Traducción del francés de Gonzalo Martner.
Reproducimos parte de la entrevista de Nicolas Truong a Giuliano da Empoli, autor de “La hora de los depredadores”. El profesor de Sciences Po (Instituo de Ciencias Políticas de París) y escritor italo-suizo analiza, en Le Monde, la era de los nuevos autócratas aliados con los magnates tecnológicos.

Crédito: https://www.lemonde.fr
Pregunta: ¿Cuál es, según usted, la especificidad de los “depredadores” actuales?
Respuesta: La hora de los depredadores combina algo muy antiguo con algo radicalmente nuevo. Por un lado, asistimos al regreso de figuras políticas depredadoras sin escrúpulos, que se liberan de toda regla y afirman su poder mediante acciones brutales que dejan perplejos a sus adversarios: se parecen mucho a los personajes que encontramos en las crónicas de [el historiador romano] Tácito o en el pensamiento de Maquiavelo.
Pero, por otro lado, estas figuras cuentan con el apoyo de la maquinaria todopoderosa de los señores de la tecnología. Han decidido barrer con las viejas élites para reemplazarlas por figuras —como Trump en Estados Unidos, Milei en Argentina, los extremistas de Alternative für Deutschland en Alemania o de Reform UK en el Reino Unido— que sirven mucho mejor a sus intereses y que comparten más estrechamente su mentalidad.
Impulsados por la insurrección digital, los extremistas y los oligarcas tecnológicos son forasteros que avanzan rompiendo las reglas y que no toleran ninguna forma de autoridad o ley, pues estas pondrían freno a su deseo de poder.
P: ¿Cuál es la responsabilidad de los progresistas en el ascenso de estos señores de la tecnología aliados con los depredadores que usted califica como “borgianos”, en referencia al príncipe italiano del Renacimiento César Borgia, retratado por Maquiavelo?
R: La responsabilidad de los progresistas en esta situación es aplastante. En su discurso de despedida, Joe Biden advirtió sobre el surgimiento de una nueva oligarquía “tecno-industrial”, y su principal asesor, Jake Sullivan, fue aún más lejos al declarar que hoy existen al menos cuatro o cinco “proyectos Manhattan” en Estados Unidos.
Estos proyectos de investigación sobre inteligencia artificial (IA) tienen un potencial transformador comparable al de la invención de la bomba atómica, salvo que, a diferencia del proyecto Manhattan original [el proyecto gubernamental estadounidense destinado a producir una bomba atómica a partir de 1939], ahora se desarrollan dentro de empresas privadas controladas por Elon Musk, Mark Zuckerberg [Meta], Sam Altman [cofundador y director ejecutivo de OpenAI y cocreador de ChatGPT] y los directivos de Google, sin ningún tipo de supervisión pública. Esta situación es fruto de treinta años de sumisión cultural por parte de los demócratas estadounidenses —y no solo ellos— frente al poder tecnológico.
P: ¿Cuándo empezó esa sumisión?
R: En 1996, cuando la administración Clinton decidió exonerar a los sitios de Internet de toda responsabilidad respecto al contenido que publican. En ese entonces, los emprendedores de Silicon Valley todavía podían parecer simpáticos jóvenes en sudadera con capucha, pero en pocos años su poder se volvió descomunal. Hoy se habla mucho de Elon Musk, pero en 2012 el entonces presidente de Google, Eric Schmidt, desempeñó un papel igualmente importante en la reelección de Barack Obama —solo que permaneció entre bambalinas y del lado de los demócratas. Así que todos estaban contentos: nadie se preocupó de poner freno al poder de las empresas tecnológicas, y ese poder terminó por superar al del Estado.
P: Usted afirma que el wokismo es pan bendito para los “borgianos”. ¿No es la era de los depredadores una reacción a transformaciones antropológicas profundas, más que al supuesto elitismo de la izquierda universitaria?
R: La fórmula de los ingenieros del caos siempre es la misma: la cólera y la frustración de ciertos sectores del electorado se multiplican mediante la maquinaria algorítmica. En el caso de la ola trumpista, es evidente que en la base hay razones económicas, combinadas con el desconcierto de parte del electorado ante los cambios de época, el papel de la mujer, el reconocimiento de los derechos de las minorías y el carácter cada vez más multicultural de la sociedad.
