Los primeros tres meses del golpe militar fueron los de mayor registro de víctimas de la violencia represiva. Desde 1974, se hizo selectiva –focalizándose en el PS, el MIR, luego el PC– y eso solo fue posible con el apoyo de la delación, señala Manuel Guerrero, autor de Sociología de la masacre, un libro que presentó en la Universidad de O’Higgins, reflejando su mirada de sociólogo y la tragedia que sacudió a Chile en 1985, cuando su padre y otros dos profesionales fueron degollados por carabineros.
Por Edison Ortiz
El Regionalista asistió a la presentación del texto “Sociología de la masacre. La producción social de la violencia” de Manuel Guerrero Antequera, en el salón auditórium de la universidad regional. Su padre, de igual nombre, fue uno de los profesores degollados en marzo de 1985 por una patrulla de carabineros.
Ex concejal de Ñuñoa y sociólogo de profesión, Guerrero nos dio un espacio para el diálogo sobre la significancia de la publicación en el contexto de los 50 años del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, que acabó con la vieja república y su sociedad.
Manuel Guerrero, como mucha gente que sufrió en carne propia los flagelos de la dictadura, conserva esa calidez y esa humanidad admirable en alguien que vivió la crueldad en su grado máximo. Estuvo el jueves en Rancagua, lugar donde tiene varios amigos, presentando su libro.
El texto, dijo, es una producción de corte académico, nacido cuando hacia su doctorado en sociología en la Universidad Alberto Hurtado. Y no puede descolgarse de alguien que vivió y sufrió su infancia en dictadura: “en mi caso era un niño y eso me permite abrir la pregunta sobre ¿qué tipo de violencia fue la que vivimos?”. Recordó la conocida canción de inicios de los 90’ de Los Tres, “Flores secas” y al estribillo “viví la masacre, sin saber por qué”.
Sociología de la masacre “trata de dar respuesta a esa pregunta”, en una violencia que no es exclusiva de Chile, en un siglo, “el corto siglo xx”, según Hobsbawn, que de principio a fin experimentó todo tipo de violencias y que partió y se cerró con genocidios que no solo es la brutalidad y la barbarie, sino que tiene objetivos específicos que cumplir, en este caso, “la desaparición del otro”, un propósito con una cierta racionalidad. Pues, al quedarnos solo en la condena, perdemos de vista el propósito de la violencia, de quienes la usaron. Por ello, “el libro a partir de los genocidios intenta explicar la violencia, la mirada del perpetrador, cuyo objetivo no es cambiar la mirada del otro sino desparecerlo”.
La violencia unilateral de 1973
Guerrero enseguida profundizó en que hay distintos tipos de violencia: bilateral, multilateral, por ejemplo. Pero en el caso de la dictadura cívico militar fue “unilateral” de “carácter genocida”, dado que los propios reportes de los encargados de la acción del golpe ya el 11 por la tarde reportaban a la Junta instalada en el Comando de Telecomunicaciones el control del país y en los días siguientes la normalización de la economía y la restauración del orden. “Si aquello fue así, se pregunta el autor, ¿por qué la represión entre octubre y diciembre de ese año que son los tres meses con más víctimas de toda la dictadura?
Allí el sociólogo remata, “si hay un actor qué hace uso unilateral de la violencia, cuando está ya no es necesaria, ¿qué pasó con la sociedad civil? Surge la delación y la complicidad. La violencia a partir de 1974, luego del tiempo del ‘gatillo fácil’ de los meses de septiembre a diciembre de 1973, se hace selectiva –focalizándose en el PS, el MIR, luego el PC– y ésta no existe sin delación”. A 50 años del golpe, la pregunta es qué pasó con la sociedad civil.
Al finalizar la presentación, El Regionalista tuvo un breve diálogo con Manuel Guerrero y la pregunta fue precisamente esa: ¿cuál es el valor de tu estudio en el contexto de la conmemoración de los 50 años?
“Me parece que a los 50 años del golpe, más allá de lo que hemos realizado e identificado sobre lo que hicieron los perpetradores y quienes son las víctimas, me refiero a los llamados informes de Verdad y Reconciliación, el informe Rettig y el informe Valech, tenemos que reflexionar sobre la dinámica de la violencia y cómo esta también, involucró al conjunto de la población. La población, en contexto de violencia aniquilatoria, como ocurrió durante la dictadura, fue obligada a tomar posiciones y esa posición, en algún momento fue la de pasar desapercibida, pero en otros casos se plegó a la producción de la violencia mediante el mecanismo de la denuncia. Y finalmente tenemos ejemplos muy valiosos que los podemos rescatar para el presente, que hay una parte de la población que le hizo frente, que la resistió de forma muy variada y ejemplos de ello son el Comité Pro Paz, la Vicaría de la Solidaridad y las agrupaciones de derechos humanos”.
El texto, editado por Paidós, se vendió manualmente esa noche agotándose rápidamente y ya está disponible en librerías y diversos sitios webs como la librería del GAM, Planeta de Libros y buscalibre.cl.
2 comentarios en “Los derechos humanos como un límite a la producción social de la violencia”
Apenas viaje a Santiago,lo compro. Porque la pregunta sobre ese extremo de violencia y de crueldad está plenamente vigente, si bien no con las características de violencia genocida de ese primer período terrible del asentamiento de la dictadura.
La otra pregunta, la de la colaboración de civiles, también abre una interrogante sobre la violencia cotidiana actual , cuya presencia pueden constatar particularmente los profesores, testigos del bullying y de la violencia escolar.
La crueldad del nuevo delito es un tema de hoy. Cabe la pregunta: Cómo estamos por casa?. Automovilistas furiosos, motoqueros furiosos,ciclistas furiosos,peatones enojados, soluciones marcadamente represivas, desvalorización de los DDHH, la batalla hasta asesina por el mercado,etc.
Se agradece la promoción. La violencia cotidiana es tan preocupante como la delincuencia y la crueldad sin límites tiene un antecedente histórico reciente.
Hernán, muy bien. Gracias