La “politicoansiedad”, o cuando la política perjudica la salud

Tras la disolución de la Asamblea Nacional el 9 de junio de 2024, el uso del término “ansiedad política” ha aumentado. Crédito: Sarah Meyssonnier / Reuters

El fenómeno de la ansiedad política es seguido desde 2016, año de la elección que llevó a la primera presidencia de Donald Trump pues se acumula una cantidad considerable y creciente de evidencia de que la política tiene un efecto negativo sobre la salud.

Por Ariane Ferrand, traducción del francés de Gonzalo Martner.

La actualidad política y la forma de gobernar del país inquietan cada vez más a los ciudadanos, en un mundo incierto donde las crisis se multiplican. La tentación, entonces, es fuerte: apartarse de la política y dejar de informarse para reducir la angustia.

El término apareció por primera vez en la prensa el 11 de octubre de 2021, en un artículo de la revista en línea Slate, titulado: “Si la elección de 2022 te provoca ataques de ansiedad, quizá sufras de politicoansiedad”.

Aún no figura en los manuales de psicología ni en la “nosografía [clasificación de enfermedades] psicopatológica”, observa Gladys Mondière, psicóloga en Lille y presidenta de la Federación Francesa de Psicólogos y Psicología. “Pero las clasificaciones siempre llegan con retraso… Y aunque el término no sea oficial, la ansiedad vinculada a la política se presenta, de hecho, cada vez más en nuestras consultas”, añade. Algunos profesionales ya se han apropiado del concepto, como Stéphanie Bertholon-Alagna, psicóloga clínica y cofundadora del Centro de Tratamiento del Estrés y la Ansiedad, en Lyon. “La politicoansiedad remite a un sentimiento de amenaza o impotencia frente a un contexto político incierto”, explica.

En Estados Unidos, el fenómeno de la ansiedad política es un campo de investigación en plena expansión desde 2016, año de la elección que llevó a Donald Trump a la presidencia. Kevin B. Smith, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Nebraska-Lincoln, que estudia la influencia de la política en el bienestar, declara: “Existe una cantidad considerable y creciente de evidencia de que la política tiene un efecto negativo sobre la salud. Estos resultados provienen de estudios realizados por investigadores que utilizan datos y enfoques diferentes”.

De hecho, las preocupaciones políticas figuran entre las principales fuentes de estrés de los estadounidenses, según la encuesta “Stress in America” de la Asociación Estadounidense de Psicología, y la tendencia no deja de agravarse: en 2016, la elección presidencial generó un estrés importante en el 52 % de los adultos; en 2024, esta cifra ascendió al 69 %. Además, muchos estadounidenses expresaron preocupación por las consecuencias de las elecciones de 2024: el 74 % temía actos de violencia tras los comicios y el 56 % temía un colapso de la democracia en EE. UU. Ese mismo año, el 77 % de los adultos estadounidenses consideraba el futuro de su país como una fuente importante de angustia. Al otro lado del Atlántico, cuatro de cada diez franceses declararon sentirse más “angustiados” tras la disolución de la Asamblea Nacional, según una encuesta del instituto Verian, publicada el 25 de junio de 2024.

Los síntomas de esta ansiedad política son numerosos, según la psicóloga Stéphanie Bertholon-Alagna. “Afecta al sueño, al apetito, genera problemas de recurrencia de ideas o una necesidad compulsiva de verificación —como seguir noticias 24/7 o revisar redes sociales…”. Kevin B. Smith incluso menciona pensamientos suicidas y, tras elecciones, síntomas similares al trastorno de estrés postraumático.

Pero ¿por qué la política afecta tanto a la salud mental? Brett Ford, profesora asociada de psicología en la Universidad de Toronto, especialista en el vínculo entre emociones y compromiso político, ofrece una doble explicación: “Por un lado, porque las decisiones políticas pueden tener un impacto muy concreto en la vida de las personas —en el aborto, el sistema sanitario, el empleo…—. Por otro lado, porque la política conecta, para muchas personas, con creencias morales muy arraigadas”, detalla.

Además, la estructura del entorno informativo es generadora de ansiedad, subraya Brett Ford: “La información llega en forma de flashes, y las plataformas digitales están diseñadas para captar nuestra atención”, explica.

Para liberarse de este estrés obsesivo, analiza Stéphanie Bertholon-Alagna, algunas personas prefieren alejarse por completo de la política y dejar de informarse, lo cual no es deseable desde un punto de vista cívico. Ella aconseja más bien a los ciudadanos ansiosos “actuar y aportar su granito de arena cuando sea posible”, pero también “aceptar, como los estoicos, que a veces no se puede influir en el curso de los acontecimientos”. Finalmente, los invita a revisar su relación con la actualidad para disminuir la angustia: “No hay que quedarse con fragmentos sueltos de información, hay que intentar comprender los hechos de forma más racional”.

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