“Ojalá puedan ver el amanecer
después de esta larga noche.
Yo, demasiado impaciente,
me voy antes de aquí”
Stefan Zweig
Por Marcel Albano
El acto del suicidio se yergue imponente como una sombría manifestación de desesperación que, con razón, suscita profundas interrogantes acerca de cómo un individuo puede sumirse en semejante abismo. La decisión de extinguir la propia existencia, en todas sus formas, deja a su paso una estela de incertidumbre y reflexiones insondables para aquellos que lloran la pérdida de quien decidió tomar esa iniciativa.
Los sentimientos de culpabilidad y el lamento por no haber estado presentes para el apoyo emocional se convierten en un tormento interior que no da tregua. ¿Por qué lo hizo?, ¿cuándo comenzó a gestarse este oscuro designio?, si parecía una persona tan común, son las reflexiones que resuenan en los velorios y funerales.
Durante largo tiempo, las interpretaciones más ortodoxas de la religiosidad sostuvieron que el suicidio condenaba al alma a la oscuridad eterna, ya que se afirmaba que el ser humano carecía de la facultad y la autoridad sobre la vida y, por ello, sobre su muerte. Estos argumentos no hacían más que profundizar el dolor de los familiares y allegados, quienes debían resignarse a la idea de que el espíritu errante del suicida vagaría eternamente. La descripción con que Dante Alighieri pintó el destino de quienes atentaban contra su vida en la «Divina Comedia», mostraba un lúgubre bosque de árboles retorcidos y espinosos como castigo, donde los suicidas, transformados en esos árboles, nunca recuperarían su forma humana y serían, perpetuamente, atormentados por arpías, criaturas mitológicas con cuerpos de aves y semblantes femeninos.
Afortunadamente, el progreso de la investigación científica en torno a la depresión ha proporcionado una visión más compasiva, alejando los juicios divinos de la religión popular y la condena a los abismos más tenebrosos. En la actualidad, los rituales funerarios y las ceremonias de duelo incorporan la noción de que las luchas internas y los conflictos emocionales pueden considerarse como monedas de plata que permiten al alma del suicida encontrar su camino hacia el descanso eterno.
El suicidio bajo la óptica de Emile Durkheim
Sin embargo, ¿son estas las únicas explicaciones en torno al suicidio? En 1897, se publicó una de las primeras obras que abordan el suicidio desde una óptica sociológica en lugar de una perspectiva moral o psicológica. Emile Durkheim, en su obra «El Suicidio», nos proporciona directrices para comprender este fenómeno social. Este enfoque es relevante porque busca identificar factores y variables que expliquen la relación entre el desarrollo de la sociedad capitalista y el modo de vida que se organiza en función de las necesidades y requerimientos de la cultura moderna, algo que también profundizó Max Weber en su concepto de la «jaula de hierro» y el desencanto del mundo cotidiano.
Durkheim señala que el suicidio se produce debido a dos factores fundamentales que son propios de la vida social, y que permiten observar diferencias en este fenómeno:
Suicidio egoísta
Este tipo de suicidio se da cuando un individuo se siente aislado o desconectado de la sociedad debido a la falta de integración social. La carencia de lazos sociales sólidos puede llevar a la soledad y al aislamiento, aumentando el riesgo de suicidio. Por ejemplo, un adulto mayor que está retraído de su familia y comunidad vecinal.
Suicidio altruista
En este caso, el individuo se quita la vida en beneficio de su comunidad o grupo, como el acto del capitán Arturo Prat abordando el Huáscar. Esto puede ser resultado de una lealtad extrema a las normas y valores de su grupo, que lleva a quien lo comete a un sacrificio personal extremo.
Suicidio anómico
El suicidio anómico está relacionado con la falta de regulación social en situaciones de cambio rápido o crisis. Cuando las normas sociales se vuelven ambiguas o se debilitan debido a perturbaciones en la sociedad, como crisis económicas, puede aumentar el riesgo de suicidio. Este modelo pareciera operar cuando empresarios que han perdido todo el trabajo de su vida se lanzan desde un edificio, por ejemplo.
Suicidio fatalista
Este tipo de suicidio ocurre cuando un individuo siente una opresión extrema y desesperanza debido a condiciones de vida insoportables, como el abuso o la esclavitud. La falta de control sobre su propia existencia puede llevarlo al suicidio. Encontramos su expresión en personas sometidas a constante tortura, violencia y vejación.
Mito: ¿influye la primavera en el suicidio?
Chile figura como el sexto país de América Latina y el Caribe con tasa de suicidio más elevada, registrando nueve suicidios por cada 100,000 habitantes, en comparación con el promedio regional de 6.2, según las cifras del Banco Mundial. A pesar de la carencia de evidencia científica concluyente que respalde una correlación directa entre las estaciones del año y los actos de suicidio, no podemos obviar que la luminosidad ambiental puede, en determinadas circunstancias, ejercer una sutil influencia sobre el paisaje interno de la psicología humana, predisponiéndola hacia la penumbra de la depresión.
El psicólogo y director del Centro de Hipnosis Clínica, Cristóbal Schilling, arroja luz sobre dos estaciones que parecen vestirse de melancolía: el inminente invierno y la renovación de la primavera, períodos que, en términos psicológicos, han sido etiquetados como fases de «depresión estacional». Sin embargo, es esencial destacar que estas influencias no son determinantes.
Las señales de alerta, que deben ser detectadas con acuciosidad tanto por expertos como por seres queridos, se manifiestan a través de sutiles cambios de humor, desconexión emocional o indiferencia, malestares físicos inusuales y un retraimiento del entorno circundante.
Por otro lado, cuando alguien cercano revela pensamientos o señales que sugieren la contemplación del suicidio, se requiere una escucha activa desprovista de juicios morales. Durante episodios depresivos o en los altibajos emocionales, la empatía emerge como el faro que guía al individuo a través de la tormenta mental que amenaza con desestabilizar su ser. Finalmente, si encuentras este mensaje en un momento de soledad abrumadora, con el pensamiento desbocado y descontrolado, es imperativo recordar que el Ministerio de Salud ha habilitado un número de atención, *4141, un refugio de comprensión y apoyo profesional siempre disponible para ti, cuando la mente se convierte en un laberinto de percepciones distorsionadas por la desesperación.