Pero sobre esa base se injerta el papel del algoritmo. Las plataformas se presentan como vitrinas transparentes sobre el mundo, pero en realidad son espejos deformantes de feria: adaptan la realidad a las expectativas y prejuicios de cada usuario. Por eso, los ejemplos más radicales del wokismo —una iniciativa estudiantil o una polémica sobre baños no binarios en un pequeño campus de Vermont— pueden convertirse en el combustible de una ola de indignación en las redes.
La lógica es siempre la misma. Consiste en hacer tres operaciones simples: identificar los temas candentes y las fracturas que dividen a la opinión pública; empujar en cada uno de esos frentes las posiciones más extremas y enfrentarlas entre sí; proyectar el enfrentamiento sobre el conjunto de la sociedad para sobrecalentar el ambiente.
P: Usted escribe que el apogeo del poder es la acción irreflexiva. ¿Por qué?
R: Una acción racional, meditada, no es un verdadero acto de poder: es una decisión que podría tomar cualquier tecnócrata o político moderado —esos hombres a los que los depredadores y sus partidarios desprecian. En cambio, una acción impensada solo puede ser realizada por alguien que tiene la fuerza de liberarse de las reglas, de imponer su voluntad y de deslumbrar a su público y a sus adversarios. En mi libro cito a un viejo duque de Sajonia que, ante sus consejeros que le suplicaban reflexionar antes de decidir, respondía: “No quiero ni reflexionar ni considerar, ¿de lo contrario para qué soy duque de Sajonia?”
P: ¿No es el precio que van a pagar las poblaciones vulnerables por las políticas desiguales de los autócratas tecnológicos, en los países donde la democracia aún funciona, el límite de su poder y su gloria?
R: Esa es justamente la cuestión. Hoy, en Estados Unidos, el quiebre entre el componente popular del trumpismo y el componente tecnológico es evidente. El ex estratega de Trump y arquitecto de su victoria en 2016, Steve Bannon, que encarna el ala popular del movimiento, lleva a cabo una campaña cada vez más virulenta contra los oligarcas de la tecnología, a quienes acusa de haber desviado el trumpismo. Y Elon Musk es cada vez más impopular entre la base electoral del expresidente.
Lo que hay que entender es que la rama tecnológica del movimiento considera esta etapa como un verdadero cambio de régimen. Su idea —explícitamente teorizada por Curtis Yarvin, un influyente bloguero muy cercano a J. D. Vance y a Peter Thiel— es que Trump es el vehículo para pasar de la República romana al Imperio.
Según esta visión, Trump debe apoderarse de todos los instrumentos del poder, como si fuera un monarca con poderes absolutos, para salir de una vez por todas de la esfera democrática —un modelo que los oligarcas tecnológicos consideran arcaico e ineficaz. La estrategia que Trump está adoptando parece ir en esa dirección.
Hoy, en la esfera digital, un ciberataque, una campaña de desinformación o de acoso no cuestan nada, mientras que defenderse de ellos es casi imposible. A medida que nuestras vidas se vuelven cada vez más digitales, el caos, la primacía de la fuerza y los depredadores vuelven a ser la única regla del juego.
La furia con la que los depredadores —de Trump a Putin, pasando por Musk y Zuckerberg— atacan a las instituciones y las normas europeas indica que las consideran un obstáculo para sus planes de dominación. Creo que es desde ahí que debemos partir si queremos frenar la avalancha de los depredadores.
P: ¿Cómo podría la humanidad dominar la tecnología de forma democrática?
R: La democracia consiste en dar a una comunidad el control de su destino. Si esa posibilidad fracasa, la democracia pierde todo sentido: no queda más que el zumbido sordo de los ventiladores de los centros de datos. Todavía es posible evitar ese escenario —y eso exige lo contrario de una actitud ludita. Se necesita lograr una gestión de la tecnología que permita dominarla, y reemplazar la fe ciega de los oligarcas tecnológicos, que apuestan por la inteligencia artificial con la ingenuidad de los adoradores del fuego, por un enfoque más equilibrado.

4 comentarios en “La hora de los depredadores”
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