Medios de comunicación y prensa, los cómplices activos

Por Edison Ortiz

Tengo grabada en mi memoria la noticia de TVN en Maule que involucró a dos compañeros míos de pensión y de universidad, Ricardo Díaz Mora y Agustín Soto, que habían sido detenidos el 3 de octubre de 1988, transportando material propagandístico del PS Almeyda. La señal pública los exhibió al día siguiente con un barretín de armas, bombas y municiones, montaje que provocó el preinfarto de una de sus madres.

Pero no solo fueron los montajes de TVN, que se extendieron hasta el fin de la dictadura. Recuerdo que la noticia de mis compañeros la supe por La Tercera del día 6 de octubre de 1988 mientras consumía ávido las noticias sobre el histórico triunfo del NO en mi ciudad, Rancagua, lugar al que me había trasladado para votar por primera vez. En una de las páginas interiores decía, en un recuadro casi de crónica roja, “cae banda terrorista (o extremista), en Talca”.

Si aquellos montajes se extendieron casi hasta el final mismo de la dictadura, imagínense cómo debió haber sido inmediatamente luego del golpe. Junto con TVN, El Mercurio (Emol), La Tercera (LT), La Segunda (LS) llevaron la batuta en la proliferación de noticias falsas.  

En una investigación desarrollada para el Ministerio de Agricultura pude constatar que dicha operación comunicacional de falsear las noticias sobre buscados, detenidos, ejecutados y desaparecidos fue sistemática y permanente. Con el tiempo me he formado la convicción, leyendo muchos periódicos de la época en la Biblioteca Nacional, así como en los informes de la Memoria del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), que al interior de la Junta Militar había un método para generar “verdades oficiales”. Los “bandos” fueron el primer recurso, derivados a los medios de comunicación, en especial la prensa escrita de Emol y LT, muy importante en aquel tiempo, y luego a medios regionales, donde eran reproducidos de manera casi textual. El Rancagüino en nuestra región es un claro ejemplo de ello.

En otras ocasiones, en especial en provincias, eran los propios militares quienes concurrían a la prensa para entregar sus bandos, la que los reproducía textualmente. Ese fue el caso del diario El Día de La Serena, medio al cual el joven teniente Emilio Cheyre Espinosa, comandante en jefe del Ejército 30 años después, llamó telefónicamente instruyendo la publicación en la edición del 17 de octubre de un bando en la portada del periódico. El boletín militar, que buscaba blanquear el sangriento paso de la Caravana de la Muerte de Arellano Stark, recibió el título “Ejecutadas sentencias del Tribunal Militar” y una bajada que decía “Quince personas fueron ajusticiadas por diversas causas”. El comunicado no solo faltaba a la verdad, sino que incluso, ni siquiera hubo el procedimiento militar derivado de su código, como lo determinó la sentencia del juez Guzmán.

Complicidad en Rancagua y en todo Chile

En Atacama, Joel Huaiquiñir, joven militante socialista de origen mapuche y miembro de la directiva de la Juventud Socialista (JS) liderada por Carlos Lorca fue detenido el 27 de julio de 1974. Una nota de prensa de La Tercera publicada el 9 de agosto de ese año reportó el hallazgo de un arsenal en los faldeos del cerro Indio Muerto, distante 10 kilómetros de El Salvador, armas que habrían estado en posesión de Joel Huaquiñir: “El material bélico estaba en posesión de Joel Huaiquiñir Benavides de 28 años, vendedor ambulante apodado ‘El Huaico’, exmilitante socialista quien estaba encargado por la policía por el delito de ocultamiento de armas y robo de explosivos del mineral El Salvador”. Pero la historia verdadera es otra. Las autoridades de aquel tiempo, si bien reconocieron su detención, señalaron que habría sido puesto en libertad el 14 de septiembre de 1974. Sin embargo, hasta hoy, el exdirigente socialista es detenido desaparecido y su último rastro se pierde cuando lo sacaron de Cuatro Álamos en Santiago.

Ni hablar de El Rancagüino y su versión sobre el atentado a la casa de Adolfo Lara, o su titular con la imagen del “extremista” Pablo Pallamar Azúa o su versión sobre la muerte de Luis Almonacid, desacreditada incluso por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y de la cual este medio hasta el día de hoy no se desdice.

Igual situación sucedió con el diario La Mañana de Talca, con el Austral de Temuco en Araucanía y Valdivia o el Llanquihue de Puerto Montt.

En Tierra, trabajo y libertad. Conflictos campesinos e indígenas en la provincia de Cautín (1967-1973), Jesús Ángel Redondo, estudioso de la movilización campesina que se dio en esas zonas, llegó a indicar que contra el sentido común y la propaganda de los medios de comunicación conservadores, “un análisis detallado de las tomas de fundos y de los protagonistas que las llevaron a cabo nos ha mostrado que las ocupaciones de tierras fueron una forma de protesta que tuvo muy diversas aristas y que, a diferencia de la idea que ha prevalecido en la citada historiografía, los conflictos territoriales en Cautín no fueron ni exclusivamente indígenas, ni mayoritariamente impulsados por grupos revolucionarios”.

