaro Corbalán y Miguel Krassnoff, entre otros. Esa es una diferencia no menor, ya que los ataques de la izquierda sobre el negacionismo de Bolsonaro cayeron en oídos con sordera total, en un país con una amnesia constante. No olvidemos que su primer dictador fue el populista Getúlio Vargas en los años 40, quien luego fue electo en los 50 y que aún tiene calles con su nombre y uno de los institutos de investigación más importantes de Brasil. Eso en Chile es impensable, Carlos Ibáñez del Campo no goza de tal prestigio, si quisiéramos hacer tal comparación. El negacionismo de Kast, a diferencia de Brasil, no ha pasado inadvertido y le ha costado puntos en las encuestas, y ha contribuido a una baja sostenida que probablemente le costará la elección, si le creemos a los sondeos de los que disponemos hoy.

Veamos ahora otros puntos de comparación:

  1. Misoginia. Bolsonaro no ocultó en ningún momento sus actitudes francamente misóginas. De hecho, las afirmaciones del diputado Johannes Kaiser sobre la violación de “mujeres feas” es una copia a calco de declaraciones hechas por Jair Bolsonaro en Brasil. La diferencia es que en Chile eso significó la salida del diputado del partido de Kast, Republicanos, y una baja del candidato en las encuestas. En Brasil, por el contrario, aparte de indignar a los grupos feministas, no tuvo ningún impacto real en los votantes. Esto no debiese sorprenderle a nadie que conozca bien la realidad de ambos países. Durante la campaña presidencial que ganó Dilma Rousseff, los ataques misóginos televisivos y en prensa escrita hubiesen sido impensados en Chile. Lo máximo a lo que se llegó acá fue llamar a la presidenta Bachelet de “gordi”. En Brasil, la violencia contra las mujeres es muy superior a la que existe en Chile, ni decir contra homosexuales. Eso explica por qué José Antonio Kast no hace el tipo de declaraciones a lo Kaiser, solo se aboca a proponer una agenda contra las mujeres tales como eliminar el Ministerio de la Mujer y el favorecimiento de las casadas por sobre las solteras para beneficios sociales. Eso va más en línea con el franquismo que con la abierta misoginia bolsonarista. Kast conoce al electorado chileno, diferente del brasileño, y es lo suficientemente astuto políticamente para saber que decir en voz alta afirmaciones tipo Kaiser serían una lápida.
  2. Diputados de partidos marginales. Esta similitud es clarísima. Bolsonaro, al igual que Kast, se presentó como un outsider de la política, pese a haber sido diputado del PSL (Partido Social Liberal), un partido ultra conservador, tal como el Partido Republicano de Kast, también exdiputado, pero de la UDI. Esta imagen de estar fuera de las esferas de poder le sirvió a Bolsonaro para presentarse como una alternativa válida frente a la corrupción del Partido de los Trabajadores del ex presidente Lula. El encarcelamiento de Lula y el circo montado por Sérgio Moro, televisado y por meses en los titulares, fue un factor decisivo en la elección de Bolsonaro. Por el contrario, Kast aunque crítico de Piñera, pertenece al mismo domicilio político de la derecha empresarial. Si bien Kast tiene un discurso anticorrupción en el sector público, no puede alegar la corrupción sistémica brasileña. No por nada Chile aparece en los primeros puestos de Transparencia Internacional, año tras año. A muchos chilenos, ignorantes de la realidad de otros países, puede parecerles un chiste de mal gusto, pero la realidad es que en Chile la corrupción es menor y solo ha sido importante en las Fuerzas Armadas en relación a otros estamentos públicos. Coimear a un policía en Brasil es pan de todos los días; en Chile los que han cedido, terminan presos. De este modo, la agenda anticorrupción tiene eco en Chile, pero jamás con la centralidad que tiene en Brasil, donde este problema es endémico e impregna a todos los órganos del estado, policías, militares y todos los sectores políticos sin excepción.
