Los árboles que no dejan ver el bosque

“Saber mucho no es lo mismo que

ser inteligente.

La inteligencia no es sólo

información,

sino también tener el juicio para

saber manejarla”

Carl Sagan

Por Marcel Albano

En el contexto de la crisis que aqueja a la sociedad chilena en la actualidad, surge la interrogante que inquieta sobre la construcción de nuestras identidades culturales y cómo los sesgos influyen en nuestra percepción de la realidad. En muchas ocasiones, nos aferramos a lógicas y patrones de pensamiento arraigados, sin cuestionar su validez. Esta rigidez mental contribuye a la división entre individuos, mermando la convivencia ciudadana. Es crucial despojarnos de la comodidad que otorga la zona de confort y auto explorarnos con objetividad, liberándonos de los prejuicios impuestos por los estereotipos sociales.

En un pasado, el pensador August Comte planteó la necesidad de una «limpieza mental» para comprender las leyes que rigen la naturaleza humana en su interacción social. John Stuart Mill y Walter Lippmann, en diferentes momentos históricos, coincidieron en la imperiosa importancia de purificar nuestra perspectiva para alcanzar la verdad. En tiempos de crisis, nuestras facultades cognitivas a menudo ceden ante las pasiones y la alineación con ideologías y creencias predominantes en la opinión pública, dando origen a la energía de diversos grupos de opinión. La coyuntura y los actores políticos actuales proporcionan una inagotable fuente de material.

Frecuentemente, la delgada línea entre la pasión y el sentimiento confunde, ya que estos a menudo actúan como vehículos del fanatismo en lugar de instrumentos de juicio y razón. No obstante, es imperativo dedicar tiempo a reflexionar sobre nuestras convicciones, entender por qué expresamos ciertas afirmaciones y cómo interpretamos las percepciones de los demás. Esta reflexión adquiere especial relevancia en un mundo cada vez más polarizado, donde la negación de la humanidad del otro y la carencia de respeto elemental generan una atmósfera tensa. Entonces, ¿qué sesgos ejercen mayor influencia en la actual realidad cotidiana?

El poder del sesgo de grupo: cuando la bandera deviene en religión

El sesgo de grupo, también conocido como favoritismo in-group, es un concepto planteado por teóricos como Henri Tajfel y John Turner a través de la teoría de la identidad social. En este contexto, los individuos muestran preferencia hacia su propio grupo social o categorías de referencia que han internalizado, lo que puede resultar en la consolidación de barreras grupales y la agudización de tensiones intergrupales. Cuando este sesgo impregna la sociedad, puede contribuir a la fragmentación y socavar la convivencia ciudadana, ya que las tensiones en la lucha por tener la razón se exacerban. Este fenómeno ha sido observado repetidamente en debates sobre educación, progresismo frente a liberalismo, figuras históricas como Allende o Pinochet, y se ha manifestado vívidamente en la construcción de una nueva constitución. Hay que recordar que el sesgo de grupo también fortalece en las élites políticas e intelectuales, una base que fomenta la formulación de políticas populistas y demagógicas.

Por lo tanto, cuando la pasión se apodera del grupo, las opciones de liderazgo tienden a simplificarse: a) la figura de un líder se convierte en la voz de la verdad (generalmente el «ideólogo» del grupo) que interpreta los catecismos teóricos, b) se refuerza la diferenciación a través del efecto «camisetas de fútbol» y c) se establece un marco narrativo coercitivo que alinea las dudas racionales de los participantes.

El sesgo de confirmación: cuando la homogeneidad crea la ceguera

Teorizado por figuras como León Festinger en su teoría de la disonancia cognitiva, el sesgo de confirmación se manifiesta cuando las personas buscan información que respalde sus creencias preexistentes y evitan aquella que cuestiona sus puntos de vista. En un entorno donde este sesgo impera, emergen «burbujas informativas», espacios donde las personas interactúan únicamente con información y opiniones que refuerzan su cosmovisión. Esto alimenta la polarización y debilita la comprensión mutua, convirtiendo la búsqueda de la verdad en una mera confirmación de lo que ya se cree. La sociedad chilena posmoderna se caracteriza por esta polarización política, no solo debido al consumo selectivo de medios afines, sino también por la influencia y eficacia de los algoritmos para segmentar la población en mercados, y la obsesión por «me gusta» en los dispositivos móviles que recrean estrategias de captación psicológica de marketing, actuando como un combustible cognitivo.

