Las siete vidas de Julio López Blanco

Julio López Blanco, rostro del principal noticiero de la dictadura, 60 minutos de Televisión Nacional, vive hoy retirado, añorando sus años de gloria en los 70, tiempo en el que también tuvo un rol en la difusión de un falso enfrentamiento montado por la DINA, lo que le significó una sanción del Colegio de Periodistas por graves faltas a la ética. En conversación con ER, el periodista desvela su vivencia sobre las relaciones de poder en el seno de la dictadura.

Por Edison Ortiz

Fue rostro emblemático de la dictadura militar hasta comienzo de los 80’ y su imagen está indisolublemente ligada a ese régimen como a Televisión Nacional y, en especial, al noticiero 60 minutos que condujo por varios años. Repentinamente, fue destinado como agregado de prensa a la convulsionada Colombia desde donde retornaría en 1988 para incorporarse a Megavisión. Su rostro desapareció de los medios en 2016, año de su retiro profesional, luego de lo cual se radicó en Osorno, su ciudad natal, donde lleva una vida apacible lejos del bullicio. Ha recibido varias acusaciones y al menos una sanción por difundir en aquellos años noticias sobre montajes de falsos enfrentamientos realizados por la policía política de Pinochet.

El Regionalista tuvo un diálogo franco con quien fuera el conductor del noticiero más visto de una época que mutaba, literalmente, del blanco y negro al color.

Quería conversar con nosotros y nos interesaba, también, saber en qué está uno de los comunicadores más relevantes de una oscura época de nuestro país. El contacto surgió por medio de un amigo común y a propósito del prólogo de un libro sobre comida ancestral. Nos reunimos en un café de Osorno que el periodista suele frecuentar. Aún mantiene el tono de voz apacible y envolvente, como el de alguien que relata cuentos, que lo caracterizó mientras fue conductor de 60 minutos.

La conversación partió de este modo: yo estaba saliendo de la infancia e ingresando al mundo de la adolescencia cuando usted dirigía 60 minutos. De aquella época, tengo cuatro recuerdos imborrables: el Colo-Colo de Caszely y Vasconcelos, los domingos del Jappening con Ja, la imagen rígida de Pinochet y la voz apacible de Julio López Blanco. Se ríe con cierta complicidad e iniciamos nuestra conversación.

¿Cuál era su sueño cuando ingresó a estudiar periodismo a inicios de los 60 en la UC?

La escuela nuestra se creó en torno al marqués Bulnes (NdlR: Francisco Bulnes Sanfuentes, líder histórico de la derecha tradicional, ya fallecido) quien tenía una hija, María Angélica, que quería ser periodista; había una sola escuela de Periodismo, la de la Chile, y el marqués no quería enviar a su hija ahí. Donó un terreno donde se instaló la escuela en la PUC. Cuando ingresamos a esa escuela el año ’61, nuestro sueño era escribir en El Mercurio, Las Últimas Noticias (LUN), y la televisión todavía era un sueño mayor. Los que ingresamos ahí, Honorato, Olguín, Pavlovic, los primeros que hicimos televisión, hacíamos un poco lo que nos decían, y también lo que queríamos. Podíamos hacer nuestro sueño, no había internet, no tenías que apretar un botón sino investigar, buscar, nos impelían a eso. Cuando yo entré al diario LUN, una de las cosas que me dijo Nicolás Velasco fue “les voy a pedir una sola cosa, por lo menos una vez al mes hagan una entrevista que sea de primera página, tiene que ser un golpe nacional, tienen que pelear por la noticia, luchar por buscar lo que no se conoce, vayan al fondo de las cosas (lo que, según López, no pudo hacer luego en dictadura)

Irremediablemente surge la comparación del periodismo de esa época con el actual. Julio ¿cómo ve el periodismo ahora?

Desalojo Toma Escuela de Periodismo U. de Chile, en repudio al rector designado José Luís Federici, Santiago, agosto 1987

Mira hoy el periodismo en política, La Moneda, por ejemplo, es un rebaño, son pedestales, andan con el micrófono en la mano y el que busca una noticia distinta y la da, lo echan del grupo por traidor. Entonces, caímos en la comodidad del internet de saber todo lo que queríamos saber muy rápido, pero se perdió el afán investigativo. Los chicos salen hoy corriendo a entrevistar a Vargas Llosa cuando viene a Chile y ninguno sabe siquiera cuántos libros ha escrito.