  3. Autoritarismo y mano dura contra el crimen. Este es un punto en común en los discursos de Bolsonaro y Kast. Sin embargo, los resultados son diferentes porque las realidades difieren enormemente. El discurso del autoritarismo en Brasil tuvo mucho eco porque es un país con un caudillismo que ha atravesado toda su historia republicana. Además, la erosión democrática es la mayor de Sudamérica. En la medición de 2018 de Latinobarómetro, Brasil era el país sudamericano en el que existe el menor porcentaje de entrevistados que preferían la democracia a otra forma de gobierno (38%). Demás está decir que eso va de la mano con ser el país que menos ha hecho en materia de reparación a víctimas de violaciones a los derechos humanos, y con nula justicia contra quienes cometieron crímenes de estado por veinte años. Sin duda, Chile vive una crisis de confianza en las instituciones y la política, pero la gran mayoría prefiere la democracia como sistema político y los nostálgicos de la dictadura de Pinochet están en los márgenes. El discurso de la mano dura contra el crimen, presente en ambos políticos, también tiene un impacto diferente. En Brasil, el narcotráfico tiene tomada poblaciones completas y la violencia es pan de todos los días, a tal punto que es imposible reportar a diario todos los crímenes que ocurren en el país. En Chile, sin duda, este es un fenómeno al alza, pero no estamos ni cerca de los niveles de Brasil y el narcotráfico no gobierna territorios del mismo modo. No olvidemos que Brasil tiene 30 homicidios por 100.000 habitantes y 25 de las 50 ciudades más violentas del planeta, mientras Chile registra la tasa más baja del continente con 3,1 por 100.000 habitantes. Malamente asociado a la criminalidad, el tema de la inmigración ha sido factor en ambas elecciones. Tengamos en cuenta los horribles episodios contra venezolanos en Roraima y los ocurridos en Iquique. Sin embargo, Chile ha absorbido casi el doble de inmigrantes venezolanos que Brasil.
  4. Valores religiosos cristianos. Este es un punto que ambos políticos comparten. La única diferencia es el color de la creencia. Bolsonaro es evangélico, parte del creciente número en el país (25%) y de la llamada “bancada de la Biblia” que ha impulsado posiciones conservadoras en el congreso y que además cuenta con un importante canal de TV como es Record, la cadena más importante después de Globo. Este fenómeno lo conocemos en Chile a través de las múltiples teleseries bíblicas que se transmiten por la televisión pública. Tal como el Partido Republicano de Kast, la bancada evangélica brasileña se opone a la despenalización del aborto o el reconocimiento de minorías sexuales y culpa a la “ideología de género” de poner en riesgo los valores asociados a la familia. Mientras el discurso de Bolsonaro es mucho más virulento, acusando a los gobiernos del PT de llevar a Brasil a la decadencia moral, Kast continúa defendiendo su postura contra el aborto en cualquier causal y también ha utilizado la frase de la supuesta “ideología de género”. Tal vez, su catolicismo de Schoenstatt no le permite ser más efusivo a la hora de defender sus ideas ultra conservadoras y eso marca una diferencia de estilo más que de fondo con Bolsonaro.  
  5. El uso político de las noticias falsas. Este es un punto con similitudes más tenues. Kast tuvo intentos con la famosa falsa ficha clínica de Boric y otros incidentes del tipo, pero no llegó a los extremos de los grupos bolsonaristas. La prensa, además en Chile, ha hecho la pega de un modo mucho mejor que sus colegas brasileños que parecieron marearse con el flujo de la información falsa que se propagaba como incendio sin control por grupos de WhatsApp. El famoso “zap”, sistema de mensajería brasileño, fue un factor decisivo en la elección brasileña. En Chile, esto ha crecido, pero no al nivel de Brasil. También es importante considerar el nivel educacional del chileno medio en comparación al brasileño medio con una escolaridad promedio menor. No hay que olvidar que los niveles de analfabetismo en Brasil han sido históricamente los mayores junto a Bolivia; todo lo contario de Chile.
  6. Negacionismo del cambio climático y de la pandemia. Inolvidable es la frase de la “gripezinha” de Bolsonario cuando se refirió al Covid-19, ni decir sus comentarios absurdos en torno a las vacunas, salido de la mejor propaganda anti-vacuna. Kast nunca llegó a tanto, pero sí ha declarado que no le gusta el pase de movilidad ni la restricción de libertades que han significado las medidas sanitarias. En cuanto al cambio climático, ambos políticos han estado del lado contrario a la ciencia. En el caso de Brasil esto tiene un efecto devastador por la deforestación de la región amazónica, en favor de sus amigos granjeros que le dieron todo su apoyo. Kast no ha ocultado su desdén por la ciencia que prueba el cambio climático y solo podemos especular lo devastador que sería para Chile un presidente anticiencia en medio de una crisis alimentaria y de agua que nos afecta directamente.

