La representante aymara en el Consejo de las Culturas de la región, Vilma Leiva Huanca, narra su tránsito a los orígenes, desde los 20 años, ruta en la que ha incluido a sus hijos y que suma a su esfuerzo por promover a la mujer, la integración de las culturas originarias y el respeto al ambiente.
Por Flor Ilic
Vilma Leiva Huanca es una mujer destacada de la región de O’Higgins por su compromiso social y medio ambiental, y como representante del pueblo aymara en el Consejo Regional de las Culturas desde 2019. Es socia fundadora del Centro de Desarrollo Sustentable de Pichilemu y una activa feminista.
Su camino la ha llevado a trabajar con mujeres de zonas rurales, a fortalecer la asociatividad y desarrollo eco-sustentable de diversas organizaciones sociales, participando activamente por los cambios culturales que como sociedad estamos viviendo.
El ayllu o clan familiar de Vilma está compuesto por 22 personas, entre hermanos, papá e hijos, repartidos entre Graneros, Machalí, Coltauco y Pichilemu. El núcleo directo, con cinco personas, cuatro perras y un gato está en Pichilemu. Allí, coordina un programa comunal de apoyo a la autonomía económica de mujeres jefas de hogar.
Es ingeniera agrónoma, está terminando un magister en Desarrollo Sustentable y cursa un diplomado en Pensamiento Andino y Feminismo Decolonial.
Familia salinera
El padre de Vilma migró a Chile desde Bolivia y aquí vivió un proceso de aculturación; fue su modo de proteger a los suyos, pero esto terminó desvinculándolo totalmente de su comunidad. Su madre, en cambio, siempre mantuvo una relación más cercana con su ayllu, un poco oculta, en medio del duro aterrizaje con la sociedad chilena de la zona central y de ella arrancó su interés en salir en busca de mis orígenes. A los 21 años inició ese camino hacia la reconstrucción de su identidad, “un proceso fuerte de descolonización de mi sentir y mi pensar que también ha sido muy doloroso, pero también ha ayudado a fortalecerme».
“Mi ayllu de origen está ubicado en el altiplano andino del lado boliviano, cerca de la frontera con Chile, se llama Limari , siendo ese nombre el apellido original de mi familia. Mi nombre real sería Vilma Limari Huanca hija de Anaclo Tarque Limari , hoy Adrián Leiva, y Anselma Huanca Mamani. Limari es un terreno extenso, donde hay una parte en la cual se dedican al pastoreo, al cultivo de hortalizas y, en uno de sus límites que da con un río salado, se extrae sal, por lo que también mi familia es salinera, ¿loco, no? Yo aquí en Pichilemu, cercana a zona salinera también”.
La energía de esta mujer aymara le brota en torrente cuando, por ejemplo, le preguntamos por las principales demandas de los pueblos originarios de la región: sin pausa, enumera una decena de reivindicaciones, desde la autonomía, los derechos de la madre tierra y el agua hasta la educación o un estado con mirada integral de las culturas originarias.
A nivel familiar, en tu crianza ¿cómo viviste tu cultura originaria?
“En mi niñez, entre los 70 y 80, siento que vivía en dos mundos. Por una parte, mis padres trataban de cumplir con las normas establecidas en la sociedad, pero dentro de casa había señales de otras formas de relacionarse, mi mamá nos hablaba ciertas palabras en aymara, había ritos y prácticas para agradecer, limpiar, festejar. Fui internalizando esas acciones sin saber que eran parte de una cosmovisión distinta: una relación muy fuerte con la naturaleza, los astros, un respeto inmenso a todos y todas, lo vivo y no vivo. También mucha humildad y por sobre todo había un pensar en los otros, apoyar a otros. Ahora ya mayor comprendo los principios del pensamiento andino que desde una praxis mis padres me entregaron y soy una agradecida por ello”.
¿Por qué decidiste tomar la bandera de tu comunidad y de los pueblos originarios?
Era necesario en lo personal, participar de espacios que me permitieran sanar y revitalizar nuestros saberes, nuestras cosmovisiones, entenderás que en Pichilemu no hay muchos aymaras por tanto me fui acercando a mis hermanos y hermanas mapuches, no fue fácil al inicio, había bastante desconfianza, cada uno de nosotr@s había vivido la discriminación y violencia en diversos espacios. Así nos fuimos encontrando; consideramos que esta otra forma de habitar con los otros y la madre naturaleza, el küme Mongen, para los mapuches, el Suma Qamaña para nosotros los aymaras, buen vivir, es hacia donde debemos transitar como sociedad.
¿Alguien más de tu familia se ha hecho parte de la causa por los pueblos originarios?
Algunos con más fuerza y otros menos, mis hij@s son quienes se han sumado fuertemente a este proceso de descolonización del sentir y el pensar, activos en sus espacios de estudios, en la universidad. Mi compañero de vida ha sido un pilar fundamental en este proceso personal y familiar, y aunque no tenga ningún rasgo aymara, él es aymara en su pensar, sentir y hacer.
¿Cómo están organizados los pueblos originarios en la región?
