Pronto se conmemorará un año más del asesinato político de Manuel Rodríguez, el primer héroe trágico en nuestra conciencia popular. Fue brazo derecho de José Miguel Carrera, mito clandestino en el Chile de la Reconquista, burlando al poder de la corona, y riéndose en su propia cara del gobernador español. San Fernando, que pronto estará de aniversario y donde alguna vez se autoproclamó jefe superior de la provincia de Colchagua es la ciudad donde más se lo recuerda. He aquí una breve descripción de una vida corta, pero intensa.
“Vive rápido y muere joven”.
Sid Vicious.
Édison Ortiz
El 26 de mayo próximo se cumplirá un año más del asesinato de Manuel Rodríguez Erdoíza, en Til-Til, nacido allá por el año 1785, en Santiago. Su asesinato, por encargo del director supremo Bernardo O’Higgins, clama aun justicia en un país demasiado acostumbrado a los asesinatos políticos y a la violencia institucional.

En un contexto de surgimiento de la nación chilena y de su estado, en que era necesario, como bien lo señaló Germán Colmenares, inventarse el mito de la nación, y por consiguiente, también sus propios héroes, Manuel Rodríguez, como los Carrera, son sus héroes trágicos.
Nació en Santiago, en la antigua casa familiar que hoy ocupa el Banco Central, al igual que su mejor amigo, José Miguel Carrera, estudió, aunque con mucho esfuerzo y becado, en el exclusivo Convictorio Carolino, donde surgió entre ellos una amistad inquebrantable.
Rodríguez, si bien ya tenía una vida pública significativa antes de la Reconquista – diputado y secretario de guerra – se hizo famoso por su trabajo en la clandestinidad durante la recuperación española, abriendo el coche de José Casimiro Marcó del Pont, cruzando la cordillera de Los Andes, trayendo y llevando mensajes secretos de José de San Martín y preparando el terreno en Santiago, para la ofensiva del Ejército Libertador. Tomándose la ciudad de San Fernando y autoproclamándose jefe superior de la provincia de Colchagua. Llegó a ser el hombre más buscado del reino. Su biografía está llena de escenas de aventuras en las que aparece burlando a sus perseguidores una y otra vez, disfrazado de fraile o de huaso, o desnudo en la noche, escabulléndose por entre decenas de soldados talaveras y cruzando a nado el río Mataquito. Allí, en Mendoza, se transformó en uno de los hombres de mayor confianza de José de San Martín.
Se convirtió, contra las figuras de O’Higgins y Los Carrera, ídolos de nuestra oligarquía, en el héroe más popular del proceso independentista, donde se entremezcló su carácter pícaro de burlador de la ley, sus aventuras y proezas y su fin trágico, tal cual como ocurrió con Balmaceda y Allende, otros héroes trágicos de la conciencia popular.
Estando en el exilio junto a otros líderes patriotas, decidió regresar a Chile para que, desde la clandestinidad, reportase informes sobre el acontecer nacional. Estando en suelo patrio, se focalizó en reorganizar y coordinar los diferentes grupos patriotas con el propósito de organizar y planificar la revuelta que se implementaría, una vez que el ejército patriota cruzase Los Andes. Así fue cobrando vida una orgánica extrainstitucional que fue clave al momento del retorno de los patriotas.

Se hizo famoso cuando encaró decididamente a las tropas españolas, alejándolas de la cordillera y así posibilitando el cruce del ejército libertador. Con sus hazañas provocó el pánico y sembró el desconcierto entre los realistas que encabezaba el controvertido gobernador Francisco Casimiro Marcó del Pont, a quien, como lo relatamos anteriormente, provocó directamente. Creó, en algún sentido, la guerra de guerrillas, donde los españoles eran incapaces de frenar a sus guerrilleros, quienes huían vertiginosamente a sus asentamientos luego de cada embestida.
Como se sabe, su principal centro de operaciones fue la provincia de Colchagua, donde hasta hoy se disputan la pertenencia del héroe trágico, las comunas de Peralillo, donde se encuentra la ruta que recorría el húsar de la muerte para visitar a su amada, y la ciudad de San Fernando, lugar en el cual, hasta hoy, se conmemora la muerte del héroe triste y donde no existe avenida, monumento, club de futbol, radio, ni cuerpo de bomberos que no lleve su nombre. Manuel Rodríguez es a San Fernando lo que O’Higgins es al resto del país, en cuanto a monumentos y nombres de avenidas. Dirá el historiador Luis Amunátegui: “Rodríguez, cuya única estrategia consistía en asaltos y sorpresas, no se limitaba a recorrer los campos, sino que también caía sobre las poblaciones, cuando menos se le esperaba. Melipilla, San Fernando y Curicó fueron sucesivamente invadidas, y estuvieron ocupadas durante varias horas por los insurgentes. Cuando éstos presumían que los escuadrones realistas debían venir acercándose en su persecución, montaban sobre sus veloces caballos, y no dejaban sino los vestigios de su pasaje y de sus insultos a las autoridades constituidas”.
Tampoco es casual que la primera película hecha en Chile, de Pedro Sienna, El Húsar de la muerte, sea precisamente un filme sobre Manuel Rodríguez, figura que luego rescató también Pablo Neruda en su Canto General y que puso de nuevo en circulación el brazo armado del PC en dictadura, – El Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR)- sembrando, al igual que el héroe trágico, el pánico entre los servidores de Pinochet. También, durante la UP, una facción escindida del MIR, MR-2, llevó su nombre, así como fue uno de los elegidos por TVN para la serie Héroes, que el canal público impartió en vísperas del bicentenario.

Epílogo: el fin del héroe popular.
El 4 de septiembre de 1821, a las 9 de la mañana en Mendoza, José Miguel Carrera era informado en la prisión, que sería fusilado a las 11 am, la única reacción natural que tuvo fue escribirle a su amada esposa Mercedes, que moriría a esa hora. Con una tranquilidad que asombra dedicó sus últimas palabras a ella y a sus retoños “moriré con el solo pesar de dejarte abandonada con nuestros cinco tiernos hijos en un país extraño, sin amigos, sin relaciones”. Tres años antes, Manuel Rodríguez había ingresado al palacio de la real audiencia para advertirle a O’Higgins que él sería el único responsable si los hermanos Carrera eran asesinados.
El 26 de mayo de 1818, mientras era trasladado como reo a Valparaíso, fue abatido por sus custodios. Un disparo por la espalda lo hirió de muerte y luego fue abatido a golpes.
Cuando O’Higgins recibió la noticia, no hizo nada por aclarar el crimen ni juzgar a sus culpables.

1 comentario en “Manuel Rodriguez: otro héroe trágico en un país violento”
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