Mucho se ha dicho de estos paralelos, y si bien es cierto que hay cosas que compartimos incluso a nivel cultural con Brasil, no podemos desconocer las grandes diferencias que tenemos en la historia, la cultura y la idiosincrasia de los pueblos. Brasil es un ejemplo de democracia a medias, fallida hasta cierto punto, con un enorme aparato estatal que es incapaz de parar la violencia, el narcotráfico y la corrupción. El famoso jeitinho (estilo) carioca es una mentalidad país según la cual, toda regla tiene un modo de ser “bypaseada”. En Chile, con la pandemia hemos visto más que nunca el legalismo que nos caracteriza. En gran medida las reglas se siguen y si no, los niveles de vacunación no serían de los más altos del mundo, ni el famoso Plan Paso a Paso hubiese tenido el mínimo impacto. Es cosa de ver la cantidad de gente que usa la mascarilla en espacios públicos, siguiendo la ley, versus lo que ocurre en la mayor parte del mundo, donde nos miran como bichos raros, a excepción de los países asiáticos donde su uso es normal, incluso sin pandemia. Ni decir del pase de movilidad que se pide en los lugares cerrados, el respeto a los aforos, etc. Ninguna de estas cosas ha sido exitosa en la mayor parte del mundo, simplemente porque la gente no sigue las reglas. En Chile, no es así y la mayor parte de los ciudadanos seguimos las reglas, nos gusten o no. Otro dato importante es que, aunque hay una crisis de las instituciones, esta no ha llegado al nivel de desprestigio de la democracia como ocurrió en Brasil. En nuestro país todavía hay un reconocimiento de que este es el mejor sistema de gobierno, muy pocos quisieran otra dictadura y hay un rechazo a los extremos, pese a la polarización de la elección que tenemos en curso. Brasil ha sido un país bastante más derechista, caudillista e inestable que Chile. Incluso nuestra versión criolla de extrema derecha no se compara con Bolsonaro ni en el estilo, ni en el nivel de negacionismo, ni en el nivel de mal hablar. Ni siquiera Piñera con sus “piñericosas” ha llegado al nivel de Bolsonaro. Kast es un líder ultra conservador, pero más austero, peinadito y mucho más comedido. Eso, sin embargo, no lo hace menos peligroso. Como he señalado en columnas anteriores, sabe mentir sin arrugarse, lo que a algunos les da una falsa noción de honestidad. Si bien el mundo rural chileno parece estar comportándose como lo hizo en Brasil para la elección de Bolsonaro, no se ha llegado al mismo extremo todavía y veremos en segunda vuelta si esa tendencia se profundiza o se desvanece.

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17 comentarios en “Kast y Bolsonaro, autoritarismo cristiano ultra conservador”

  1. ¿Qué tan responsables hemos sido los «progresistas» en que estos sujetos lleguen a tener posibilidades ciertas de llegar a gobernar chile’. Es un debate que siento ha estado ausente, al menos abiertamente y sin ambages.

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