Hay más de 25 organizaciones de pueblos originarios, principalmente asentados en las provincias de Cachapoal y Colchagua. En su mayoría son organizaciones que agrupan a mapuches fuertemente presentes en la región, estas organizaciones se han ido conformando en redes mayores, ejemplo de ello es la mesa mapuche Sexta Región, la mesa de cultura de pueblos originarios, la mesa de educación, entre otras. Por supuesto no todas participan en las diversas mesas existentes: no estamos exentos de problemáticas internas, lo digo porque en ocasiones hay cierta idealización hacia los pueblos originarios.
La Pacha como una totalidad relacional
A mis hijos les he traspasado (de mi cultura) los principios de reciprocidad, complementariedad, dualidad, correspondencia. La Pacha como una totalidad relacional, un modo de pensar distinto, nada es objeto todo es sujeto, no podemos circular solos, debemos transitar hacia el Suma Qamaña como otra forma de habitar nuestros espacios.
¿Qué de tu cultura originaria le enseñas a tus hijos?
Creo que ha sido el proceso más bello que me ha permitido la vida, es una prolongación de una memoria biocultural que he logrado traspasar desde el sentir, pensar y el hacer. Les he traspasado los principios de reciprocidad, complementariedad, dualidad, correspondencia. La Pacha como una totalidad relacional, un modo de pensar distinto, nada es objeto todo es sujeto, no podemos circular solos, debemos transitar hacia el Suma Qamaña como otra forma de habitar nuestros espacios.
Hay prácticas, rituales y costumbres alimenticias que he logrado traspasar, también. La lengua está al debe y ese es el proceso en el que estamos juntos, aprendiéndola.
La gente ¿está más sensible hoy a la cultura de los pueblos originarios?
Sí, por supuesto, hay una mayor atención, más respeto que antes, pero también, hay una folclorización y romantización de nuestros saberes, nuestros conocimientos. Ahí tienes la armonía como concepto, entendida sólo como la paz, para nosotros los procesos armónicos son otros, además están sucediendo procesos de apropiación cultural, nosotr@s valoramos que se quiera abordar más de nuestras cosmovisiones, pero debe ser con respeto e información, pues hay un desgaste y banalización de nuestro sentipensar.
Último hecho que recuerdas que te ha hecho pensar «no estamos entendiendo nada de las culturas originarias».
Lamentablemente es más seguido de lo que piensas, lo encuentras en discursos, imágenes, acciones, etc. El uso de las palabras sin entender su importancia, por ejemplo.
“Que no nos idealicen”
Vilma siente que hay avance respecto de los pueblos originarios en el Consejo Regional de las Culturas. “Hay mayor sensibilidad y atención; hay líneas de apoyo a personas y organizaciones de pueblos originarios o la exigencia de que las investigaciones asociadas a pueblos originarios cuenten con la aprobación de las comunidades donde se desarrolla” para que vayan también en beneficio de la comunidad y no sólo del investigador. “Hay una mesa cultural de pueblos originarios que se fortalece desde la institucionalidad y desde donde se potencian muchas organizaciones de la región”.
¿Qué institución del Estado o de la sociedad está más en deuda con los pueblos originarios?
Bueno, en realidad, la forma de abordar el trabajo que tiene el estado con los pueblos ya es compleja, pues nos obliga a segmentar nuestras demandas: mesa de salud, mesa de cultura, mesa de educación, etc. Ahí no hay un entender sobre nuestra forma de ser y estar en este mundo, nosotros no podemos desprendernos de nuestra cultura para hablar de salud, o hablar de educación sin abordar cultura, por ejemplo, todo está relacionado.
Aunque también son los espacios donde se ha tratado de aportar más, al debe están: la educación, la salud, la cultura
El escenario deseado de convivencia con los habitantes de la región: “respeto a nuestras formas de organización, nuestras costumbres, nuestras cosmovisiones y el aporte que podemos entregar frente la crisis socioambiental que estamos viviendo. Que no nos idealicen, no nos folcloricen, sólo nos respeten en nuestras formar de estar y ser en este territorio”.
¿Cuál es el escenario ideal de convivencia entre pueblos originarios y los habitantes de la región?
No sé si referirme a un ideal, quizás sólo referirme a un respeto a nuestras formas de organización, nuestras costumbres, nuestras cosmovisiones y el aporte que podemos entregar frente la crisis socioambiental que estamos viviendo. Que no nos idealicen, no nos folcloricen, sólo nos respeten en nuestras formar de estar y ser en este territorio.
¿De qué forma debe quedar plasmado el reconocimiento de los PPOO en la nueva Constitución?
Plurinacionalidad, reconocimiento y aceptación a la autodeterminación de pueblos originarios; reconocer los derechos del agua y la madre tierra como bien común base; proteger la generación y difusión del conocimiento de los pueblos indígenas, en especial su lengua materna; garantizar la participación vinculante. Que la acción del estado con los pueblos originarios sea respetuosa, holística y horizontal.
Existe una pérdida de patrimonio tangible y no tangible de los pueblos originarios cuyos cuidados debieran garantizarse en esta constitución.