Zita Cabello, hermana de Winston, ejecutado por la Caravana de la Muerte y más precisamente por Armando Fernández Larios, quien lo destripó con su corvo por no obedecer la orden de correr, sabiendo que lo iban a ejecutar, escribió el notable texto Historia de un hombre que se negó a huir. En él nos recuerda la voz estridente de la radio que anunció “la junta de gobierno… ha dispuesto ejercer sobre los medios de publicación una estricta censura de prensa. Como primera medida precautoria, durante el día 12 de septiembre de 1973, ha autorizado solamente la emisión de los siguientes diarios: El Mercurio y la Tercera de la Hora” Más adelante agregaba que “se ha designado una oficina de Censura de Prensa que funcionará en la Academia Politécnica del Ejército”.

Fue de ese modo como, para el caso local de Atacama, se fue velando el verdadero relato por años de lo que realmente pasó con la Caravana de la Muerte en Copiapó. La historia como fue solo se conoció tiempo después, por el relato del funcionario del Registro Civil que tuvo que certificar las defunciones de los ejecutados y que hasta el día de hoy no supera el shock provocado por la imagen dantesca de la que fue testigo aquella noche. Cuando fue consultado en el proceso abierto por el juez Juan  Guzmán, hizo esta espantosa descripción: “En realidad fue terrible la identificación de esos cadáveres, considerando que conocía a muchos de ellos. Lo que más me impresionó, entre otros, fue ver el cuerpo de Alfonso Gamboa, a quien le faltaba casi toda la mandíbula y su cuerpo —piernas, brazos y manos—presentaba muchos balazos. Todos los cuerpos presentaban este tipo de heridas (…) Algunos cuerpos estaban degollados y con heridas cortantes. Todos los cuerpos estaban acribillados y con múltiples heridas a bala. Por ejemplo, a Jaime Sierra le faltaba un ojo y Leonello Vincenti, quien era profesor del colegio de mi hijo, presentaba heridas con arma blanca en su cuerpo… A medida que los identificaba, iban siendo lanzados a la fosa donde fueron enterrados por el personal militar”.

Son esos mismos medios, Emol y LT, los que, a comienzos de enero de este año, publicaron una encuesta que señalaba que más del 63% de la población no quiere saber nada del golpe y, al día siguiente, difundieron una entrevista al director de la Fundación Jaime Guzmán que enfatiza que los errores de la Junta no pueden tapar el éxito económico de ese régimen. El directivo llamó a “reivindicar la importancia del Golpe Militar”, lo que tuvo como consecuencia una dura respuesta de la mesa directiva del PS: “los dichos del director de la Fundación Jaime Guzmán son inaceptables y sumamente peligrosos para la convivencia nacional”.

Son los mismos medios que hasta el día de hoy no piden disculpas por su actuar en dictadura, los que publicaron que Lumi Videla murió en el contexto “del desarrollo de una orgía en la embajada de Italia”, adonde en realidad su cuerpo había sido arrojado por la DINA; los mismos que señalaron el 25 de julio de 1974 que 119 chilenos “habrían sido exterminados como ratones” en lo que luego se conoció como la operación Colombo y que antes habían publicado la noticia falsa sobre la ejecución de Huaiquiñir, detenido desaparecido hasta el día de hoy. La complicidad de El Mercurio, La Tercera y La Segunda, sigue siendo un ejemplo vivo de la crueldad de aquellos medios cómplices del régimen.

_{Titulares falsos de La Tercera, La Segunda y El Mercurio. El último es de LT sobre Pablo Pallamar 10 10 1973.}

Una excusa pendiente

A nivel local, desde el mismo 11, El Rancagüino, habla que “FF.AA. encabezan revolución” y que hay “un ultimátum a Allende”; el 14 de septiembre el diario local titula “A balazos resistieron allanamiento de casa de secretario regional del PS” y relata que en “Avenida España 912 fueron encontrados siete cartuchos de dinamita con guías y fulminantes que pasaron a disposición de la autoridad militar”. En realidad, se trató de un militante de Patria y Libertad, Guillermo Jimenez Díaz, quien puso un explosivo en su casa, fue confundido por la policía con Adolfo Lara, entonces secretario local del PS, y lo acribillaron en el lugar. O la nota interior del 19 de septiembre que relata que el profesor “Luis Almonacid fue muerto al tratar de huir de la policía”. Y el titular del 8 de octubre que trajo en portada al secretario de la Juventud Socialista local, Pablo Pallamar, quien es adjetivado, junto a Joaquín Aedo y el ex intendente Chávez, como extremistas.

A propósito de los 50 años, en pos de la memoria, la verdad y el futuro, se hace necesario que dichos medios reconozcan el error y pidan disculpas a los familiares de las víctimas.

Si no lo hacen, con su omisión continuarán no solo lesionando la memoria de miles de chilenos que fueron ejecutados o hechos desaparecer sino también falseando la verdad de lo sucedido.