Por Pablo Rojo
La tradición filosófica de occidente se constituye en primer lugar en la antigua Grecia gracias a dos de los autores más influyentes de su historia, quienes viven, escriben y enseñan en la misma época, Sócrates en manos de Platón y Aristóteles, quien fuera discípulo de este último, en tanto autor original como responsable de mantener funcionando la academia en Atenas. Una institución famosa que continuará en funcionamiento hasta su cierre definitivo por Justiniano, el emperador de la Roma oriental en el siglo VI D.C. quien pugnaba por asegurar la unidad y hegemonía del cristianismo, la religión oficial del imperio.
He aquí en mi opinión la primera gran traición al pensamiento propiamente occidental que vino desde dentro, a saber, la desaparición de gran parte del pensamiento griego clásico, un pensamiento que pertenece geográfica y culturalmente al oriente y que sirve de inspiración y fundamento para la creación y desarrollo del pensamiento que identificó a occidente en los siglos posteriores. Una pérdida que no solo se explica por el azar o el descuido que sufrieron los manuscritos antiguos, sino también por la destrucción deliberada por razones religiosas y políticas, como fue el caso del cierre de la academia.
En todo este proceso descrito, que se desarrolla durante la caída de la Roma occidental y la unificación posterior bajo Carlomagno, la suerte del pensamiento clásico griego que sí se conserva, que tiene la suerte accidental o intencional de no ser destruido, se desarrolla de dos maneras distintas. En primer lugar, los manuscritos de Platón y Aristóteles, los que se conservan casi en su totalidad, son cuidados y difundidos por Europa gracias a que sirven de herramienta intelectual para los padres de la Iglesia cristiana en sus inicios como plataforma de un pensamiento unificado que pueda no sólo estar a la altura del pensamiento pagano clásico sino que, además, por decirlo como Hegel entiende la dialéctica, conservarlo y superarlo. El resto, que no sufre la misma suerte y es de naturaleza variada, esto es, trata sobre las más dispares ciencias que el genio griego creó en el punto máximo de su creatividad, es desplazado hasta Constantinopla en manos, primero, de los emperadores romanos de oriente, después por sus sucesores musulmanes, para ver un nuevo florecimiento en manos de los intelectuales árabes que sí saben leer el griego y conservar aquella forma de pensar propia de Occidente.
Grecia clásica siempre presente
Quiero decir con esto que no sólo hubo una traición a la cultura griega en el sentido que se abandona por completo su forma original de pensamiento, sino que además es tradición del pensamiento occidental dado que nunca dejó de influir en él, más bien al contrario, los autores de la Grecia clásica están siempre presentes, aunque de formas no siempre auténticas, sino que derivadas o camufladas como pueden considerarse las ideas Plotino o los mismos padres de la iglesia.
Siglos de pensamiento occidental hacen este uso camuflado y después auténtico y explícito de las obras de Aristóteles, Platón y después de todo aquello que vuelve a Europa a través de los árabes y sus conquistas, quienes fueron los responsables de su conservación. Pues bien, es en este sentido que Platón y su doctrina, sale a flote, revive y vuelve a ser descartada de las más variadas formas. Así, por ejemplo, en el siglo XII las querellas entre las distintas concepciones del cristianismo se basan por sobre todo en la influencia que tienen sobre los textos sagrados las ideas ya de Platón, ya de Aristóteles y la de sus comentaristas más importantes, sobre todo árabes y musulmanes; el siglo XVII la querella de la nueva filosofía, aquella opuesta a la recién comentada llamada “escolástica” dado que era la que se enseñaba en la incipiente educación superior con fines sobre todo religiosos, entre racionalistas y empiristas, la que renueva problemas de toda índole que recuerdan exactamente la relación problemática que tuvo el pensamiento de Platón y su recepción por parte de Aristóteles; o hasta el siglo XIX y entrado el XX en que las ciencias exactas y naturales, en el sentido contemporáneo de la palabra, tienen su desarrollo más importante en tanto desprendiéndose y refutando toda metafísica y forma de pensamiento clásica, no puede sino recordarnos la misma emergencia del racionalismo, aquello propio y original del pensamiento griego, en tanto oposición a toda explicación mítica de la creación del mundo.
Bajo estas relaciones que llamo aquí traición y tradición es que la filosofía de Platón no deja de influir, de estar siempre presente para el pensamiento occidental. Así, por ejemplo, conocido es el dicho del filósofo británico Alfred N. Whitehead que “toda la filosofía occidental no es más que una nota al pie de página de Platón”. Siendo este el caso, ¿se puede decir algo más concreto al respecto en que esta tradición se muestre más que de manera general como lo he planteado hasta ahora?
Hasta ahora había comentado la filosofía de Platón centrándome en su noción de ideas en sentido científico, ahora quiero comentar muy rápido cómo es posible hacer honor y traicionar estas ideas, es decir, como lo hace la filosofía contemporánea. Pues bien, propongo la lectura que Freud hace de Platón, un médico que busca sanar el cuerpo a través de la comprensión del funcionamiento oculto de la mente, y que para ello vuelve a traer a flote lo más antiguo de la filosofía gracias a la teoría de las ideas de Platón. Con esto quiero decir que es gracias a dicha teoría de las ideas de Platón que Freud desarrolla su propia teoría del inconsciente humano gracias a su modalidad más evidente de presentación, bajo la forma de sueños mientras dormimos. Freud en su libro que inaugura el psicoanálisis La interpretación de los sueños casi al final y para definir esta noción de inconsciente en el mundo onírico recuerda un viejo dicho que Platón en boca de Sócrates presenta en el libro IX de La república, a saber, que “los justos hacen sólo en sus sueños lo que los malvados hacen cuando están despiertos”. ¿Qué quiere decir esto y cómo relaciona a Freud con Platón? Pues que para Freud la forma en que Platón tematiza los sueños y su relación con la locura y la represión (el virtuoso estando despierto reprime sus deseos que corren libres en sus sueños) sirven como dos tesis para fundamentar su propia teoría del inconsciente, en tanto que el examen de los sueños permite determinar la presencia y naturaleza de deseos particulares habitualmente inaccesibles a la mirada de la conciencia pues son objeto de procesos de represión; y que la presión por la cual se reprimen esos deseos en los estados de vigilia normales, sobre todo aquellos deseos de naturaleza sexual, son la raíz de una serie de estados psicopatológicos.
En fin, los ejemplos podrían multiplicarse, aunque no añadirían nada a la idea que quería demostrar en un comienzo, a saber y, para terminar, que a través de las más variadas formas ya sea para dar continuidad o transformar, el pensamiento de Platón sigue presente para la cultura el día de hoy y que, finalmente, no hace más que confirmar aquel dicho de la Biblia: “no hay nada nuevo bajo el sol”.