Las escuelas eran dos: la Chile y la Católica de las cuales egresábamos veinte al año, más la de Concepción con diez, treinta al año, entonces podíamos ingresar a los medios a trabajar. Ahora son 48 escuelas de las cuales egresan al año 950, de los cuales la inmensa mayoría o vende libros viejos en San Diego o hace cosas distintas a las de su profesión o termina enchufándose en el aparato público. Hoy, con la necesidad de estar en los medios y tener reconocimiento, los chicos son capaces de decir cualquier cosa, sin investigar.

En ese contexto, ¿cuál era la principal virtud del periodismo de antaño versus el que usted relata de hoy?

El ser investigativo, caballos de carrera, el decir cosas que le importaban a la gente. Ninguno de nosotros estaba cinco minutos hablando del perrito que acompañó al caballero a tal parte y que era un perrito desconocido y que se hizo amigo de una persona por cualquier cosa. Ese es el periodismo actual, intrascendente que vive para la farándula, que no es periodismo. A un corresponsal en provincia le pagan treinta lucas por una noticia. Éramos el cuarto poder, ya no lo somos.

A comienzos de los 80, en plena dictadura con Pinochet imponiéndose en el plebiscito, usted era una de las figuras comunicacionales más relevantes, ¿qué recuerda de esa época como relevante? (se produce una larga pausa)

Bueno, yo era relevante porque aparecía en un medio que era nuevo, casi obligado, pero yo no estudié para ser famoso, al igual que mis colegas. Hoy, quienes hacen clases de periodismo en las universidades tiene muchos postgrados en el extranjero, pero no tienen calle, son pura teoría. Hoy un periodista que sale a reportear una noticia en vivo sabe menos que el periodista que se quedó en el estudio y que está recibiendo mucha información al mismo tiempo. Antes arriesgábamos el pellejo, Pavlovic estaba en no sé dónde, yo en no sé dónde, Claudio, también, reporteando para sus canales y la gente confiaba en nosotros, éramos noticia, éramos chilenos dando a conocer la noticia, ahora no. El auditor se desvinculó del que daba la noticia. El periodista de hoy está metido en la cosa política, en la farándula, en la irrelevancia, perdimos importancia y eso me duele. Yo destaco eso, haber viajado mucho, haber estado en el lugar donde se producía la noticia.

Sé de muy buena fuente que fue muy cercano a Pinochet, de hecho, fueron compadres. Pero, en algún momento él toma distancia de usted, luego que usted le recomendara que había llegado el momento de legitimarse democráticamente. ¿Cómo fue ese episodio?

No me gusta mucho recordar… todo empezó con una cosa que parecía intrascendente. Yo estaba entrevistando a la señora Lucía en el Canal Nacional y, en medio de la entrevista, te habló del año 75, ella está hablando de lo que hace por los niños, de pronto dice “es que no quiero que los niños chilenos sean como esos pobres niñitos peruanos o bolivianos sin zapatos y con hambre”. Entonces yo paré la entrevista, y les dije a todos los que había, gente de gobierno, “no sigue la entrevista, paren”. Y delante de todos le dije, “señora Lucía, usted no puede hablar así de los niños peruanos y bolivianos, su imagen es otra”. Así que eso lo sacamos. Ahí empezó una pugna entre la señora Lucía y sus amigas, que eran muy poderosas, como que yo era una persona que no era muy amistosa. Después de eso, un par de años después tuve un encontrón con don Augusto a quien yo estimaba mucho, que fue padrino de mi hija, que la protegía, la quería, y a mí me estimaba y un día conversando con él, le dije que echaba de menos el respeto por el periodismo, porque yo lo respeto a usted, como general con y sin uniforme, y usted debe respetarme a mí, sin uniforme y con traje civil. Ahí siguió una pequeña pugna y el año 80 u 82, Patricia Guzmán, jefa de prensa, Pérez Cotapos, periodista del 13, el chico Godoy, Julio López, fuimos a hablar con el presidente, éramos todos gente de confianza de Pinocho y le dijimos que lo mejor que nos parecía debía hacer, era renunciar, aprovechar la oportunidad. Era difícil hablar con él, sus amigos, uniformados y mandos medios te lo impedían, las amistades de doña Lucía lo cercaban. Que con traje de civil se presentara a elección, el año 82 la cosa estaba bien económicamente, teníamos exportaciones aumentando y que sin duda iba a ganar. A los dos o tres meses, Patricia Guzmán fue enviada como agregada de prensa a Paris, el milico Tapia del 13 se fue a Uruguay, Pérez Cotapos, a Bolivia, Julio López a Colombia, el guatón del 9 se fue a Buenos Aires.

No fue un mal tiempo para nosotros, pero fue un mal tiempo para Pinochet porque no escuchó, porque tal vez el deseo de poder fue superior al de hacer bien las cosas, o porque la señora Lucía influyó demasiado. Que pena que no escuchó, no supo a tiempo de lo que había que desvincularse.