Sesgo de estereotipo: cuando el prejuicio dicta el juicio

Gordon Allport, en su obra «La Naturaleza del Prejuicio», abordó la tendencia a generalizar y simplificar a los miembros de un grupo en base a características superficiales. Estos estereotipos crean obstáculos discriminatorios, que se manifiestan en forma de desigualdades y tensiones entre grupos diversos. En un contexto donde estos sesgos imperan, la convivencia ciudadana se ve afectada negativamente, erosionando la confianza y la cohesión social. La ideología y la identidad cultural son dos fuerzas motrices que pueden ejercer un papel preponderante en la fragmentación social. Estos conceptos están inextricablemente entrelazados y moldean la interacción entre personas y grupos en la sociedad.

La ideología se refiere al conjunto de creencias, valores y normas que guían las opiniones y acciones de los individuos. Ya sea de naturaleza política, religiosa, económica o social, las personas que se adhieren firmemente a una ideología específica tienden a ser menos receptivas a perspectivas divergentes. Este fenómeno conduce a la polarización, los individuos se dividen en facciones opuestas, dificultando el hallazgo de puntos de encuentro y agravando la fragmentación social. La proliferación de la división en lugar de la colaboración por el bien común se convierte en su resultado inevitable.

Mientras que la identidad cultural puede enriquecer la diversidad de una sociedad, también tiene el potencial de explotarse para generar divisiones. La exaltación excesiva de las identidades culturales puede dar lugar a la creación de límites inflexibles entre grupos, lo que complica la cooperación y la comprensión intercultural. A medida que los individuos priorizan su identidad cultural por encima de su identidad como ciudadanos, la desconfianza y la segregación se perpetúan, intensificando la fragmentación social.

Sesgos en la autopercepción: cuando la caverna no es alegoría, sino razón de luz

Los sesgos, la ideología y la identidad cultural tienen un profundo impacto en la autopercepción y en cómo interactuamos en la sociedad. Un aspecto interesante a considerar es cómo la autopercepción misma puede considerarse un sesgo, ya que nuestras creencias y experiencias individuales a menudo influyen en cómo nos vemos y percibimos el mundo que nos rodea.

En un sentido, la autopercepción opera como una narrativa personal, en ocasiones sesgada, que pretende ser universalmente válida. La atribución, donde tendemos a conferir éxitos a nuestras habilidades y fracasos a factores externos, distorsiona nuestra visión. El autoservicio, donde nos atribuimos los éxitos y atribuimos los fracasos a causas externas, nos lleva a una autoimagen inflada y nos hace evadir la autocrítica. La búsqueda de autenticidad, a menudo representando versiones idealizadas en las redes sociales, distorsiona nuestra autopercepción y dificulta la conexión auténtica con los demás. La autodefinición, basada en categorías superficiales, simplifica la identidad personal, ignorando su complejidad.

La relación entre la autopercepción sesgada y la fragmentación social resulta fascinante. Cuando estamos atrapados en una autopercepción limitada, nos cuesta entender y empatizar con las experiencias y perspectivas ajenas. Esta barrera refuerza la polarización y la falta de diálogo constructivo, ya que nuestra atención se centra en defender nuestra imagen idealizada en lugar de escuchar a los demás.

En un mundo donde la pasión y el sentimiento a menudo dan lugar al fanatismo y la intolerancia, resulta esencial explorar nuestras creencias y motivaciones con un ojo crítico y buscar perspectivas alternativas. En una sociedad marcada por la polarización, debemos ser conscientes de cómo nuestras acciones y palabras pueden negar la humanidad del otro, fomentando la falta de respeto y la deshumanización. Solo mediante el diálogo sincero y la reflexión profunda podremos superar estas tendencias y edificar una sociedad más justa y compasiva.

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