Por Marcel Albano
La nacionalización del cobre, llevada a cabo el 11 de julio de 1971, con el aplauso unánime de los votos en el Congreso Nacional de entonces, un capítulo en la historia de Chile llegó a su cierre, arrastrando consigo las particulares company towns, pueblos/campamento minero, que se alzaban majestuosamente en las alturas de la Cordillera de Los Andes.
Desde los albores del Siglo XX y hasta ese crucial punto en la cronología, la Braden Copper Company, eminente empresa estadounidense, había tejido un tapiz de progreso enclavado en las escarpadas montañas de la comuna de Machalí, con el más elevado de estos pueblos a 2.500 metros sobre el nivel del mar. Eran tierras ancestrales de minerales ricos y paisajes nevados, que dieron origen a las primeras ciudades mineras a semejante altitud, compuesta por los campamentos habitacionales de Sewell, Caletones y Coya. Este conjunto, en su totalidad, albergaba intrincados sistemas de acueductos, redes eléctricas, ferrocarriles, producción de materiales de construcción, y todo cuanto la ingeniería y la visión, planificación y organización norteamericana podían desarrollar.
La materialización de estas infraestructuras abarcaba un espectro que se extendía desde la arquitectura hasta la educación, impregnando la cultura y salud en un rincón chileno que, en su esencia, comenzó a latir al ritmo del sueño americano. El legado de esta empresa, directamente transplantado desde tierras estadounidenses a suelo chileno, dejó una huella imborrable que se expresó en la creación de una comunidad multicultural. Esta misma comunidad, labradora de gran parte del linaje de la minería subterránea chilena, constituyó lo que hoy veneramos como la División El Teniente, la mina subterránea más extensa que el mundo haya visto.
En este rincón de alturas y desafíos, las relaciones sociales se entrelazaron con un aislamiento que forjó una unidad sólida entre las costumbres cordilleranas de Machalí y la herencia cultural de los Estados Unidos, forjada en las llamaradas de la segunda revolución industrial. Este sistema de organización singular trazó líneas que se mezclaban con la geografía y la producción de cobre.
A diferencia de los campamentos mineros del salitre en el desértico norte, donde la corona inglesa y el Estado chileno abusaron y explotaron familias obreras, los norteamericanos a partir de 1907, guiaron la exploración, el descubrimiento y la explotación de los yacimientos de cobre. Al tiempo, esas sociedades dieron vida a una extensa red de organizaciones sociales, deportivas, religiosas, culturales y artísticas, educativas, de entretenimiento y de salud, todas de primera calidad y buena parte de ellas protagonizadas por la organización emergente de los trabajadores y sus familias. En medio de este vibrante panorama, una población que, para 1960, contaba con 18,067 almas, abrazaba un crisol de nacionalidades, donde norteamericanos, europeos y chilenos socializaban su día a día, de acuerdo a las normas de los empresarios norteamericanos: cada familia vivía en espacios segregados, dependiendo del cargo que los jefes de familia desempeñaban en la empresa, lo mismo que los solteros.
Los orígenes: de Estados Unidos a Los Andes machalinos
Como un efecto mariposa, con el embargo aplicado por Inglaterra a Estados Unidos en 1807, la corona británica solo consiguió estimular a los norteamericanos a embarcarse en grandes proyectos de exploración por el mundo, que habían llegado último a la repartija de territorios o colonias en los nuevos mundos. Desde la caída en desgracia de José Miguel Carrera, los norteamericanos perdieron su influencia en el territorio siendo su embajador aliado, Joel Robert Poinsett, alejado de las relaciones diplomáticas por las diferencias con O’Higgins, cuyos ojos estaban puestos en el proyecto de la logia masónica “lautarina”, creada por el venezolano Francisco de Miranda en Londres, Inglaterra.
La influencia política y económica inglesa en Chile, extendió sus huellas durante todo el siglo XIX hasta consolidarse, principalmente, en el norte de nuestra nación, donde sus intereses se entrecruzan en eventos como la Guerra del Pacífico y el poder de las instituciones financieras. Este impacto se hizo evidente en los pueblos, puertos y salitreras de las vastas pampas nortinas, así como en el apoyo político brindado a las facciones involucradas en la Guerra Civil de 1891.