Casi 50 años después, ¿cómo evalúa usted esa dictadura en lo personal y profesional? ¿Qué hay que aprender de ese proceso, pensando en las generaciones futuras de un Chile que hoy está convulso?

Yo echo de menos, un poco mucho, el orden, el trabajo, la seguridad, el deseo de ser más. El deseo de superarse, de hacer bien las cosas. Estoy desvinculándome del tema derechos humanos de lo que pudo haber ocurrido, el deseo de ser un país poderoso, valiente, de defender integralmente sus fronteras, de no ceder un metro de terreno, hay cosas que echo de menos. Y hay cosas que nunca debieron ocurrir. Pinochet aparte de lo económico, tuvo la posibilidad de darle más dignidad a la gente, en el sentido de que no puede ser que una mujer embarazada tenga que caminar 40 cuadras para ser atendida en un centro hospitalario, que una persona luego de esperar horas en una fila, le cierren la ventanilla porque llegó la hora de cerrar, a vivir con dignidad.

Siempre habrá obreros y empresarios, pero todos con la misma dignidad, sentarse en la mesa. Pinochet a partir del 73, tuvo tanto poder que hubiese podido hacer lo que él hubiese querido.  No había por qué haber perseguido a tanta gente de izquierda por puro ideologismo. No había derecho para intentar controlar las ideas. A mí me gustaba Te recuerdo Amanda, los Quilapayún, creo que nunca más se escribirá algo como la Cantata Santa María porque siento el dolor de ese sufrimiento.

Y si de aquí en adelante el nuevo presidente Boric no pone como prioridad entre sus tres primeros compromisos, dignificar a los chilen@s, que no significa que el que gane U$ 10 millones pague uno de impuesto, sino que trate bien a sus trabajadores que han aportado a esa riqueza.

Pinochet tuvo a los empresarios de rodillas y no hizo lo que tenía que hacer. Entonces en eso de darle tanta plata a las fuerzas armadas en armamento, salvo el necesario, contribuir a construir casa cada año, y no sacar, como se hizo, a gente que vive en campamentos en comunas ricas para llevárselos a comunas pobres y aumentar la desigualdad y los guetos.

Hay una imagen pública construida sobre usted y su rol en el régimen militar, sin embargo, ¿cómo le gustaría ser recordado?

Siempre hay una dualidad en esto, de lo que me dice la gente. Todavía hay gente que se queda con la cosa política. Cuando voy a Santiago a menudo a ver a mis nietos y hacer las cosas que me gusta hacer, como por ejemplo comerme un completo al Dominó, tomarme un café en Ahumada, pasear frente donde funcionaba el Bosco y recordar el pasado, el Tap Room, el Burlesque, el Picaresque y me paseo y miro los edificios y digo: ¡qué pena! Haber dejado por lo menos las fachadas.

Cuando voy al café siempre hay dos dualidades, la gente que me dice ¡don Julio echamos de menos sus reportajes en Medio Oriente!, eso, por un lado, y por otro, el que llega, me queda mirando y diciéndome con sus gestos, ¡así que pinochetista el huevón!  Entonces están esas dos cosas. Pero a mí me gustaría que me recordarán como un buen periodista. Edison, yo debo tener unas cuatro o cinco cajas con cosas que se daban como premios esa época, como el laurel de oro, prensa de espectáculos, festival de Viña, que no miro nunca, pero tengo otros como un papelito por haber cruzado el ártico, el ser el primer periodista chileno en visitar Vietnam, o por haber estado tres días recorriendo la Muralla china. Echo de menos eso, recordar cosas que vivimos intensamente en nuestras vidas y que hayan estado en la noticia. Yo estuve con Sadam, entré con Yemayel al Líbano en un tanque, estuve en Tel Aviv en un hospital, entrevistando a un médico cuando reventó una bomba que mató a 15 niños del hospital, estuve con Noriega en una entrevista que duró tres días, estuve con Brigitte Bardot, eso se extraña. Yo quería vivir un poco las vidas de la gente y las viví. Y me duele que el periodismo hoy sea tan plano. Estuve en Filipinas cuando iba a llegar Pinocho…

Bueno, Julio, cuente la verdad de lo que realmente ocurrió con esa visita frustrada…

Yo estaba allí, también José María Navasal del 13, el periodista Robinson Rojas de la radio Portales. Cuatro días antes, todos los periodistas que estábamos entrevistamos a Ferdinand Marcos (NdlR: dictador entonces de Filipinas), por canales separados. Había banderas chilenas por todas partes. Con tres grandes hoteles de los cuales era dueño Marcos, cuya mujer tenía más de 400 pares de zapatos que nos los mostró. En las calles había letreros que decían “Bienvenido presidente Pinochet”, “Chile nos visita”, y el día antes de la visita, llega el hijo del presidente Carter, un cabro de unos 25 años, flaco con espinillas, lo vimos bajar. Nadie sabe cuál fue la oferta, según Navasal, después cuando conversamos en la embajada, había un préstamo pendiente de Estados Unidos a Filipinas por U$ 400 millones, de los cuales Marcos se llevaba siempre el 10%, era dueño de Filipinas. Esa tarde se anunció que Pinochet, cuando ya iba viajando, no sería bien recibido y días después se aprobó el préstamo a Filipinas.

