Por Edison Ortiz
¿Cuándo se jodió nuestra democracia?
Siempre sostuve que no haber sancionado de manera ejemplar el desmalezamiento de la planta de Concón que involucró al entonces ministro de Minería del gobierno de Patricio Aylwin, Juan Hamilton, o las operaciones a futuro de Codelco a fines de 1993 que tuvieron como protagonista a Juan Pablo Dávila, resultaron ser el inicio del descalabro institucional y de la masificación de la corrupción que vendría más tarde. Las escuelas de conductores y las Plantas de Revisión Técnica (PRT), o el MOP-GATE, todas con su arista regional, hicieron más visible la corrupción ya instalada al punto que hubo que recurrir a un acuerdo transversal – Insulza-Longueira – para salvar al entonces presidente Ricardo Lagos y al sistema político. El caso Chiledeportes, que estalló en el primer mandato de la presidenta Bachelet fue otro caso que reafirmó tal presunción.
La consolidación de la cultura “del pillo”
Sin embargo, desde mi particular óptica, el hecho que marcó un punto y aparte en este ámbito fue el hecho que los chilenos, por mayoría relativa, eligieran como presidente del país a un personaje como Sebastián Piñera un icono del “saltarse las reglas”. El fallecido presidente lució un amplio prontuario como parte integrante de lo que se llamó “la cultura piraña” que lideró el empresario Manuel Cruzat y que operaba en el límite de lo legal con dinero ajeno. Piñera lo evidenció bastante bien con los sucesos del banco de Talca que le generaron una marca registrada que, luego, se transformó en un ícono.
Con él se profundizó y masificó el ethos colectivo del “pillo”, “el que se salta las reglas para tener éxito” y que tan bien expresó la frase “Piñera la hizo”. Basta recordar que en sus dos mandatos nunca delimitó con claridad su rol como empresario y presidente y su gestión política, sea como senador o presidente estuvo siempre rodeada de prácticas que transgredían su función: Lan, Endesa, Exalmar, minera Dominga, son algunos de los más emblemáticos. Basta recordar que el periodista del Financial Times, Jude Webber, que lo entrevistó al inicio de su primer mandato, señaló que Piñera tenía en su oficina dos ordenadores y uno con un terminal directamente conectado a Bloomberg desde donde podía, eventualmente, hacer transacciones en la bolsa.
Y ahora ¿quién podrá defendernos?
No está demás recordar que en el contexto del final de la segunda presidencia de Sebastián Piñera surge un partido hecho para “pillos” –el Partido de la Gente – que dirigía nada menos que un hombre condenado por no pagar la pensión alimenticia de sus hijos, motivo por el cual en la última presidencial hizo campaña desde Estados Unidos alcanzando casi un millón de votos y eligió seis diputados.
La ausencia de una educación cívica en el sistema escolar desde 1998, más el desgaste del sistema político tradicional han hecho pulular ofertas populistas de todo tipo, incluso anti sistémicas, partidos taxi, otros que aparecen y desaparecen, partidos de familias, etc.
Los escandalosos casos Penta, Caval, SQM, todos sin ningún condenado a prisión real, no hicieron sino profundizar la convicción entre los chilenos de a pie de que en nuestro país la corrupción era transversal y que había dos justicias: una para las élites y otra para el chileno común y develaron a su vez un Poder Judicial absolutamente sumiso al poder político y empresarial.
Por si fuera poco, el milicogate, y los casos de malversación de fondos públicos que afectan a la jerarquía de las fuerzas armadas y de orden, llevaron a los chilenos a hacer la misma pregunta del Chapulín Colorado “y ahora ¿quién podrá defendernos?”.
La crisis de la jerarquía de la Iglesia católica chilena, que evidenció una práctica habitual y sistemática de pedofilia anidada en redes de protección al interior de la institución, protagonizada por destacados miembros de su curia, ahondó la percepción general ya no solo de una crisis sistémica, sino moral y ética que afectaba transversalmente a los grupos de poder del país o sus élites.
El caso Hermosilla, consolidó la percepción anterior y demostró que el tango cambalache se quedaba corto con lo que estaba sucediendo en la realidad: “Vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseaos”.
Y ahora, la divulgación de la acusación contra el ex subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, y la serie de irregularidades que lo han rodeado, ha terminado por reafirmar el descrédito absoluto de nuestro sistema institucional.
La pelota está boteando
Es en ese pésimo escenario de fondo que los chilenos estamos convocados a votar este fin de semana, comicios en que lo más significativo, aparte de que la extrema derecha se consolidará como la principal fuerza política, será sin duda observar la cantidad de ciudadanos que prefirieron hacer el trámite en comisarias para zafar del acto electoral, así como el porcentaje que alcanzarán los votos nulos y blancos. Esas serán, sin duda, las principales notas sobre esta elección local y regional que se desarrolló en el peor escenario posible para fortalecer nuestra alicaída democracia cuyo estado de deterioro también es responsabilidad de sus electores.
Y más allá de quien gane, el país a partir del lunes y, en particular, los grupos de poder – empresarial, político, judicial, militar, religioso – tendrán que comenzar a preguntarse si tiene viabilidad nuestra democracia y el modelo económico tal cual están.
La pelota de la revuelta social sigue dando bote y falta, al igual que quienes se saltaron los torniquetes del metro, solo quien se atreva a patearla para que la protesta social cobre vida nuevamente.
1 comentario en “Nos merecemos la democracia que tenemos”
Buen resumen de la decadencia ética y moral de las clases gobernantes de todos los espectros políticos, lo que demuestra que los sistemas político y económico se han transformado en mafias de crimen organizado que al igual que el Tren de Aragua tienen sus soldados que los protejen.