Los ejecutados de Mulchén y su nexo con Carlos Altamirano

Por Edison Ortiz

Los días 5, 6 y 7 de octubre de 1973, en los fundos El Morro, Carmen y Pemehue en Mulchén, una caravana de la muerte compuesta por carabineros, uniformados y civiles (Romualdo Guzmán, agricultor; Francisco Urrizola, dueño de una barraca; Ramon Abella, industrial maderero; Aquiles Guzmán Fritz, agricultor; Rolf Düring Pohler, hijo de uno de los dueños del fundo Verdún; Carlos Lehman, Samuel Arriagada, un hermano suyo y Raúl Tirapegui) iniciaron una cacería humana que dejó 23 víctimas fatales, 18 de ellos trabajadores de Conaf de las reservas forestales Malleco y Melipeuco.

La nómina de trabajadores, en su mayoría entre 20 y 30 años y sin militancia política, la habrían confeccionado a partir del allanamiento a una sede sindical en Mulchén, donde encontraron un registro de socios. Efectivamente, las víctimas estaban en proceso de sindicalización para así poder acceder a los beneficios de la posesión de tierras que ofrecía la Reforma Agraria.

Obligados a cavar sus propias fosas

Los hermanos Rubilar Gutiérrez, cuya causa aún está en la Corte, fueron golpeados y humillados y obligados a pelearse entre sí, además de cavar sus propias fosas, mientras permanecían secuestrados en las oficinas de administración del fundo. El invierno aún campeaba y cuando llegó la noche, se abrazaban unos con otros para capear el frío intenso que se sentía en los huesos. Se cuenta que el hermano mayor, José Lorenzo, se puso encima de José Liborio y Manuel Lorenzo para darles algo de calor. Por la noche se sintieron ráfagas de disparos.

La comitiva cívico-militar permaneció tres días en el fundo, donde dieron rienda suelta a una orgía de sangre y dolor. Los familiares de las víctimas fueron obligados a permanecer en sus casas bajo la amenaza de ser fusilados. Cuando se fueron, los familiares, en particular las viudas, madres o hermanas de los ejecutados, salieron a buscar sus cuerpos. Con la ayuda de un parcelero, dieron en la ribera del río Renaico con los cadáveres de Gerónimo Sandoval, los hermanos Alberto y Felidor González y Fernando Gutiérrez. Estaban semitapados y “presentaban visibles huellas de torturas y numerosos impactos de bala. Perros y roedores, habían mutilado y desgarrado sus cuerpos”, lo que se estima sucedió entre el domingo 7 de octubre y el miércoles 10 de ese fatídico mes. Un poco más allá, internándose en el bosque, encontraron solo la parte inferior del cuerpo de Juan de Dios Roa. En el contexto de la operación “Retiro de Televisores” ordenada por Pinochet sus cuerpos fueron removidos para perderse por siempre.

Altamirano al ruedo

El caso, ya con sentencias condenatorias de la Corte de Apelaciones de Concepción para varios de los involucrados, está hoy en revisión para sentencia definitiva en la Corte Suprema y se vio el pasado jueves 13 de julio. El Regionalista, en exclusiva, tuvo acceso a la grabación del alegato que hicieron ese día los abogados defensores de los victimarios. En su afán por aminorar la responsabilidad de sus defendidos e intentar justificar los asesinatos de El Morro, El Carmen y Maitenes y Melipeuco, esgrimieron como argumento expiatorio que iban tras Carlos Altamirano, secretario general del PS, cuya familia era propietaria de alguno de los fundos donde se realizaron las ejecuciones y uno de los personajes más buscados por Pinochet y la DINA.  

En Memorias, de Gabriel Salazar, efectivamente el ex senador le reconoce al historiador que su familia era propietaria de varios fundos en Mulchén. “En realidad eran varios fundos que sumaban como sesenta mil hectáreas. Uno se llamaba El Morro… El hecho es que a los inquilinos los llevaban en camiones al pueblo próximo que era Mulchén. Ahí votaban y después los premiaban con un almuerzo bien regado”, testimonia Altamirano. Fue ese nexo el que llevó a más de treinta civiles, militares y carabineros fuertemente armados, a iniciar la cacería humana que dejó 23 víctimas fatales a ambos lados del Renaico. Todos campesinos que estaban en proceso de sindicalización.

Es imposible que Altamirano, como él mismo lo reconoce en el libro homónimo de Patricia Politzer, hubiese salido de Santiago por entonces: “fueron muchas las casas donde me dieron protección, era toda gente muy modesta, socialista o filosocialista, pero que no me conocía personalmente que no tenía mayor compromiso conmigo ni tampoco una responsabilidad en el partido… Es increíble que toda esa gente me haya dado hospedaje en esas condiciones…”. Porque en esa época la figura de Altamirano era muy reconocible para cualquiera y las intervenciones de militares en carretera implicaban un riesgo enorme para fugados como él. Como lo señala en ese texto, se estuvo moviendo de un sitio a otro en barrios populares de la capital. Adolfo Lara, hombre de confianza del secretario general del PS, asegura que “jamás se movió de Santiago” y que uno de los hombres claves en su ocultamiento, hasta salir a la República Democrática Alemana, fue el ex senador del Partido Liberal y luego del partido Nacional, Armando Jaramillo. “Salimos rumbo a La Pirámide alrededor de mediodía, iba con dos alemanes y allá nos esperaba uno de esos autos grandes, Chevrolet o Ford… me metí de un salto en la maleta del otro auto… un compartimiento secreto… Llegamos a Portillo”.

Emulando la vieja frase enunciada en el libro Altamirano de la periodista y ex convencional del PPD, “mientras yo sea el gran culpable del fracaso de Allende, todos los demás pueden dormir tranquilos”, Fallecido en 2019, su figura sigue siendo usada como argumento incluso por una banda de criminales que asesinaron a más de una veintena de campesinos en Mulchén.