Estados Unidos, por su parte, en pleno proceso de industrialización e influidos por el espíritu del progreso, vinculó a grandes profesionales y financistas para megaproyectos similares en su propio territorio. Los norteamericanos, al impulsar su propia ciencia y tecnología, adquirieron destrezas en la planificación a través de la prueba y el error, fusionando estos valores con la competencia, la eficacia y la eficiencia, estableciéndose como nuevos líderes.
En su estrategia, en 1861 nació el famoso MIT (Instituto Técnico de Massachusetts) donde un brillante y joven estudiante se graduaba con honores: William Braden Burford, un ingeniero experto en innovación de fundición de metales. Su fama a finales del siglo XIX, atrajo a los socios de la Compañía Fundidora y Refinadora Omaha y Grant, quienes financiaron en 1894 una expedición a Chile, precisamente a la cordillera de Machalí. Junto a su socio en Nueva York, Barton Sewell, creó en 1904 la compañía cuprífera Braden Copper Company para la extracción industrial de la mina El Teniente. William, millonario y conocido en Estados Unidos como “Copper King”, vendió la megaempresa a los hermanos Simon y Daniel Guggenheim, quedando como su director.
Hojeando el Semanario “El Teniente” de Braden Copper Company 1964
Los norteamericanos y la población chilena, realizaron grandes obras civiles a esa altura sobre el nivel del mar; para los sistemas eléctricos, utilizaron plantas abastecidas de agua con un ingenioso sistema de tubería, la que puede observarse hoy a 12 km al este de Coya, en el río Pangal, entrando en operaciones en 1919. Esa planta generó energía por un siglo y fue construída en base a madera de secuoya y acero, materias primas traídas desde Estados Unidos, que fueron llevadas al Valle del Alto Cachapoal a lomo de las mulas machalinas.
En el tiempo posterior a la nacionalización, el modelo de company towns ya estaba siendo desechado no solo en Chile. De hecho, los mismos norteamericanos antes de entregar la compañía habían iniciado la construcción de la Carretera El Cobre para que sus trabajadores viajaran todos los días entre el valle y la mina.
De este modo, Sewell y Coya, ya que las otras localidades prácticamente no sobrevivieron, siguen mostrando hoy el legado de un modelo de sociedad industrial que perduró en el tiempo y que, en el caso de Sewell, recibió el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad.
Distribución total poblacional complejo Braden Copper Company según el Censo de 1960
Según el Censo de 1960, la población total era superior a los 18.000 habitantes distribuídos por todo el territorio machalino cordillerano, y donde cada pueblo, cumplía funciones específicas de acuerdo a sus roles en el encadenamiento productivo.
Complejos urbanos | Total |
Sewell | 11.653 |
Caletones | 3.252 |
Coya | 1.057 |
Pangal | 126 |
Sapos | 24 |
Sitio K y Barahona | 99 |
Bocatoma de Pangal | 124 |
Campamento Parrón (Sauces, Carrito, Río Claro, Maquis y Cauquenes) | 348 |
Estación Ferrocarril y Rancagua | 555 |
Población Estadio | 255 |
Población de Sewell y Caletones en Rancagua | 574 |
Total Población | 18.067 |
Fuente: elaboración propia
Aportes económicos a la Ilustre Municipalidad de Machalí en 1964
Para una aproximación exploratoria al valor de ese cheque a la Ilustre Municipalidad de Machalí, el ingeniero y empresario David Berrios Vilches calcula que para la equivalencia de la moneda del país en ese momento, por cada escudo debe considerarse US$1,05 dólares.
Bandas de Sewell y Caletones presentando un setlist chileno junto con la influencia del Rock & Roll y el cine a través de Elvis Presley, Bill Halley siendo pioneros como rockeros en Chile.
1 comentario en “La nacionalización del cobre y el ocaso de las Company Towns”
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