¿Dónde puedo albergar,
los pocos recuerdos que me dejaron?
¿dónde los guardo?
Para que no se los lleven…
como mis libros,
mis fotos,
mis cartas,
¿dónde los dejo?
para que nadie olvide…
Por José Luis Almonacid Gómez, presidente Comisión de Derechos Humanos de Rancagua
La memoria es un elemento que nos acompaña desde que tenemos y desarrollamos nuestro cerebro.
Sin duda, nuestro cerebro selecciona cuidadosamente cuáles serán los recuerdos, aquellos que rememoraremos sin pudor. El primer beso, ese helado día domingo, o todos aquellos recuerdos que nos generen melancolía, felicidad y también tristeza, pero en este caso nuestro amigo nos protege, de aquellos hechos trágicos, traumáticos, esos que es mejor olvidar.
Así pasa con las violaciones de los derechos humanos, son traumas de país, que se prefiere olvidar por su impacto. Pero lo que no se puede enfrentar y reparar, puede provocar su repetición.
Ahora, cualquier acto de memoria, una conversación, escuchar la historia de un lugar, de una muralla que sirvió de paredón, de un río que transportó silente los cuerpos ametrallados de campesinos, fosas que recibieron cuerpos y cuerpos… Todo ayuda a nuestra memoria traumática como país.
¿Qué debe hacer nuestra sociedad? ¿Qué puedo hacer yo, como ciudadano? Quizás empezar a desarrollar y practicar la capacidad de ser empático, colocarse en el doloroso lugar del otro, de aquella madre que aún busca en el desierto, aunque sea un hueso de su esposo, de su hijo, de su hermano.
Una vez que damos este primer paso podemos comprender que tenemos una ausencia de educación en derechos humanos, desde el kínder hasta la universidad, en todos los estamentos de la sociedad, incluyendo de manera especial a las Fuerzas Armadas.
Todos los esfuerzos deben centrarse en la educación a estudiantes, pero también de manera cívica.
Hoy, hay una preocupación real, de que en todo lo avanzado pudiésemos retroceder. Pero separemos las cosas en temas de Derechos Human. Quienes más avanzan, por años, en la promoción y difusión de los Derechos Humanos, han sido las organizaciones de la sociedad civil, las propias familias de los desaparecidos, de los ejecutados y torturados los cuales, dependiendo de sus recursos, han mantenido la “llamita” de la memoria, y el señor Estado “en la medida de lo posible” va quedando atrás en este caminar: no ha estado a la altura.
El propio estado chileno es el culpable de que podamos apreciar en el horizonte político, una candidatura de ultraderecha y negacionista. Un estado que de manera cómplice y premeditada, siempre ha estado con los grupos económicos y de poder, provocando la desconexión ciudadana total. En esta realidad, nuestras organizaciones vinculadas a los derechos humanos deben convivir con una apática sociedad que reniega de ellos. Porque cualquiera sea nuestro rol en la sociedad, tenemos derechos por el solo hecho de ser personas, aunque quizás haya quienes sostengan que lo primero es su rol en la sociedad y después son personas, puesto que “salga quien salga debemos trabajar igual”.
Pero no da igual. Ni es lo mismo quien resulte electo para conducir al país, de ninguna manera. Los dos candidatos que se enfrentarán en la elección del próximo 19 son antagónicos. Más allá de su posición de derecha, Kast representa a una derecha feudal, retrógrada, misógina, homofóbica. Chile no se puede equivocar tanto, no puede darse el lujo de avanzar y cada cierto tiempo retroceder, a causa de la ignorancia y la desinformación. Sin duda, Chile no puede darse el lujo de carecer de memoria.