Nostalgia del pasado

Por Rolando Cárdenas

Hace 35 años

Estamos celebrando los 35 años del plebiscito del 5 de octubre, una gesta histórica que enorgullece a quienes participamos de ella. Esos raros momentos que marcan una sociedad y que vale la pena rememorar.

En tiempos complejos con un futuro incierto las personas tienden a mirar con nostalgia un pasado que se recuerda como un tiempo de seguridad y avance. No pretendemos eso, sino simplemente verificar la importancia de momentos fecundos de nuestro pasado reciente.

El triunfo del NO y el comienzo de la transición nos dejan enseñanzas que debiéramos mirar con detenimiento. No se trata de querer volver a la Concertación y sus políticas que, aunque permitieron dos décadas de desarrollo que se ven como de las mejores en nuestra historia reciente, cumplieron su ciclo y entregaron respuestas a un tiempo que ya se fue. Qué decir de las políticas extremas de la dictadura que, pese a los nostálgicos de ella a quienes vemos en las propuestas de la derecha en el Consejo Constituyente, son de un tiempo aún más lejano.

Pero hay cosas de ese tiempo que sí son relevantes como, por ejemplo:

El pacto elitario. Los primeros gobiernos de la Concertación siempre estuvieron en minoría parlamentaria por la presencia forzada de los senadores designados, por tanto, las reformas que se realizaron debieron ser pactadas. En ese sentido, parte de la derecha entendió que había que concordar un pacto de gobernabilidad que tuviera su centro en crecer económicamente y generar políticas sociales que ayudaran a superar brechas de gran calado, partiendo por la necesidad de aumentar recursos para el Estado, subir el costo del despido, focalizar la gestión social, hacer crecer la estructura del Estado entre otras.

Está claro que las políticas de la Concertación cumplieron su ciclo, pero el quiebre de las élites nos tiene en un juego de suma cero, con una economía estancada por una década, con problemas complejos como el narcotráfico y el crimen organizado que se han transformado en estructurales y una estela de corrupción que ha llegado al Estado.

Compromiso y lealtad política. Pretender tener gobiernos suprapartidarios como en el inicio de los gobiernos de la Concertación está fuera de toda posibilidad, así como tampoco es viable volver a un sistema binominal que obligue a tener alianzas fuertes. Pero el proceso de fragmentación, el proyecto individual por sobre el proyecto colectivo, el interés propio por sobre el bien común, solo generan gobiernos débiles, estructuras partidarias transformadas en franquicias regionales a cargo de un líder que entrega prebendas del Estado, lo que resulta finalmente en desconfianza total de las y los ciudadanos hacía la institucionalidad.

La pregunta es si hay interés de cambiar las cosas y si hay posibilidades de hacerlo, y en esto es básico tener claridad de los nuevos fenómenos sociales. El filósofo sudcoreano Byung Chul Han, plantea la crisis de la narrativa como uno de los fenómenos que ha destruido la amalgama que mantiene una comunidad; hoy vivimos los tiempos del storytelling con historias breves y emotivas con vacío narrativo que no crean comunidad sino communities, una forma de comunidad mercantilizada.

El desafío está ahí: reconstruir comunidad, tener mínimos comunes que concordemos para nuestra vida en sociedad, y que las diferencias sean zanjadas en el libre juego democrático.

Cuatro variables complejas

Hoy tenemos cuatro grandes temas que nos deben convocar con sentido de urgencia y responsabilidad, el primero es el Consejo Constitucional. El fracaso de este proceso será un golpe a la línea de flotación de nuestro país, no solo afectará a Kast, también al gobierno y al sistema político en general.

El Consejo entrego su propuesta a la Comisión de Expertos y estos en cinco días deben devolverlo con sus observaciones. Paulina Vodanovic, presidenta del PS, y que ha jugado un rol importante para tratar de salvar el proceso, ha llamado a los partidos a “tomar la sartén por el mango”. Estos días son clave para intentar revertir el fracaso de esta nueva instancia.

Si ya llevamos una década de una economía estancada, el no cerrar positivamente este proceso seguirá generando la inestabilidad del sistema, y tal vez sea una situación valorada por el embajador de Chile en Brasil, Sebastian Depolo, pero el costo de estos gustitos lo paga la población más vulnerable. El expresidente Lagos decía en 2017 la tarea número uno de Chile es crecer, todo lo demás es música, frase muy criticada que sin embargo está plenamente vigente.

Así como debemos cerrar el proceso constitucional de buena manera el crimen organizado y la delincuencia es otro de esos temas que no pueden esperar. Y además nos permite apreciar el grado de descomposición que afecta al sistema político.

La ministra Tohá lleva adelante la agenda de seguridad que ha concordado 31 medidas que deben transformarse en leyes, y el espectáculo en el parlamento es patético, no existe unidad en la alianza de gobierno, los dos bloques oficialistas tienen apreciaciones distintas de los proyectos, el ideologismo o la posibilidad de destruir una hipotética opción presidencial de Tohá son más relevantes a la hora de votar que las necesidades de nuestras comunidades que hoy viven bajo un virtual toque de queda en muchos barrios.

El estancamiento económico, es un tercer gran tema. Necesitamos retomar el crecimiento, enfrentar las brechas de productividad e innovación, permitir efectivamente que los ciclos positivos de commodities como el litio sean adecuadamente aprovechados. Que resguardando mínimos medioambientales podamos hacer despegar los proyectos paralizados.

El pacto fiscal que propone el gobierno es necesario para que el Estado pueda desarrollar su función social.

No es posible no mencionar la educación, y no para enrostrar a gobernantes cuyos liderazgos nacieron al alero de una demanda en esta temática, sino porque están en juego el futuro de generaciones de niños que, de no cambiar la situación que hoy vive el sistema educativo, serán generaciones sin posibilidades que entrarán a la cancha sin siquiera conocer las reglas del juego.

Los anuncios de la última ley de presupuesto son insuficientes, además que las autoridades muestran un preocupante nivel de desconocimiento de la realidad que viven los colegios del sistema público.

¿Es posible cambiar escenarios?

Esa es la pregunta del millón. No podemos desconocer que tenemos visiones contrapuestas y que cada acción del ejecutivo o el legislativo tiene consecuencias y afecta intereses. Pero la habilidad del político/a debe apuntar a que, a partir de diferencias e intereses contrapuestos, el colectivo construya futuros posibles y hay buenos ejemplos de ello.

El ministro de Agricultura, Esteban Valenzuela, ha logrado que se aprueben de manera unánime leyes como la de riego o aguas grises, entre varias otras, y la ministra del Trabajo, Jeannette Jara, la ley de las 40 horas. Ambos demuestran que es posible lograr grandes consensos construyendo con los actores, reconociendo las diferencias y buscando los elementos que unen.

Los tiempos cada vez se acortan más y las elecciones que vienen harán cada vez más difícil lograr entendimiento entre las distintas fuerzas políticas, aun intracoaliciones. Esta vez, la pelota está en la cancha de la derecha y en particular de Kast y su partido; como decíamos, el tiempo es hoy, mañana es demasiado tarde.