¿Qué fue lo más difícil para hacer periodismo a mediados de los 70 y 80?

Hacer periodismo no era difícil, pero hacer ese tipo de periodismo no era bueno. Tú llegas a entrevistar al ministro Brady y le pregunto si sabe del puente que se cayó en Temuco, que era un puente militar, y la gente está reclamando. Y me responde: “Julio, todo lo que hacemos los militares es bueno. El puente no está mal hecho, usted no puede preguntarme eso”. Entonces te daban un comunicado. Tu ibas a preguntar, ponías el micrófono y te daban un comunicado. No era difícil, el comunicado lo hacía Dinacos (Dirección Nacional de Comunicación Social). Hubo un enfrentamiento en tal parte, me ocurrió una vez, uno iba y decía que había un enfrentamiento, y uno creía porque es periodista, no técnico en guerra civil, había balas, sangre, matas, pertrechos, y uno decía que hubo un enfrentamiento, en esa época no se podía profundizar la verdad del tema, a mí me habría gustado saber qué dicen los extremistas del enfrentamiento. Pero, tal como me lo dijo una vez Bernardo de la Maza, a quien le dijeron “pero si usted leía las noticias en Canal Nacional y fue una vez al Estadio Nacional y dijo que todos estaban bien”. Sí, respondió, “uno ve caras y no corazones. Yo soy periodista y si en el estadio miles de personas me cantaron Libre y todos me dijeron que comían bien, que estaban bien, qué quiere que diga”. Y nadie pudo contrarrestarlo porque esa era la verdad.

Aunque nos hubiese gustado escudriñar más la verdad. No se nos permitía. Yo echo de menos eso que hoy no se aprovecha sin haber dictadura, ni Pinochet, ni nada. Ahora, los periodistas tienen toda la posibilidad de buscar, de profundizar, de dar noticias reales, verdaderas, importantes para la gente, y no lo hacen. Yo no sé si por pereza, porque no saben o porque tuvieron como profesores a cerebros que tienen títulos de postgrado en Europa, pero que nunca han reporteado en una calle.

La sanción del Colegio de Periodistas a Julio López

El 19 de noviembre de 1975 los medios de comunicación, entre ellos Canal 13 y Televisión Nacional, difundieron la noticia sobre muerte de seis militantes del Partido Comunista y el MIR con imágenes desde el sitio del suceso en Rinconada de Maipú. La información señalaba que las muertes se habían producido en un enfrentamiento con fuerzas de seguridad del régimen. En realidad, las seis personas habían sido asesinadas salvajemente la noche previa en el centro de tortura Villa Grimaldi de la DINA, la policía política de Pinochet.

Tres décadas después, en 2006, el Tribunal de Ética del Colegio de Periodistas investigó el rol de esos dos medios televisivos en la difusión del montaje y su sangrienta mentira.

El Tribunal determinó que, para dar cobertura al hecho, dos periodistas de Televisión Nacional, Julio López Blanco y Roberto Araya, fueron trasladados por la DINA a Rinconada de Maipú, donde previamente habían sido lanzados por agentes de la policía política. El periodista Araya era, además, agente de esa organización.

Por faltas graves al Código de Ética del Colegio de Periodistas, Julio López fue sancionado con censura pública y suspensión de su colegiatura por un año.

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8 comentarios en “Las siete vidas de Julio López Blanco”

  1. Raúl Galleguillos C.

    Me tocó en suerte vivir ese traumático episodio de nuestra historia. Al margen del terror y abusos de poder de los militares, tener que soportar esta calaña de periodista que para peor se sumaba su pésima voz, reflejando en sus despachos la carencia de emociones por el fingimiento de la realidad. Todo Chile sabía la clase de persona que era el Sr. López Blanco.

  2. Nunca sabremos si el periodista López dice la verdad (es difícil creer) pues yo en aquel entonces, un joven que vivía en una población sabía perfectamente lo que ocurría en Chile y como asolaban las poblaciones los represores del régimen de la época y hacían montajes de enfrentamientos o bombas cada cierti tiempo………

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